En octubre de 1976 se anunció que el Premio Nobel de Economía de ese año sería otorgado al economista estadounidense Milton Friedman. Casi exactamente un mes antes de aquel anuncio, Mao Zedong había fallecido. Apenas cuatro años después de su muerte, Friedman visitó China por primera vez. A su regreso, afirmó que China tenía el potencial de replicar el rápido crecimiento económico observado después de la Segunda Guerra Mundial en países como Japón o Alemania. Por aquel entonces, Friedman era quizá el único que veía factible una evolución tan positiva del futuro económico de China.
Es importante recordar que, en 1980, el 88% de la población china todavía vivía en una situación de pobreza extrema. Apenas cuatro décadas después, esa misma tasa ha caído a menos del 1%. Nunca antes en la historia se produjo una reducción tan intensa de la pobreza en un periodo temporal tan corto. Entender cómo fue posible semejante progreso es uno de los grandes retos de nuestro tiempo y nuestra respuesta a esta trascendente pregunta depende, en gran medida, del papel del mercado y el estado en la economía china.
En 1980, el próspero futuro que acabó exhibiendo China distaba mucho de ser evidente. Friedman se sorprendió porque, durante su visita, comprobó que las obras de Friedrich Hayek no solo habían sido traducidas al chino, sino que eran bastante populares. Por ejemplo, había muchos artículos sobre Hayek en las principales revistas de economía chinas. De igual modo, Friedman se complació al descubrir que algunos economistas chinos ya poseían copias de la edición japonesa de su libro Libertad de elegir, que había sido publicado en el país nipón unos pocos años antes. De hecho, fue conocedor de que ya se estaba preparando una traducción al chino de dicha obra. Según explica en sus memorias, es evidente que Friedman se debatía entre la gran esperanza que albergaba y el lógico escepticismo que le hacía dudar sobre la capacidad de adaptación del régimen comunista. En un informe de 1980 escribió que las reformas económicas de China avanzaban en la dirección correcta, pero añadió que “solo el tiempo nos dirá si se llevan a cabo finalmente y cuáles serán sus efectos”. En aquel momento, estaba convencido de que China experimentaría cierto progreso a corto plazo, aunque mantenía sus dudas sobre las perspectivas de la aplicación de reformas de calado en el más largo plazo.
Friedman visitó China por segunda vez en 1988, de la mano del Instituto Cato estadounidense, un centro de pensamiento de referencia en el mundo libertario que organizó una conferencia en Shanghái. Aquel era un evento extraordinario en sí mismo. Friedman pronunció un discurso durante el encuentro y no ocultó el hecho de que la transición de la economía planificada al sistema de mercado traería muchos beneficios, pero también implicaría costos considerables. Friedman comentó que, en su opinión, los líderes chinos estaban “seriamente comprometidos con el esfuerzo de transición” y recalcó que “el pueblo chino será el principal beneficiario de su eventual éxito, aunque no el único, porque si este empeño funciona bien, todas las personas del mundo se beneficiarán”. Aquellas palabras fueron casi proféticas. Después de todo, de no ser por el rápido crecimiento de la economía china, la economía mundial no hubiera experimentado un crecimiento tan positivo en las últimas tres décadas. China es ahora el motor de crecimiento que añade más velocidad al ritmo de expansión la economía mundial, pero Friedman identificó el potencial del país asiático ya en 1988.
La postura optimista de Friedman se vio alentada por una conversación que tuvo con el entonces secretario general del Partido Comunista, Zhao Ziyang, a quien describió como un político con una “comprensión realista de lo que significa liberalizar el mercado”. En su autobiografía, Friedman escribe que su conversación de dos horas con Zhao Ziyang le causó una impresión muy positiva: “mostró una comprensión sofisticada de la situación económica y de cómo funciona el mercado. E, igualmente importante, reconoció que se necesitaban cambios importantes – y demostró estar abierto a ellos”.
