¿Es la legalización del consumo y de la comercialización de las drogas la solución al flagelo que hoy sufrimos?
¿Son las drogas cosas tan malas como se dice?
Voy a empezar a analizar este tema tan complejo desde esta última pregunta, pero antes quiero dejar en claro que considero un error el consumo de ciertas drogas, así como el abuso de otras.
Las drogas son la base de toda la farmacopea que nos ha permitido combatir las más diversas enfermedades y, por lo tanto, son en parte responsables del explosivo aumento de la expectativa de vida de la humanidad. Antibióticos, analgésicos, antivirales, suplementos dietarios, antidepresivos y ansiolíticos, terapias de reemplazo hormonal y quimioterápicos no solo nos están convirtiendo en seres centenarios, sino que además han mejorado exponencialmente nuestra calidad de vida.
Mientras lees este artículo, seguramente estarás pensando que el debate sobre la legalización de las drogas no se refiere a “esas drogas”, sino a las “drogas malas”. Te cuento que las drogas que se usan en anestesia y en analgesia son hijas o nietas del opio y de este mismo opio también deriva, por ejemplo, la heroína; por lo tanto, en el árbol genealógico de la farmacología, los anestésicos y la heroína son algo así como primos hermanos.
Creo que las drogas no son sustancias malas en sí. Lo malo es la actitud y la conducta que cada cual tiene frente a ellas. Por ejemplo, Bayer, el de la aspirina, comenzó a comercializar la heroína a fines del siglo 19 y esta fue un producto de venta libre en las farmacias por más de 30 años. El libre acceso a este producto no generó un ejército de adictos dentro de la población.
Otra droga de consumo masivo es el alcohol. Prácticamente todo el mundo toma alcohol, pero no todo el mundo es adicto, el porcentaje de alcohólicos entre los que beben es muy bajo. Es interesante recordar que en Grecia y Roma le temían más al vino que al opio, los jóvenes y las mujeres tenían prohibido beberlo, restricción que se suavizó con su utilización en misa con el formato de “La Sangre de Cristo”.
La humanidad convive con las drogas desde hace más de 4000 años. Son innumerables los personajes de la historia que han sido individuos sobresalientes y que, por ejemplo, consumían opio. Entre ellos encontramos a Wagner, Freud, Marco Aurelio, Goethe, Bismarck, Goya y el propio José de San Martín.
Entonces la pregunta es: si durante milenos la humanidad convivió con las drogas sin mayores dificultades ¿Por qué y en qué momento estas se transformaron en un problema?
Creo que el inconveniente se desató con su prohibición y la consecuente aparición del narcotráfico, de drogas de diseño y de porquerías como el crack.
Vuelvo a repetir: considero un grave error drogarse, por lo que no avalo ni promuevo su consumo; y como amante de la libertad, respeto el derecho de cada quien a cometer lo que pienso es un equívoco. En este análisis solo pretendo entender cómo llegamos al momento actual.
El narcotráfico y todo lo que el mismo conlleva, es una creación no deseada de la prohibición. Así como Al Capone fue hijo de la ley seca, los Pablo Escobar lo son de la lucha contra los estupefacientes.
La prohibición eleva los precios de las drogas, genera ganancias enormes que les permite a los productores estudiar y desarrollar drogas de diseño mucho más potentes y muy dañinas.
Por otra parte, los más pobres, solo pueden aspirar a consumir sustancias de bajísima calidad, como por ejemplo el crack, el cual le quema las neuronas en muy poco tiempo.
Y toda esta situación ¿tiene fecha de inicio?
Seguramente el huevo de la víbora se remonte a febrero de 1909 cuando se reunió en Shanghai la Comisión Internacional del Opio, reunión que desembocó en la firma de la Convención Internacional del Opio de 1912.
Nuestro país se sumó a dicho convenio en 1924, a través de la sanción de la ley 11.309, para luego, en 1963, ratificar el Convenio Único sobre Estupefacientes de Naciones Unidas de 1961.
Desde entonces, como sucede con todo lo prohibido, el empleo de estupefacientes sedujo a millones de personas, creció su consumo entre los más jóvenes, aumentó el número de muertos por sobredosis y, sobre todo, generó cientos de miles de muertos y heridos, víctimas de la violencia que engendra el narcotráfico; el cual, además, somete poblaciones enteras al terror y a estados cercanos a la esclavitud.
Claramente la prohibición no solo no ha resuelto el problema de las drogas, sino que ha sido la responsable de que esto deje de ser un inconveniente personal esporádico para convertirse en una hecatombe social.
En una oportunidad se le preguntó a Antonio Escohotado si no era muy peligroso experimentar con la legalización del consumo y comercialización de las drogas, a lo que el filósofo español contestó: “El experimento no es legalizarlas, el experimento fue prohibirlas y claramente ha fracasado”.
Se argumenta que la liberación de las drogas traería aparejado un estallido en el consumo. La pregunta que debemos hacernos al respecto es: quien considera un error consumir drogas, ¿comenzará a drogarse tan solo porque no están prohibidas?, es poco probable.
En lo personal pienso que puede que suceda un breve “rebote” en el consumo. El responsable de este posible “rebote” no sería la liberación de las drogas sino de su previa prohibición. Podemos considerar un paralelismo con lo sucedido con los cines porno en la Argentina del regresó de la democracia en 1983, estos pulularon por un breve espacio de tiempo para luego casi desaparecer.
Es tiempo de replantearnos si la lucha contra las drogas es efectiva, si en verdad existe dicha lucha o si es pura pantomima. Por otra parte, también debemos preguntarnos si el estado tiene derecho a meterse en la vida privada de las personas y prohibirles el consumo libre y voluntario de drogas.
Finalmente quiero dejarles otra reflexión acerca de este tema, un poco tangencial. En el año 2021, el narcotráfico rosarino asesinó a 236 personas.
Estas casi 20 muertes mensuales ya han sido naturalizadas por la sociedad, han sido olvidadas por un estado que aporta en cuentagotas recursos para combatir el narcotráfico, estas muertes apenas interesan unos pocos minutos en los medios de comunicación nacionales. 236 personas víctimas de la violencia del narcotráfico en Rosario, pasaron al olvido, sin pena ni gloria; pero mueren 23 drogadictos por consumir “merca” de la mala en “la Capi” o “el AMBA” y es todo un revuelo. Como dice el dicho: Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires.
Fuente: Rogelio López Guillemain