El liberalismo clásico, como la economista Deirdre McCloskey argumentó en su trilogía The Bourgeois Era, era principalmente la responsabilidad del Gran Enriquecimiento en Europa Occidental y Norteamérica. Sin embargo, sus principales postulados —incluyendo el gobierno limitado, la igualdad ante la ley, el libre comercio y la responsabilidad fiscal— no son una característica exclusiva de Occidente. Solo mire el auge de Hong Kong.
Otra historia de éxito que muestra lo universalmente adecuados que son y lo adaptables que son los principios liberales es Botswana. Mientras que de ninguna manera este país es perfecto, Botswana se ha desempeñado mejor que el resto de África en cuanto a la economía y, hasta cierto grado, en cuanto a la política. Otras naciones africanas deberían aprender de su experiencia.
Empecemos por considerar el desempeño económico de Botswana. En 1966, cuando el Protectorado de Bechuanaland obtuvo su independencia de Gran Bretaña, el PIB per cápita llegaba a tan solo $518 al año. Para 2018, este era de $8.031 —un incremento de 1.450%. Durante el mismo periodo, el promedio global aumentó 136%, desde $4.625 hasta $10.894. Dicho de otra forma, la economía de Botswana creció 10 veces más rápido que aquella del resto del mundo. La economía del país es todavía más impresionante comparada con sus vecinos inmediatos. Entre 1966 y 2018, el PIB per cápita de Sudáfrica aumentó 32%, desde $5.361 a $7.434, y el de Zimbabue solo aumentó 35%, desde $981 hasta un mísero $1.322.
La expectativa de vida de Botswana, que es un buen indicador de la calidad de vida en general, también luce bien, aumentando desde 52 años en 1966 hasta llegar a 69,3 años en 2018. Esto significa que la brecha en la expectativa de vida de Botswana y el promedio mundial se ha encogido —así sea por menos de un año (desde 4 años a 3,3 años). Lo mismo no se puede decir de Sudáfrica y Zimbabue, cuya brecha de expectativa de vida frente al promedio mundial creció durante ese periodo, desde 5,3 años hasta 8,7 años para el primero, y desde menos de un año hasta un impresionante 11,4 en el segundo.
¿Por qué tuvo éxito Botswana donde sus vecinos han fracasado? La teoría dominante expuesta por personas como el Profesor Scott Beaulier, es que el legado colonial en Bechuanaland (1885-1966) era, debido a la pobreza del territorio y a la insignificancia geopolítica, muy ligero. A las instituciones autóctonas, tales como las asambleas tribales y las normas tradicionales de conducta, se les permitió continuar sin fastidio. Esto significó que cuando Botswana se independizó, las estructuras tradicionales proveyeron la espina dorsal del nuevo gobierno. En muchas otras partes de África, en cambio, las estructuras gubernamentales importadas de Occidente (o impuestas por los poderes coloniales en retirada) entraron en conflicto con la tradición, con efectos perjudiciales.
Beaulier reconoce otras características positivas de la sociedad Batswana (el principal grupo étnico que constituye un 90% de la población). Una de ellas es su “liberalismo cosmopolita”, el cual le dio la bienvenida a los inmigrantes y refugiados de otros países africanos, quienes, a su vez, contribuyeron a la innovación y al crecimiento económico. Sospecho que ayudó que Botswana era un país pobre y escasamente poblado, y los inmigrantes no eran vistos como una amenaza —algo que cambiaría con el tiempo, conforme la inmigración de los países vecinos, especialmente de Zimbabwe, aumentara desde un goteo hasta convertirse en una inundación. Beaulier no parece pensar que la homogeneidad étnica de Botswana jugó un papel importante en el éxito del país, aunque la diversidad étnica ciertamente jugó un papel en el colapso de una serie de estados africanos durante los últimos 80 años.
El buen liderazgo también jugó un papel. Entre 1966 y 1980, Botswana fue gobernada por Seretse Khama, un jefe tribal que logró obtener su educación en Sudáfrica sin desarrollar un resentimiento contra los blancos (se casaría con una mujer blanca posteriormente) y vivió en la década de 1950 en Gran Bretaña sin volverse un socialista. La Botswana sin defensa (el país no tendría fuerzas armadas hasta 1977) también estaba rodeada de regímenes fundamentalmente anti-comunistas —Sudáfrica en el sur, el territorio gobernado por Sudáfrica de África Occidental (luego Namibia) en el oeste y Rodesia en el este. Durante la década de 1960 y principios de 1970, cuando los poderes sudafricanos y rodesios estaban en su punto máximo, el socialismo en Botswana no hubiese sido tolerado.
Como resultado de todo esto, durante gran parte de su independencia Botswana fue, según el Informe Libertad Económica en el Mundo, uno de los países más económicamente libres de África. Mientras que muchas otras naciones adoptaron alguna forma de socialismo, Botswana fue, a grandes rasgos, capitalista. Vale la pena destacar su relación fructífera con De Beers, una corporación minera gigantesca. Los diamantes de fama mundial de Botswana fueron descubiertos a fines de la década de 1960 y la extracción de los diamantes empezó a principios de la década de 1970. Hasta el día de hoy, las ganancias de la empresa son compartidas en partes iguales entre la empresa y el gobierno de Botswana. ¿Por qué Botswana no nacionalizó su industria minera, como fue el caso en gran parte del resto de África? ¿Fue debido a un compromiso con la libertad o por miedo al poder hegemónico de Sudáfrica? Quizás un poco de ambos motivos.
Hoy, Botswana no solo es próspera, sino también relativamente libre. Según el Índice de Libertad Humana publicado por el Instituto Cato, los Batswana gozan del nivel más alto de libertad en el continente africano (esto es, si descontamos las dos naciones isla en África, Mauricio y Cabo Verde). El éxito del país fue, sin duda, altamente dependiente de ciertos factores. Pero eso no significa que la experiencia de Botsuana sea irrelevante. Sus políticas de libertad económica y política pueden y deberían ser adoptadas por otras naciones africanas que deseen seriamente mejorar la vida de los ciudadanos comunes y corrientes.
Fuente: CapX