Cuando visitó Shenzhen, Friedman quedó impresionado por el hecho de que esta pequeña ciudad portuaria que apenas tenía 6.000 habitantes en 1982 se convirtió en una ciudad vibrante, con 500.000 habitantes, en apenas ocho años. Shenzhen fue la primera zona económica especial de China y aplicó los principios de la economía de mercado de forma mucho más fiel que algunos países de Europa o incluso algunas normas vigentes en Estados Unidos. Cuando visité Shenzhen en 2018 y 2019, para dar una conferencia en su universidad, me impresionó enormemente ver que ya se ha convertido en una metrópoli global, con 12,5 millones de habitantes y un increíble espíritu emprendedor.
En 1993, Friedman visitó China por tercera vez. Las impresiones de Friedman fueron más escépticas en esta ocasión que en 1988. Aunque pudo volver a reunirse con el secretario general del Partido Comunista, Jiang Zemin, el intercambio de puntos de vista fue más unilateral. Friedman solo pudo hablar durante diez minutos, mientras que Jiang Zemin monopolizó la conversación y habló durante un total de 45 minutos. Friedman manifestó entonces sus dudas sobre la capacidad de China para seguir recorriendo el camino que emprendió al reconocer el derecho a la propiedad privada e introducir los principios del libre mercado.
Actualmente, en Occidente existe un evidente malentendido a la hora de evaluar qué factores han contribuido en mayor medida al enorme éxito económico cosechado por China. Mucha gente cree que China ha descubierto una ”tercera vía”, un camino entre el socialismo y el capitalismo. Algunos incluso creen que el increíble éxito chino solo ha sido posible porque el estado ha conservado una influencia fuerte sobre la economía.
En 2018, viajé a Beijing y conocí a Zhang Weiying, un economista chino que se reconoce seguidor de Hayek y Friedman. Weiying se mostró totalmente en desacuerdo con la interpretación predominante en Occidente y enfatizó repetidamente que la única razón por la que el estado sigue desempeñando un papel tan importante en la China moderna es la historia reciente del país, puesto que bajo gobierno de Mao el control de lo público abarcaba casi el 100% de la economía. Weiying me señaló, no obstante, que el éxito económico de China durante las últimas cuatro décadas se basa enteramente en el hecho de que ese enorme peso del estado se ha reducido gradual y progresivamente.
Durante nuestra conversación, Zhang Weiying enfatizó repetidamente que “el ascenso económico de China no se debe al estado, sino que se produce pesar del estado”. Sin duda, Milton Friedman se habría mostrado de acuerdo. Podemos decir que el brillante economista fue uno de los primeros en predecir con precisión el futuro de China. Hoy, como lo confirma un documento de trabajo del Foro Económico Mundial, el sector privado ya es la fuerza impulsora de la producción económica en China: “la combinación 60/70/80/90 se utiliza con frecuencia para describir la contribución del sector privado a la economía china. Ya aporta el 60% del PIB de China, genera el 70% de la innovación, sostiene el 80% del empleo urbano y crea el 90% de los nuevos puestos de trabajo. El sector privado también es responsable del 70% de la inversión y del 90% de las exportaciones”.Friedman, por supuesto, fue crítico con el hecho de que China no introdujese libertades políticas y civiles a la altura de las nuevas libertades económicas. En Chile, vio de primera mano cómo las reformas de libre mercado ayudaron a poner fin a la dictadura militar del país. Sin duda, esperaba que la mayor libertad económica también condujera a una mayor libertad política en China. Sin embargo, a pesar de sus esperanzas, se mantuvo escéptico, y con razón, como sabemos hoy. En cualquier caso, de acuerdo con las enseñanzas de Friedman, el milagro de la economía china confirma que lograr una mayor prosperidad para la gente solo es posible expandiendo los derechos de propiedad privada y promoviendo el libre mercado.
Fuente: Instituto Juan de Mariana