Este renacimiento se promueve hábilmente bajo lemas como «política de innovación orientada a la misión» y «Estado empresarial», pregonados por célebres economistas como la italo-británica Mariana Mazzucato y el profesor de Harvard Dani Rodrik. Se les invita regularmente a Davos y eventos similares para dar legitimidad a las iniciativas a gran escala de los gobernantes.

Estos académicos sostienen que, del mismo modo que el programa de alunizaje impulsó el desarrollo económico de los Estados Unidos, deberían iniciarse «moonshots» similares en otros ámbitos, movilizando a agentes privados y públicos hacia objetivos comunes como erradicar la falta de vivienda o curar el cáncer.

En nuestro libro, los investigadores identifican varias razones por las que esta política aparentemente atractiva es en realidad problemática. La lista de proyectos grandiosos que han fracasado es larga. Algunos ejemplos: la guerra de EEUU contra los sin techo y el programa de compra de viviendas (que fue un factor de la crisis financiera), el intento de Brasil de reconstruir su industria naval, el «programa del millón» sueco para impulsar la oferta de viviendas, el intento de los EEUU de utilizar la ayuda para construir países en desarrollo y la «guerra contra el cáncer» de Richard Nixon.

Identificamos siete razones por las que estas misiones no suelen funcionar bien en la práctica:

  1. Las misiones no pueden resolver problemas complejos.
  2. Los políticos y los organismos gubernamentales no están exentos de intereses propios.
  3. Los responsables de la toma de decisiones carecen de información suficiente para diseñar adecuadamente las misiones.
  4. Las misiones están sujetas a la búsqueda de rentas y a la captura de misiones.
  5. Las misiones distorsionan la competencia.
  6. Las ayudas públicas distorsionan los incentivos y crean riesgo moral.
  7. No se tienen en cuenta los costes de oportunidad.

Estos siete factores impregnan los fracasos de la política industrial analizados en nuestro libro. También son aplicables a las megainversiones y a los llamados acuerdos verdes que se despliegan ahora por todo el mundo, y que a menudo no tienen precedentes en la historia industrial.

Una economía de mercado se basa en un proceso descentralizado con margen para la experimentación, la evaluación y la selección. Las compañías y los particulares interactúan espontáneamente y ponen a prueba la viabilidad económica de distintas soluciones. La principal tarea de la política debe consistir en crear unas reglas del juego que incentiven adecuadamente a los agentes pertinentes para encontrar soluciones rentables y adecuadas a los grandes retos de la sociedad.

El retorno de la política industrial significa un renacimiento de la simbiosis entre el Estado y los propietarios de capital. Tanto la teoría económica como la experiencia histórica demuestran que esto es un error. Cuanto antes lo reconozcamos y demos un giro de 180 grados, menos costosa y dolorosa será la recuperación.

* Christian Sandström es profesor asociado senior de negocios digitales en la Escuela Internacional de Negocios de Jönköping.

Christian escribió su tesis doctoral sobre innovación disruptiva y, basando su trabajo en estudios históricos del cambio tecnológico, por ejemplo en la industria de las cámaras, la industria de las calculadoras y la videovigilancia, desarrolló una nueva teoría sobre el tema.

La investigación actual de Christian se refiere a la interacción entre el cambio institucional y tecnológico digital, y las implicaciones competitivas de tales transiciones.

Fuente: Instituto Mises