¿Por qué los individuos asignan un mayor valor al oro que al pan, cuando el pan parece ser más «útil» que el oro? Para responder a esta pregunta, los economistas recurren a la ley de la utilidad marginal decreciente. El concepto de utilidad marginal decreciente es el elemento esencial de la economía. Sin embargo, hay una diferencia en la forma en que la corriente económica dominante y la escuela austriaca de economía discuten esta ley.
El enfoque principal
La economía popular explica esta ley en términos de la satisfacción que se obtiene al consumir un determinado bien. Por ejemplo, un individuo puede obtener una gran satisfacción al consumir un cono de helado. La satisfacción que obtendrá al consumir un segundo cucurucho puede ser también grande, pero no tan grande como la satisfacción derivada del primer cucurucho. La satisfacción por el consumo de un tercer cucurucho es probable que disminuya aún más, y así sucesivamente.1
A partir de esto, los economistas han llegado a la conclusión de que cuanto más consumimos de cualquier bien en un periodo determinado, menos satisfacción, o utilidad, obtenemos de cada unidad adicional. De ahí se establece que si la satisfacción de la unidad adicional de un bien disminuye a medida que consumimos más y más, el precio que estamos dispuestos a pagar por unidad del bien también va a disminuir.
Ahora bien, según este marco de pensamiento, dado que el oro es relativamente menos abundante que el pan, se deduce que el precio del oro debería ser más elevado que el del pan, porque el beneficio derivado de la unidad adicional de pan va a ser mucho menor que el beneficio derivado de la unidad adicional de oro. Sobre la misma base, también puede deducirse que, aunque el aire es esencial para la vida humana, debido a su oferta casi ilimitada los individuos probablemente le asignen un precio mucho menor que el del pan.
La utilidad en esta forma de pensar se presenta como una determinada cantidad que aumenta a un ritmo decreciente a medida que se consume o utiliza más un determinado bien. Dado que la utilidad se presenta como una cantidad total, también llamada utilidad total, es posible introducir aquí las matemáticas para determinar la adición a este total, que se llama utilidad adicional o utilidad marginal. En esta forma de pensar, la acción humana no se rige por la razón sino por las necesidades biológicas.
La explicación de Menger
Según Carl Menger, fundador de la escuela austriaca, los individuos asignan prioridades a los distintos objetivos que desean alcanzar. El patrón para establecer las prioridades es la vida del individuo. Aquellos fines que son de máxima importancia para el mantenimiento de la vida del individuo van a ser asignados al rango más alto, mientras que los fines que son de menor importancia para el mantenimiento de la vida van a ser asignados a un rango más bajo.
En cuanto a las diferencias en la importancia que tienen para nosotros las distintas satisfacciones, es sobre todo un hecho de la experiencia más común que las satisfacciones de mayor importancia para los hombres suelen ser aquellas de las que depende el mantenimiento de la vida, y que las demás satisfacciones se gradúan en magnitud de importancia según el grado (duración e intensidad) del placer que depende de ellas. Así, si los hombres que economizan deben elegir entre la satisfacción de una necesidad de la que depende el mantenimiento de su vida y otra de la que sólo depende un mayor o menor grado de bienestar, normalmente preferirán la primera.
Consideremos a Juan, el panadero, que ha producido cuatro panes. Los cuatro panes son los medios que Juan emplea para alcanzar varios objetivos o fines. Digamos que su mayor prioridad, o su mayor fin en cuanto al mantenimiento de la vida, es tener una barra de pan para su consumo personal. El pan es de suma importancia para Juan para mantener su vida.
La segunda barra de pan permite a Juan asegurarse cinco tomates para su consumo personal. Con los cinco tomates, Juan alcanza su segundo fin más importante en lo que respecta al mantenimiento de su vida. Para conseguir los cinco tomates, Juan debe cambiar una barra de pan por ellos. Supongamos que Juan tiene éxito y encuentra un agricultor de tomates que accede a cambiar sus cinco tomates por la barra de pan.
Juan utiliza la tercera barra de pan para cambiarla por el tercer fin más importante, que es tener una camisa. Por último, Juan decide que destinará su cuarta barra de pan a alimentar a las aves silvestres.
