Acabo de releer la obra maestra de Ludwig von Mises, Acción Humana. Qué alegría es volver a conocer la magistral obra de Mises y usarla como referencia para medir mi propia odisea intelectual desde que la leí por primera vez hace más de 40 años.
Al principio el lector se encuentra con el término «individualismo metodológico». Este bocado puede parecer al principio un concepto epistemológico abstracto, si se olvida que alguna vez formó parte de los fundamentos de la economía de Mises. Por el contrario, al volver a visitar a Mises me he dado cuenta de lo profundamente que he interiorizado el concepto y de la gran diferencia que le ha dado a mi forma de pensar sobre las controversias políticas y económicas.
Empecemos con lo que no es el individualismo metodológico. No tiene nada que ver con el «individualismo rudo». No es ideología en absoluto. Es un término que describe la naturaleza esencial del pensamiento y la acción humana. Es un principio fundamental en el que Mises basa toda su exposición de la economía.
«El verdugo, no el Estado, es quién ejecuta a un criminal». Este es el resumen conciso de Mises del individualismo metodológico. Mises no niega que el verdugo actúa bajo la influencia de sus relaciones con otros en la sociedad. Es un empleado o un servidor de algún sistema penal y está obligado a llevar a cabo las ejecuciones cuando así se le ordene. Puede temer las consecuencias si no actúa según lo ordenado. Puede que tenga una familia que mantener. Puede que desee asegurar su lugar en el cielo. Ninguna de estas condiciones altera la secuencia básica de los eventos: El verdugo reflexiona sobre la acción que va a realizar, pensando con cuidado o casi sin pensar. Cree que su mejor opción es tirar de la cuerda que abre el paracaídas. Empuja su brazo para que se mueva y realiza la acción.
Cuando pensamos en el verdugo desde el punto de vista de la praxiología (nombre de Mises para la ciencia de la acción humana) no nos preocupan los factores sociales o psicológicos que pueden haber influido en su acción, ni los disparos neuronales en su cerebro, ni las acciones musculoesqueléticas de su brazo. Simplemente observamos que las acciones siempre son iniciadas y llevadas a cabo por individuos y siempre están motivadas por la expectativa del individuo de estar mejor como resultado de la acción elegida en lugar de alguna alternativa. Tenemos voluntad y tenemos objetivos. Hacemos que las cosas sucedan con la esperanza de eliminar el «malestar sentido», como dice Mises.
Si sólo actúan los individuos, la «acción de grupo» no significa más que las acciones concertadas de los miembros individuales del grupo. Sin embargo, constantemente escuchamos a la gente hablar sobre las maneras en que los grupos realmente actúan. Como un ejemplo inofensivo, piense en un fanático que sale del estadio y dice: «¡Le ganamos a los Tigres!» cuando todo lo que realmente sucedió fue que alguien hizo un jonrón y alguien lanzó un montón de strikeouts y así sucesivamente.
Qué tal esto: «General Motors anunció una retirada de sus productos». Pero no hay una entidad actuante llamada General Motors. Lo que realmente sucedió fue que los empleados emitieron avisos de retiro, actuando bajo sus obligaciones contractuales con los ejecutivos que habían respaldado individualmente el retiro. No hay gran daño ahí.
El lenguaje de la acción grupal toma seriedad con la política. La primera frase de la Constitución de EE.UU., que declara que «Nosotros el pueblo» lo establece así, es simplemente un mito. Unos pocos individuos selectos la votaron para que existiera, y todos están muertos. Puede que nos guste mucho la Constitución y deseemos que los políticos la obedezcan, pero de ninguna manera esa sentencia dictada hace tanto tiempo debería obligar a nadie hoy día.
Esto se transforma en algo realmente serio cuando hay una guerra involucrada. Puede ser un atajo conveniente cuando un ciudadano estadounidense dice, «Estamos enviando drones a Pakistán». Pero la implicación corrosiva es que todos los norteamericanos somos de alguna manera responsables de los operativos de la CIA y otros que realmente envían los drones.
Estudiar e internalizar la noción de Mises sobre el individualismo metodológico lo inocula a uno contra las falacias mencionadas y otras innumerables. «Pero, ¿a qué precio?», se podría preguntar. ¿Esta perspectiva individualista de alguna manera lo convierte a uno en un ermitaño, un cascarrabias, un amargado? Por el contrario, considero que nuestras relaciones sociales y comerciales son más satisfactorias tanto para nosotros y para quienes nos rodean cuando nos basamos en el reconocimiento de cada individuo como fuente de sus propias acciones. Es más probable que encontremos gente que podamos admirar y en la que podamos confiar y menos probable que nos involucremos con tontos.