“Como la filosofía no sirve para nada, aún no ha caducado; pero no debería apelar a esto si no quiere repetir ciegamente su culpa, que consiste en haberse establecido a sí misma”.
Theodor W. Adorno
“Alguno de ustedes podría decir (…): “Nunca pienso en términos tan abstractos; si lo que me interesa son los problemas concretos, particulares, de la vida real, ¿para qué necesito la filosofía?”. Mi respuesta es: para poder manejarse con los problemas concretos, particulares, de la vida real, es decir, para poder vivir en la Tierra”.
Ayn Rand
Quizás es el único ámbito académico o campo del conocimiento que sucede. Uno no se imagina a ingenieros discutiendo si la ingeniería sirve para algo. Tampoco puede evocar algún debate entre arquitectos sometiendo a escrutinio la utilidad de la arquitectura. Y desde ya, no son los abogados quienes se encargan de poner en tela de juicio la existencia del derecho, no en alguna de sus formas particulares, sino de la disciplina como tal.
Pero en la filosofía las cosas se dan de otra manera. Y un debate de larga data entre filósofos es precisamente, incluso irónicamente, si la filosofía, aquello a lo que dedican sus horas más lúcidas, sirve para algo, o no sirve para nada.
Tal planteo contiene cuestionamientos sobre la utilidad práctica de la filosofía, sobre la influencia del mundo abstracto y de las ideas sobre el mundo material y de los concretos (o sobre estos planos, instancias o aspectos de la realidad, ya que al decir mundos corremos el riesgo –si nos interpretan literalmente- de adherir prematuramente al platonismo), y si la filosofía se justifica a sí misma en base a dichas consideraciones o allí reside su pecado.
Lejos estamos de alcanzar un consenso en las respuestas, o en las reflexiones parciales que sin pretender ser definitivas se esbozan como puntapié inicial para futuras preguntas que traigan aparejadas más respuestas que a su vez seguirán siendo base de más preguntas.
Nuevamente uno se ve tentado a trazar analogías imaginando mecánicos discutiendo sobre la necesidad de que exista la mecánica, pero en filosofía –si uno atiende a la argumentación contrapuesta- todo parece funcionar de manera diferente.
Las corrientes filosóficas se enfrentan, y aunque al espectador extranjero pueda resultarle increíble, dentro del seno de la filosofía hay perspectivas incompatibles respecto de la utilidad y justificación de la existencia de la misma.
Y de dicho duelo surgen dos posiciones enfrentadas. La de Theodor Adorno, quien integraba la Escuela de Frankfurt, y la de Ayn Rand, creadora del Objetivismo. El primero, en una drástica sentencia, nos dice literalmente que la filosofía no sirve para nada.
La segunda, con la misma contundencia pero tirando para el otro lado, nos dice que la filosofía es una necesidad indispensable e impostergable para nuestra vida.
Adorno niega que la filosofía deba asentarse sobre bases utilitarias, que deba cumplir un rol práctico en la vida humana bajo parámetros de utilidad. Luego parece mitigar su famosa frase reconociéndole un papel. La filosofía no debe aspirar a ser un sistema, no debe ser una totalidad, ni pretender que tiene conocimientos absolutos. Debe dedicarse a la crítica de lo establecido, a la duda respecto de su propia tradición.
Y en la contradicción entre el rechazo a lo absoluto y el concepto de verdad, encontrará su prosperidad.
Rand reconoce que nadie puede escapar del poder de la filosofía. O mantenemos una filosofía consciente que motu propio hayamos aprobado, o mantendremos una de manera inconsciente que otros hayan formulado. En todo caso, la influencia de la filosofía recae sobre nosotros. Y es fundamental para dirigirnos en nuestra vida diaria: las ideas que abrazamos, los valores que mantenemos, encaminan nuestra acción hacia uno u otro lado, en una realidad que es absoluta y que para nuestro desarrollo debemos entender coherente y sistemáticamente.
Ambos autores tienen sus seguidores y detractores, por lo que seguramente el debate continuará. De lo que uno puede estar seguro, es que dependiendo a qué escuela decida afiliarse –en caso de hacerlo-, su concepción sobre la filosofía será radicalmente distinta, y en consonancia el lugar que esta ocupe en la propia vida.
Fuente: Visión Liberal