En la antigua Grecia de Platón, la democracia se creó inicialmente para darle el poder al pueblo, que lo ejercía directamente o a través de representantes elegidos. Se promovía la igualdad ante la ley, la participación activa de los ciudadanos en la política y la protección de los derechos y libertades individuales. Sin embargo, en ese momento, la democracia también enfrentaba desafíos, ya que no todos podían votar: las mujeres, los esclavos y los residentes extranjeros estaban excluidos. Aunque en la actualidad esto ha cambiado y cualquier persona mayor de 18 años puede votar, hoy en día la problemática es diferente y quizá semejante en muchos países donde está instaurado un gobierno democrático.
Antes de profundizar, debemos entender de qué están compuestas nuestras democracias. Por lo general, se componen de la siguiente fórmula:
Tenemos un Poder Legislativo, el cual es el encargado de elaborar, modificar y aprobar las leyes, y que, dependiendo del país, es el Congreso, Parlamento o Asamblea Nacional.
Posteriormente, tenemos el Poder Judicial, que se encarga de interpretar las leyes y resolver disputas legales, asegurando que se respeten los derechos constitucionales. Está conformado por la Corte Suprema y los tribunales inferiores.
Y para completar la trifecta, tenemos al Poder Ejecutivo, que se encarga de aplicar y ejecutar las leyes; dirige las políticas del gobierno, siendo los encargados el Presidente o el Primer Ministro.
Hasta aquí todo suena bien, pero si le agregamos ciertas características, podrán entender que quizá este sistema no es el mejor. Concentrémonos primero en el Poder Legislativo; este, en teoría, funciona siempre y cuando todos los participantes voten hacia una dirección en concreto para formar unidad a favor del pueblo. No me malinterpreten: el objetivo es discutir y debatir lo mejor para el pueblo; por ende, todo tiene que estar bajo crítica constructiva desde el pro al contra. Pero si nos encontramos ante corrupción y altos conflictos de intereses, el escenario cambia drásticamente; el Poder Legislativo se convierte en un sitio donde las leyes se crean y se aprueban en beneficio de los políticos de turno o de la mayoría ideológica que resida allí. Por ende, la constitución de un país puede no ser la mejor dados los hechos. Sin mencionar que quienes saben mejor de nuestras necesidades somos nosotros mismos, quienes podemos tomar nuestras propias decisiones y no unos cuantos que están en constante desacuerdo para dar cada año resultados mediocres.
Por otro lado, tenemos el Poder Judicial, encargado de todo el tema legal, de dar juicios justos a todos los ciudadanos. Pero si nuestra constitución es ambigua y quizá muy corruptible, esto afecta a las entidades que se encargan de aplicar estas leyes. Por ende, nos encontramos en nuestro día a día mártires no reconocidos y pillos «inocentes», y creo que a ojos de cualquier persona esa no es verdadera justicia… Esta es una de las causas de que haya tanta delincuencia, inseguridad e injusticia en muchos países del segundo o tercer mundo, donde las leyes no se aplican a unos cuantos, los cuales saben manipular su entorno a sus antojos.
En fin, nos encontramos ante los peones de un juego de ajedrez interminable: el Poder Ejecutivo que está sujeto a la voluntad del Poder Legislativo.
¿Ustedes creen que esta sea una verdadera democracia donde el pueblo manda?
En temporadas de votación, todos nos enfocamos en quién será el nuevo presidente y cuáles son sus pensamientos u orientación política para el futuro del país, pero muy pocos nos damos cuenta de que es el peón de un juego de ajedrez muy grande, vasto y tortuoso. Y es aquí donde me incluyo y afirmo que yo también tuve ese pensamiento de que quizá un nuevo presidente pueda solucionar las problemáticas que a todos nosotros en común nos afligen. Pero es aquí donde entendemos que la democracia está rota y que, si queremos tomar en nuestras manos el futuro de nuestras familias, solo hay una salida del sistema.
Quiero que quede muy claro: en ningún momento hablaré sobre anarquía pura y dura, sino que el objetivo es hacer hincapié en que, si buscan un cambio en su gobierno, esta es la manera en la que pueden purgar toda la malicia del sistema.
