La Economía Versus la Epidemiología

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¿Por qué deberíamos escuchar a los economistas cuando diseñamos o evaluamos las políticas públicas relacionadas con la pandemia, en lugar de, por ejemplo, solo a los epidemiólogos? Me han preguntado mucho eso en las entrevistas acerca de mi libro, Economics in One Virus.

La epidemiología es, por supuesto, una disciplina compleja, por lo que es fácil enfatizar sus límites cuando consideramos su aplicación en el caso de COVID-19 únicamente. Pero durante esta pandemia, los modelos epidemiológicos han sido notoriamente destacados en predecir tendencias de la enfermedad que han derivado en importantes cambios en la política pública. Un nuevo estudio en desarrollo de Nicholas Papageorge resume algunos de los problemas claves con dichos modelos:

“Muchos modelos de epidemiología no están diseñados para capturar las compensaciones entre la salud y el bienestar económico y pocos están equipados para predecir cómo interactúan estas compensaciones con las preferencias de los individuos de tal manera que afecten el comportamiento. Las políticas basadas en estos modelos es poco probable que reflejen las preferencias de la sociedad o que capturen cómo las preferencias influyen el comportamiento y, por lo tanto, cómo se esparce la enfermedad.

Los modelos con procesos epidemiológicos que sí incorporan cambios en el comportamiento o compensaciones entre la salud y la riqueza (la mayoría provienen de la economía) limitan drásticamente la heterogeneidad a nivel individual para permanecer manejables. Esto dificulta comprender la variación en las respuestas de comportamiento y las consecuencias distributivas de la pandemia, que deberían ser centrales para cualquier evaluación de la política pública relacionada con la pandemia.

Considerando la serie de modelos disponibles, es difícil abordar integralmente las preguntas relevantes de política pública, como si los efectos a largo plazo del distanciamiento social justifican sus costos —y si es así, para quién y bajo qué circunstancias. No estamos en posición alguna para evaluar las compensaciones más complejas y dinámicas, como si los beneficios a corto plazo del cierre de colegios justifican sus costos a largo plazo (de hecho, inter-generacionales).”

En otras palabras, muchos modelos epidemiológicos están simplemente enfocados en el esparcimiento de enfermedades asumiendo comportamientos de la población. Estos no nos permiten equilibrar el rango completo de costos y beneficios de las decisiones tomadas para mitigar el esparcimiento de la enfermedad, ni considerar cómo estos costos y beneficios más amplios por sí solos influyen las decisiones de interactuar de las personas.

Para evaluar si hay beneficios netos de las restricciones frente al COVID-19 usted necesitaría saber qué tanto diferentes personas valoran la mitigación de los riesgos de muerte que las políticas buscan lograr, el valor que diferentes personas asignan a la recreación y actividades sociales prohibidas, y cómo las personas ajustarían su comportamiento voluntariamente frente a la cambiante prevalencia de la enfermedad. Esto requiere un análisis económico. Incluso cuando los modelos epidemiológicos incorporan algunas de estas consideraciones, muchas veces simplifican en exceso a través de grupos muy grandes para mantener los modelos sencillos y fácilmente manipulables, ignorando la rica variación en cómo las personas podrían reaccionar dadas sus muy particulares situaciones personales o dados los distintos riesgos en diversos ambientes.

La economía, por supuesto, no promete respuestas limpias a estas preguntas para cualquier “planificador”. Pero como una disciplina, esta es, en su sentido más amplio, el estudio de la acción humana o del comportamiento en un mundo de limitaciones siempre cambiantes. De manera que el conocimiento de la economía —acerca de los incentivos, de las respuestas de comportamiento frente a los cambios en el riesgo, acerca de la reducción de las cuarentenas a sus componentes más marginales y pequeños, acerca de tomar decisiones en un mundo de incertidumbre, sobre entender cómo las preferencias de las personas se actualizarían con información nueva o a través del tiempo, y sobre cómo la política interactúa con la política pública —son cruciales para reflexionar acerca de o evaluar las decisiones relacionadas con la pandemia.

Para resumir: la epidemiología aplicada en esta pandemia ha estado enfocada en la transmisión de una enfermedad contagiosa y ha hecho lo que ha podido para mitigar su esparcimiento, esto lo ha hecho sin un marco integral para evaluar los impactos de las políticas más allá de los efectos directos sobre la salud. Sus modelos muchas veces simplifican en exceso el comportamiento humano para evaluar tendencias amplias en las infecciones y muertes.

Mientras que puede ser útil para proveer una imagen de alto nivel acerca de lo que podría suceder, los conocimientos económicos son, por lo tanto, sumamente importantes para realizar evaluaciones más integrales de las decisiones y para resaltar dónde el simplismo de los modelos nos puede llevar por mal camino.

Peter Van Doren nos advirtió el año pasado que no se puede simplemente “escuchar a la ciencia” al momento de tomar decisiones relacionadas con la pandemia. Cuando se considera el camino de una pandemia y los efectos de las intervenciones estatales, no se puede y no se debe simplemente “escuchar a los epidemiólogos” tampoco.

Para leer algunos ejemplos divertidos de los principios e ideas económicas mencionadas aquí, mi libro Economics in One Virus puede comprarse en la tienda del Instituto Cato o en la tienda Amazon de su país.

Recientemente estuve discutiendo el libro en el excelente podcast de Jim Pethokouskis para American Enterprise Institute.

 

Fuente: El Cato

Las opiniones expresadas en artículos publicados en www.fundacionbases.org no son necesariamente las de la Fundación Internacional Bases

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