Nótese que alimentar a las aves silvestres es el cuarto fin de Juan, el menos importante. La cuarta barra de pan es la última unidad del suministro total de pan de Juan. También se llama la unidad marginal, o la unidad al margen.
La unidad marginal asegura el fin menos importante. Alternativamente, también podemos decir que, en lo que respecta a la vida, la unidad marginal proporciona el menor beneficio.
Obsérvese que para alcanzar el segundo y el tercer fin Juan tuvo que cambiar sus recursos -panes- por bienes que le sirvieran para alcanzar sus fines.
Para asegurarse el fin de tener una camisa, Juan tuvo que cambiar su barra de pan por la camisa. La barra de pan no sirve por sí sola para cumplir los servicios que presta la camisa. Del mismo modo, para asegurarse el fin de tener cinco tomates, Juan tuvo que cambiar una barra de pan por cinco tomates.
Obsérvese que la primera barra de pan se emplea para asegurar el fin más importante, la segunda barra de pan el segundo fin más importante, etc.
Los fines determinan el valor de los medios
Un fin determinado determina los medios específicos que un individuo puede seleccionar para la consecución de ese fin. Por ejemplo, para conseguir el fin de tener una camisa, Juan tendría que seleccionar entre varias camisas la más adecuada para su fin específico: tener una camisa de trabajo, digamos.
Al ser panadero, Juan puede llegar a la conclusión de que la camisa debe ser de color blanco y estar hecha de un material más fino que grueso para que le resulte cómoda mientras trabaja junto a un horno caliente.
Además, también podemos deducir que el fin asigna una importancia al recurso empleado. Esto implica que la primera barra de pan tiene una importancia mucho mayor que la segunda debido al fin más importante que asegura la primera barra de pan.
Dado que los fines del individuo determinan su valoración de los medios y, por tanto, sus elecciones, se deduce que el mismo bien va a ser valorado de forma diferente por un individuo como consecuencia de los cambios en sus fines.
Aunque, por regla general, los individuos asignan un mayor valor al oro que al agua, esto no tiene por qué ser siempre así. Para calmar su sed en el desierto, el individuo necesita agua. El oro que posea no le servirá de nada en este sentido. El individuo va a asignar la mayor importancia a tener agua para mantener su vida en el desierto. El oro va a tener muy poca importancia aquí.
¿Por qué el extremo menos importante determina el valor de cada unidad?
Ahora bien, Juan considera que cada uno de los cuatro panes que posee es intercambiable. ¿Cómo, entonces, va a valorar cada uno de los cuatro panes? Va a valorar cada uno de ellos de acuerdo con el fin menos importante, que es alimentar a las aves silvestres. ¿Por qué el fin menos importante sirve de norma para valorar los panes?
Considere que Juan está utilizando el primer extremo como norma para asignar valor a cada pan. Esto implicaría que él valora los segundos, terceros y cuartos panes mucho más que los segundos, terceros y cuartos extremos.
Sin embargo, si este es el caso, ¿qué sentido tiene cambiar algo que se valora más por algo que se valora menos? Obsérvese que para satisfacer su segundo fin, que es tener cinco tomates, Juan tendría que cambiar una barra de pan por cinco tomates. (Obsérvese que a cinco tomates, que es el segundo fin, se le asigna un valor menor que al primer fin). Si Juan asigna un valor mayor a una barra de pan que a cinco tomates, lo más probable es que no se produzca el intercambio.
Obsérvese que la cuarta barra de pan es la última unidad en el suministro total de Juan; también se llama unidad marginal (es decir, la unidad al margen). Esta unidad marginal asegura el fin menos importante en cuanto al mantenimiento de la vida.
Si Juan tuviera sólo tres panes, cada pan se valoraría según el tercer fin: tener una camisa. Este fin se clasifica más alto que el de alimentar a las aves silvestres.
De ello podemos deducir que, a medida que la oferta de pan disminuye, cada barra de pan se valorará mucho más que antes de la disminución. A la inversa, a medida que la oferta de pan aumenta, cada barra de pan se valorará menos que antes de que aumentara la oferta.
