Für den geliebten Wind
Tomémonos un momento e imaginemos un experimento en el que alrededor de 12 personas se encuentren viviendo juntas por una semana en un edificio, pero cada una aislada del mundo exterior, confinada a un apartamento. Sólo pueden comunicarse con las otras personas del edificio y esto sólo a través de una aplicación creada para ese fin, una red social. Se irán conociendo a través de las pantallas durante una semana, interactuando por medio de juegos y actividades dinámicas.
Este ejercicio tiene la finalidad de determinar quién es la persona más agradable y genuina. Ahora, recordemos que sólo pueden interactuar a través de una red social exclusiva para ellos. Pueden mostrarse como son, o pueden incluso enseñar fotografías e imitar personalidades de otra persona, un tipo hacerse pasar por mujer o una persona mayor mostrarse como un joven. ¿Realmente la calidad personal de la persona, además de su autenticidad, podría apreciarse a través de mensajes de texto?
Quién, sino Netflix, hizo de este experimento una realidad, mostrándonos el detrás de cámaras completo. Por circunstancias de la vida, me encontré viendo las primeras temporadas de The Circle Estados Unidos, The Circle Brasil y The Circle Francia. Además de las interacciones a través de la aplicación, lo único que los participantes veían, también pude conocer quiénes eran ellos detrás; lo que realmente pensaban al enviar cada mensaje, además de quiénes eran realmente lo que decían ser y quiénes mostraban un perfil falso, los llamados catfish.
Uniformemente, resultó que pretender ser quien uno no es termina siendo un camino más difícil, comparándolo con sencillamente mostrarse de manera auténtica, “si no miento, no debo recordar las mentiras”. No querré spoilear a algún lector que desee comprobarlo por sí mismo, pero en las tres ediciones los ganadores fueron inequívocamente escogidos, por los demás participantes, entre las personas más genuinas, cálidas y empáticas que había. Tres diferentes grupos de personas, de tres diferentes culturales, y al final siempre las mejores personas prevalecieron.
Importante resaltar que el valor social de la empatía y la inclinación humana hacia ella ha sido un tema ampliamente estudiado. Desde su Teoría de Sentimientos Morales (1759), Adam Smith resalta la virtuosidad de la benevolencia, considerando también las consecuencias no intencionadas de nuestras acciones. Él llamó “simpatía” a la “capacidad para identificarse con los pensamientos y emociones de las otras personas”, algo que en la actualidad se definiría mejor como “empatía”. Para él, nuestro sentido de moralidad deriva de la capacidad humana para ser empáticos, siendo un elemento deseable para los miembros de una sociedad que desee desarrollarse sobre relaciones de cooperación voluntaria y respeto hacia los demás, “sin importar lo egoísta que se suponga sea el hombre, hay evidentemente algunos principios en su naturaleza que lo llevan a interesarse en la fortuna de los otros” decía.
El concepto de empatía como lo conocemos ahora surgió con Edward Titchener (1909), quien tradujo el vocablo alemán “Einfuhlung” al “empathy” inglés, interpretándolo como un concepto similar al “adaptarse a lo que se observa”. Psicólogos modernos podrían entenderla, de manera general, como “una sensibilidad elevada a la experiencia personal del otro”, basados en el trabajo de Albert Mehrabian y Norman Epstein (1972).
Recientemente, los investigadores Nicole McDonald y Daniel Messinger de la Universidad de Miami concluyeron en 2011 que la empatía influye en una conducta más prosocial, mayor competencia en escenarios sociales y la internalización de normas de convivencia. Además, la predisposición empática de cada uno termina afectando positivamente la calidad de sus relaciones sociales, abarcando incluso la confianza que se puede experimentar en las relaciones adultas y la capacidad de cooperación y trabajo en equipo. Estas fortalezas de una persona empática y madura emocionalmente definitivamente las tienen los ganadores del experimento de The Circle, tanto de EEUU, de Brasil, y de Francia, a quienes les fue muy bien con un premio apetecible en dinero.
Observando más allá de lo expuesto, ser honesto, genuino, y empático ayuda excepcionalmente en cuanto a la asimetría de la información en las relaciones sociales. La asimetría de información ocurre cuando, dentro de una negociación o interacción cualquiera, uno de los partícipes tiene mayor conocimiento que su contraparte respecto a la transacción, coordinación o diálogo que esté sucediendo. La asimetría de información es una falla de mercado que puede dificultar el alcance de un punto cercano al equilibrio de competencia perfecta. Entre más honestas y empáticas sean las partes en una relación, más cercanos estarán de un equilibrio en su interacción, sabiendo el contexto pertinente y las condiciones de las personas involucradas. Esto, inevitablemente, permitirá un mejor resultado en la relación o negociación, teniendo claras expectativas y trasfondos.
En consideración de lo anterior, los estudios profesionales y la evidencia empírica de The Circle, es evidente que ser buena gente es la mejor estrategia de vida. Ser auténtico, considerado y empático abrirá más puertas en la vida que ser mezquino, falaz y manipulador. Después de que todo ha sido dicho y hecho, uno siempre termina intuyendo qué tan genuina es la otra persona. Ser buena gente asegura una mejor calidad de vida, mejor calidad de relaciones, y mejores condiciones para prosperar.
Ya con esto, creería que se trata de una lección de vida de manera general, pero recordarla me parece especialmente importante durante los tiempos tan difíciles que vivimos en la región centroamericana, tras una pandemia y dos huracanes. Seamos cálidos y empáticos con cada persona que conocemos, de quienes además siempre podemos aprender algo y crecer con ello (cada persona es un maestro).
Obligados por la propia naturaleza individual, al final uno siempre busca primero encontrarse bien personalmente y ayudar a sus seres queridos, amigos y familia. Pero si nos sobra algo, si somos tan afortunados, contribuir de nuestros frutos a la comunidad en la que cada uno vive, ayudando, es un acto excelso. Como decía el ilustre Walter Williams (QDDG), quien hace poco nos dejó, “La caridad es una de las motivaciones humanas más nobles. El acto de extender nuestra mano al bolsillo propio para ayudar a una compañera persona en necesidad es laudable y digno de elogio. Extender nuestra mano al bolsillo de alguien más es despreciable y condenable”.
Fuente: Fundación Eléutera