A la hora de encarar este asunto ciertos amigos, quizás, han perdido la brújula y la impotencia los ha llevado a la práctica de un deporte nacional que consiste en buscar culpables fuera del entorno cercano.
Es sabido que las organizaciones que se concentran en lo académico y lo intelectual están alineadas en lo que se ha dado en llamar “la batalla cultural”. Están plenamente convencidos de que un cambio político solo se consigue como corolario de una previa modificación de las ideas reinantes.
Si esto último no sucede, lo otro probablemente tampoco. Si la mayoría apoya visiones estatistas no existe razón alguna para que los votantes acompañen a un partido con mirada libertaria, ni nada que se asemeje.
Sin embargo, pululan en esta diversidad liberal, aquellos individuos, muchos de ellos de indudable predicamento y valía, que se quejan del accionar de los think tanks. La acusación mas recurrente es que prefieren la comodidad de las reuniones selectas a la lucha en el barro político.
Ese tipo de planteos adolece de varias omisiones. Una de ellas, y no necesariamente la mas importante, es que justamente las fundaciones y sus equivalentes no son un partido político, ni desean serlo. Crearon estos espacios para otro fin bien diferente que tiene códigos muy específicos.
Otro ángulo, bastante relevante, es que se trata de una institución de carácter privado, que gestiona sus recursos por lo que la crítica debería registrar este aspecto vital ya que compararlas con los estamentos gubernamentales es ignorar la naturaleza de estas entidades. Los que administran sus medios pueden decidir que hacer y que no hacer con ellos, de que modo y con que objetivos.
Los que ocupan puestos en los gobiernos han sido, directa o indirectamente, colocados allí por ciudadanos que los han votado. Para ello ha mediado la voluntad manifiesta de ser parte de la esfera estatal, proponiéndose como candidatos primero y luego haciendo promesas a sus electores.
Tal vez sea conveniente repasar que los que hemos decidido dedicarle esfuerzo a intentar paulatinamente modificar el clima de ideas en nuestras comunidades estamos muy lejos de estar conformes con lo realizado.
De ningún modo creemos que nuestro trabajo sea impecable y que no merezca ser evaluado permanentemente. De hecho, buena parte de los foros que se organizan actualmente apuntan a optimizar la labor, a examinar estrategias y corregir la larga lista de errores habituales.
Nadie puede estar satisfecho con lo conseguido hasta hoy. La evidencia empírica dice que venimos fracasando en esto de transformar la sociedad y esto no tiene ni atenuantes, ni justificaciones validas.
No menos cierto es que se han dado avances, pero que no han sido suficientes para revertir la aplastante realidad, por lo que resulta imperioso seguir buscando variantes y mejorar casi todo lo que se viene haciendo.
El punto central es que quienes enarbolan estos despiadados planteos pretenden que otros hagan lo que ellos no están dispuestos a hacer por si mismos. Insisto, los think tanks no son organismos gubernamentales sino entidades privadas que definen sus rumbos absolutamente “a piacere”.
Si alguien cree que nuestras organizaciones deben hacer tal o cual cosa, la pregunta pertinente sería, ¿por qué no lo intentan ellos? Si la respuesta es que no desean hacerlo, tienen otras prioridades o lo que fuere, pues están en su pleno derecho de pensar y actuar de esa manera. Después de todo se trata de sus vidas y tienen la potestad de decidir como usar su tiempo.
Habrá que decir que quienes forman parte de los institutos liberales también pueden hacer lo que prefieran. La regla, en ese caso, tampoco es otra. El respeto irrestricto al plan de vida ajeno es una de las mejores definiciones que ha producido el liberalismo contemporáneo. Sería muy saludable tomar nota de esta genialidad, ejercitarla y no solo recitarla.
Para que quede mas claro aún. Las opiniones son inexorablemente eso, opiniones. Las criticas son siempre bienvenidas. Cuando se hacen en reserva suelen tener mas legitimidad y mayor impacto, pero cuando precisan explicitarse públicamente suelen tener intenciones de otra índole.
Los “think tanks” seguirán haciendo lo que consideren apropiado. En definitiva, eso es lo correcto. Son los artífices de su propio destino. Serán evaluados por sus aciertos y errores, como ocurre en todos los ordenes.
Mientras tanto, los críticos seriales, aportarán su mirada. Tal vez sea una buena alternativa que se sumen a las instituciones existentes, o inclusive, porque no, que construyan sus propios proyectos e instrumenten efectivamente cada una de sus propuestas concretas.
Hay mucho por hacer y demasiado por revisar. Faltan brazos y cerebros para implementar cientos de ideas. Una actitud valorable, positiva y hasta esperable es que los que entienden que este sendero no es el óptimo inicien la fabulosa empresa de construir algo superador. La mejor enseñanza será mostrar como se lleva adelante exitosamente este desafío. Manos a la obra.
Fuente: Club de la Libertad