En el inestable mundo del análisis de la política económica, las viejas falacias rara vez mueren. Considere el siguiente pasaje en el Morning Money a inicios de este mes, que analiza el fracaso del marco de objetivos de inflación promedia flexible (FAIT) de la Reserva Federal:
“Pero la política [FAIT] fue diseñada para una economía que no se parece al mundo de la era de la pandemia —uno en el que la inflación aumentó en función de factores económicos saludables, incluyendo abundantes puestos de trabajo, promovidos por el crecimiento económico, que impulsa al alza los salarios y los precios”.
Cualquiera que sean los méritos del FAIT, la idea de que un crecimiento económico saludable causa inflación es tan absurda como perdurable.
Sucede que mi colega, George Selgin, ha estado tratando de poner fin a este engaño durante décadas. En su libro Less Than Zero de 1997, por ejemplo, explica que cuanto más producción genera una economía, más baratas tienden a ser las cosas, con los demás factores constantes. En otras palabras, si la inflación es más dinero persiguiendo menos bienes, el crecimiento económico saludable es más bienes persiguiendo la misma cantidad de dinero.
Es más, Selgin demuestra que el tipo de deflación que provoca el crecimiento saludable puede ser en sí misma perfectamente saludable: a diferencia de la deflación causada por la falta de demanda, esta no significa que alguien tenga que ganar menos. Simplemente significa que el dinero que ganan compra más cosas (Para obtener una explicación adicional, ver aquí, aquí, aquí, aquí y aquí).
Si a veces tiene sentido que los bancos centrales “vean a través” de la inflación porque eventos como el COVID-19 y la guerra en Ucrania reducen la producción económica, tiene tanto sentido ver a través de una ocasional inflación por debajo del promedio, si no una deflación total, durante los tiempos buenos.
Estos puntos no son solo académicos. La visión errónea empuja constantemente el debate sobre la política monetaria óptima en la dirección equivocada, dejando a todas las partes sin un camino claro hacia una mejor política.
Esperemos que no pasen más de 20 años antes de que los miembros del Congreso admitan que la estabilidad de precios no debería ser el mandato de la Reserva Federal. Dado nuestro sistema de dinero fiduciario, sería mucho mejor exigirle a la Reserva Federal que tenga como objetivo un gasto nominal estable, permitiendo así que el nivel de precios fluctúe según corresponda, en función de las más amplias circunstancias económicas.
Todavía necesitaríamos muchas otras reformas financieras para aprovechar al máximo la libertad económica, pero este cambio probablemente facilitaría su implementación.
Fuente: El Cato Institute