Como un niño, tuve suficiente suerte de presenciar el fin del comunismo en la Europa Oriental. Junto con mis padres, me uní a las manifestaciones pro-democracia que arrasaron a lo largo de mi nativa Checoslovaquia en 1989, haciendo sonar mis llaves para simbolizar la apertura de la Cortina de Hierro. Durante el día, marchábamos. De noche, mi amigo y yo pintábamos letreros anti-comunistas. Era el “año cero”, un nuevo inicio. En gran medida, las cosas resultaron bien. El comunismo cayó, y los países de Europa Central y Oriental ahora son mucho más ricos, sanos, limpios, mejor alimentados, y, por supuesto, más libres. De manera que siento una gran empatía por el pueblo cubano que salió a las calles para demandar un fin de la dictadura comunistas de seis décadas que convirtió a la isla en una prisión al aire libre. Dicho esto, quiero abordar algunas concepciones equivocadas acerca de esta nación isleña.
Primero, el embargo comercial que EE.UU. impuso al régimen cubano no es un bloqueo. De los 193 miembros de las Naciones Unidas, Cuba es libre de comerciar con 192. De manera que, el embargo estadounidense no puede ser responsable de la pobreza cubana. El problema es el sistema económico cubano, que, como el que vi fracasar en Europa Oriental, no produce bienes y servicios que otras naciones necesitan o quieren. Si el embargo fuese a desaparecer mañana, los efectos sobre el bienestar del pueblo cubano fueran mínimos, dado que los problemas cubanos son internos, no externos. Dicho esto, el embargo debería ser eliminado. No ha logrado algo —salvo proveerle a los defensores del régimen cubano con un argumento que, sin importar cuán engañoso, está siendo repetido abundantemente por algunos periodistas y políticos.
Segundo, los “logros” en desarrollo humano de Cuba (si deben ser creídos, dado que los regímenes comunistas suelen producir estadísticas ficticias) de ninguna manera son notables. Entre 1960 y 2015, la tasa de alfabetización de Cuba incrementó en 21 puntos porcentuales. Durante el mismo periodo, aumento en 23 puntos porcentuales en Paraguay, que era dirigido por el dictador fascista Alfredo Stroessner (1953-1989). Entre 1960 y 2017, la mortalidad infantil de Cuba cayo en 3,76 puntos porcentuales. Esta cayó en 12,5 puntos porcentuales en Chile, que fue liderado por Augusto Pinochet (1973-1990). Entre 1960 y 2015, la expectativa de vida en Cuba aumentó por 14,7 años. Esta creció por 20,9 años en Brasil, que fue dirigido por una junta militar fascista (1964-1985). Hoy, pocas personas soñarían con usar las ganancias en desarrollo humano para justificar o excusar los abusos de derechos humanos cometidos por estos viles dictadores. ¿Por qué hacerlo en el caso de Cuba?
Tercero, contrario a lo que dicen algunos de los periodistas más conocidos de EE.UU., Cuba no es “el país más igualitario y multirracial en nuestro hemisferio”. Los miembros de rango más alto del Partido Comunista tienen una serie de privilegios especiales, incluyendo el acceso a mejores hospitales y escuelas. Además, ellos obtienen acceso privilegiado a los alimentos mediante los centros de distribución de alimentos manejados por el estado —como era el caso en Checoslovaquia y en la mayoría de los demás países comunistas (posiblemente en todos) a lo largo del siglo 20. Las relaciones de raza en la isla también son problemáticas. Según la académica especializada en Cuba Rebecca Bodenheimer, “el liderazgo dentro del gobierno cubano históricamente ha sido en gran medida blanco” y “los cubanos negros son desproporcionadamente pobres, [y están] encarcelados…”. No debería sorprender que Fabiola Santiago del Miami Herald concluyó que “Los afrocubanos, a quienes peor les ha ido bajo el régimen cubano, están liderando esta nueva revolución en Cuba”.
De cualquier modo, le deseo al pueblo cubano la mejor de las suertes. El esparcimiento de la libertad humana se ha estancado durante los últimos años. Incluso hemos visto algunos retrocesos en el proceso de democratización. Sería agradable si pudiéramos transferir la isla de la categoría “no libre” a “libre”. ¡Eso si que sería progreso!”
Fuente: El Cato