Si bien es cierto que es importante la educación política y la lucha cultural, esta tiene que estar acompañada por soluciones instantáneas pero con efectos a largo plazo reales. Cada uno de nosotros no podemos ser el próximo asambleísta o agente de cambio en medio de una jungla de intereses y corrupción; es algo muy difícil y solitario de conseguir, mas no imposible para aquellos que se aventuran. Por eso hago este llamado, seas de derecha o izquierda, de arriba o de abajo, a toda persona que ve que la democracia no se aplica de manera correcta; la única manera de cambiar el sistema es quitándole el único sustento/poder: nuestro dinero.
Lo que hace funcionar al Estado es el dinero, por lo cual, si quitamos eso de la ecuación, ya no podrá expandirse al mismo ritmo de manera ineficiente y poco coherente, dando oportunidad a la corrupción. Con eso, nos aseguramos de que el Estado no penetre más allá de nuestros derechos individuales. A medida que pase el tiempo, el Estado se encontrará en una situación de insolvencia financiera, obligándolo a reducirse y a no poder permitirse el uso de su poder secundario, el cual es la violencia, el recurso favorito de todo Estado dictatorial en tiempos de crisis. Y esto sin tomar en cuenta que las monedas de cada país, ya sea el dólar o alguno de los pesos que se usen, pueden ser métodos de creación de dinero de la nada mediante la inflación.
Es aquí donde llega Bitcoin a nuestras vidas como solución a todos los problemas que nos puedan afligir. Es el único activo en la faz de la galaxia que es escaso e incautable, al cual solo tú como lector tienes acceso. Una herramienta financiera que preserva el fruto de tu trabajo y te protege de la censura.
Como señaló Timothy C. May:
«El Estado, por supuesto, intentará ralentizar o detener la propagación de esta tecnología, citando preocupaciones de seguridad nacional, el uso de la tecnología por traficantes de drogas y evasores de impuestos, y temores de desintegración social. Muchas de estas preocupaciones serán válidas, pero si analizamos por un segundo el otro lado de la moneda, durante las últimas décadas el dólar ha dominado el escenario, donde todas estas ‘preocupaciones’ fueron el día a día de las grandes instituciones financieras, ya sea en contra o a favor. La tecnología de la imprenta alteró y redujo el poder de los gremios medievales y la estructura de poder social; los métodos criptológicos también alterarán fundamentalmente la naturaleza de las corporaciones y la interferencia gubernamental en las transacciones económicas. Combinada con los mercados de información emergentes, la criptoanarquía creará un mercado líquido para cualquier material que pueda ser puesto en palabras e imágenes. Y así como una invención aparentemente menor como el alambre de púas hizo posible el cercado de vastos ranchos y granjas, alterando para siempre los conceptos de derechos de propiedad en el oeste fronterizo, así también el descubrimiento aparentemente menor de una rama arcana de las matemáticas se convertirá en las pinzas que desmonten el alambre de púas alrededor de la propiedad intelectual».
El estado actual de la democracia revela profundas fallas, evidenciadas por la corrupción y la desconexión entre los intereses del gobierno y del pueblo. Si queremos cambiar el rumbo de nuestras sociedades, debemos replantear el sistema desde sus cimientos. Bitcoin emerge como una herramienta clave en esta transformación, proporcionando una alternativa financiera que no puede ser manipulada por las élites ni confiscada por los gobiernos.
No obstante, aunque cambies de moneda o de país, las consecuencias de la inflación y la corrupción te alcanzarán tarde o temprano. Si realmente quieres estar preparado para proteger tu futuro, Bitcoin es la solución. Al adoptarlo, estás tomando control directo sobre tus finanzas y reduciendo el poder de los estados corruptos que dependen de nuestro dinero para seguir operando.
El camino no será fácil, pero al unirnos en esta lucha por la descentralización, podemos acercarnos a una verdadera libertad y justicia. El cambio está en nuestras manos, y la tecnología puede ser el catalizador que necesitamos para construir un futuro más libre para todos.
* Luis León Pardo el Project Manager de la Fundación Internacional Bases. Luis es un emprendedor con experiencia en desarrollo de negocios y capital de riesgo. Ha trabajado en proyectos de Web3, launch pads, inmobiliaria DeFi e incubación. También de vez en cuando es orador en temas relacionados con las nuevas tecnologías y su impacto en los negocios y/o política. Posee una visión innovadora y un enfoque en el crecimiento sostenible.
Fuente: Fundación Internaciona Bases