Además, observa que los fines no se fijan de forma arbitraria, sino que se clasifican en función de su importancia para mantener la vida. Si Juan hubiera clasificado sus fines al azar y sin ninguna reflexión, habría corrido el riesgo de poner en peligro su vida.
Por ejemplo, si hubiera destinado la mayor parte de sus recursos a vestirse y a alimentar a las aves silvestres y muy poco a alimentarse a sí mismo, habría corrido el riesgo de debilitar su cuerpo.
La utilidad no es una cantidad medible
En el marco de Menger, la utilidad no tiene que ver con las cantidades, sino con las prioridades, o con la clasificación de varios fines con respecto a la vida de un individuo.2 Sin embargo, no se pueden sumar las prioridades como tales.
En consecuencia, la utilidad marginal no es, como sostiene la perspectiva dominante, una adición a la utilidad total, sino la utilidad del fin marginal.
Dado que la utilidad total no puede cuantificarse, son cuestionables los diversos modelos económicos que emplean métodos matemáticos basados en la opinión de que ese total existe.
Según Rothbard,
Muchos errores en las discusiones sobre la utilidad provienen de la suposición de que se trata de algún tipo de cantidad, medible al menos en principio. Por ejemplo, cuando hablamos de la «maximización» de la utilidad de un consumidor, no nos referimos a un stock o una cantidad definida de algo que deba maximizarse. Nos referimos a la posición más alta en la escala de valores del individuo. Del mismo modo, es el supuesto de lo infinitamente pequeño, sumado a la creencia en la utilidad como cantidad, lo que lleva al error de tratar la utilidad marginal como la derivada matemática de la «utilidad total» integral de varias unidades de un bien. En realidad, no existe tal relación, y no existe la «utilidad total», sino la utilidad marginal de una unidad de mayor tamaño. El tamaño de la unidad depende de su relevancia para la acción concreta.3
Obsérvese que tanto el enfoque dominante como la forma de pensar de Menger hacen hincapié en la importancia de la cantidad relativa de un bien para determinar su precio.
La diferencia, sin embargo, es que la corriente principal se basa en la psicología, mientras que Menger hace hincapié en la importancia del propósito que un bien ayuda a conseguir.
El enfoque dominante destaca la satisfacción que un individuo obtiene de una unidad adicional de una cosa (es decir, las necesidades biológicas).
El marco de Menger hace hincapié en los hechos de la realidad que hay que averiguar y considerar para el mantenimiento de la vida.
Por lo tanto, para mantener su vida, Juan necesita una barra de pan; esto es de suma importancia para mantener su salud. Tener una barra de pan es el hecho de la realidad que Juan debe considerar si quiere mantenerse sano.
Tener una camisa de trabajo también es importante para John. Tiene que decidir qué tipo de camisa debe tener que le haga sentirse cómodo. John tiene que pensar en todo esto. Su decisión se basará en un proceso de reflexión.
Obsérvese, de nuevo, que en el enfoque dominante, la utilidad se considera una especie de cantidad que puede someterse a las reglas de las matemáticas. Sin embargo, esto no es así en el marco de Menger, donde la utilidad se refiere a la clasificación de los bienes con respecto a la vida, que se asigna como el fin más importante.
Además, en el enfoque dominante se hace mucho hincapié en las curvas de indiferencia, que supuestamente podrían ser útiles para entender las elecciones de los individuos. Sin embargo, la indiferencia no tiene nada que ver con la conducta intencionada de los individuos. Cuando se enfrenta a varios bienes, un individuo hace su elección basándose en la idoneidad de los bienes para ser empleados como medios para varios fines, que se clasifican con respecto a la vida del individuo.
En conclusión, no tiene sentido hablar de la utilidad marginal de un bien sin referirse a la finalidad que éste tiene. La teoría de la utilidad marginal, tal y como la presenta la economía tradicional, describe a un individuo sin objetivos y que se deja llevar por factores psicológicos. Este individuo no se propone conscientemente alcanzar sus objetivos.
Fuente: Mises Institute