El 19 de julio de este año el presidente dio una entrevista al diario financiero Financial Times. En ese entonces, el gobierno discutía con los acreedores una posible salida del default. Al otro día, el INDEC divulgaba el dato de actividad económica del mes de mayo: -20,6% interanual.
Hasta mayo, la cantidad de puestos de trabajo en el mercado formal había caído en nada menos que 452.000, y había 28.000 empresas menos registradas en AFIP.
Consultado acerca de su plan económico para no solo revertir esta situación, sino generar la adhesión de los acreedores al canje de la deuda, Alberto respondió:
«Francamente, no creo en los planes económicos. Creo en los objetivos que nos podemos fijar y trabajar para conseguirlos».
Por varios días, incluso semanas, el gobierno mantuvo secreto acerca de cuáles eran los pasos a seguir una vez alcanzado un acuerdo con los acreedores y una vez flexibilizada la eterna cuarentena.
¿Era que no tenían un plan?, se preguntaban en los medios. En realidad, el gobierno plan siempre tuvo, y ese es precisamente el problema: que las medidas que se tomarán en base a él volverán a fracasar, como lo han hecho mil veces en el pasado económico de nuestro país.
El plan es controlar precios
Hace horas nomás el presidente anunció a través de Twitter que se decidió «declarar servicios públicos a la telefonía celular, a los servicios de internet y a la televisión paga. De esta manera garantizamos el acceso a los mismos para todos y todas.»
Si el anuncio hubiese quedado ahí, tal vez no habría mucho para decir. Como algunos kirchneristas se apuraron en publicar, otros países contienen a estos servicios en la misma categoría. Ahora bien, en la Argentina Peronista la declaración implica que se van a «congelar hasta el 31 de diciembre las tarifas telefónicas, de internet y de televisión paga».
Es decir que estos servician se suman a los «Precios Cuidados» del supermercado, a las tarifas de electricidad, a las tarifas de agua, de transporte y de gas, a las naftas, y nada menos que al dólar, en el nada selecto grupo de bienes y servicios sometidos a políticas de precios máximos impuestos por el gobierno.
La verdad, no quiero aburrir al lector. El resultado será un desastre. Los precios máximos generan escasez, y no tenemos que irnos tan atrás en la historia para comprobarlo. Cuando el último kirchnerismo de Cristina Fernández (ese que Alberto tanto criticó) controló los mismos precios de la economía, hubo escasez de dólares, nos quedamos sin luz, a las empresas les cortaban el gas y un tren chocó en la estación de Once por falta de inversiones y mantenimiento necesario.
Controlar precios en una economía inflacionaria destruye los incentivos a producir por partida doble. En primer lugar, porque ya la inflación distorsiona las señales, y en segundo, porque el precio máximo añade otro inconveniente: la reducción de la rentabilidad.
Y cerrar la economía
Otra de las siempre innovadoras medidas del gobierno fue tapa del Diario El Cronista el último viernes: «El gobierno apunta a reducir las importaciones para darle más aire a la producción nacional». Abajo, se leía que otro de los objetivos buscados era «cuidar las reservas».
Aparentemente, en la cabeza de los economistas K no está la idea de que el fracaso de Macri se debió a un exceso de gasto público sino al «neoliberalismo» de abrir indiscriminadamente la economía y liberar todos los precios.
En primer lugar, ninguna de estas dos cosas ocurrieron. ¿Hubo menos controles a la importación? Sí. ¿Hubo sinceramiento parcial de algunos precios? ¡Sí, gracias a Dios! Ahora en ningún caso hubo apertura indiscriminada ni precios completamente libres.
Lo más fundamental, sin embargo, es que ninguna de esas dos políticas generó la crisis de deuda, que es hija del déficit fiscal y nieta del gasto público.
A pesar de ello, ahora Alberto Fernández está dispuesto a encarar una política que no solo ya fracasó en Argentina (ya que somos uno de los países más cerrado al comercio del planeta, somos pobres y no tenemos reservas) sino que viene fracasando hace más de 200 años.
Es que cerrar la economía para proteger el mercado interno y a la vez acumular reservas internacionales era el summum de la economía mercantilista que prevaleció antes de Adam Smith y el surgimiento del capitalismo.
Y las ideas mercantilitas no se cayeron por el capricho de los economistas liberales, sino porque no habían hecho más que generar pobreza, monopolios, privilegios y desigualdad.
¿Alguien creen que esta vez será diferente?
El problema económico más grande de Argentina en estos momentos no es que el gobierno no tenga un plan. El problema es el plan.
De hecho, fue eso lo que llevó al Riesgo País a saltar violentamente el día después de las elecciones PASO de agosto de 2019. El mercado se anticipaba a lo que iba a venir.
Y, a juzgar por lo ocurrido hasta hora (canje agresivo de deuda, cierre comercial y controles de precios) no se equivocó.
Veremos cómo sigue la película, pero algunos ya se están anticipando…
Fuente: Los Mercados