“Un gobierno no puede hacer a un hombre más rico, pero si lo puede hacer más pobre.”
Ludwig von Mises
Finalmente, tras aproximadamente 120 días, se terminó la cuarentena estricta que aún regía para la zona del AMBA. Tal como lo venían haciendo, en una conferencia conjunta, el Presidente, el Jefe de Gobierno de CABA y el Gobernador de la Provincia, anunciaron que a partir del 17 de julio y hasta el 2 de agosto, comenzaba una etapa de gradual flexibilización de las actividades económicas y sociales.
La libertad individual muy tímidamente comenzó a recuperar algo del terreno perdido.
Fue curioso para todos, pero especialmente para el periodismo y la militancia kirchnerista (que se había embanderado en la causa de la cuarentena y la defendieron con uñas y dientes en los medios y las redes sociales) que el gobierno la aflojara justo cuando se estaban disparando los casos en el país. Mirando el promedio móvil de 3 días, el último dato disponible arroja 116 muertes confirmadas por COVID, cifra récord hasta el momento. En el caso de los contagios, el número del 25 de julio fue 6.127, otro récord.
¿Por qué ocurre esto? Si escuchamos las palabras de Horacio Rodríguez Larreta, quien habló de “mirada integral” y de preservar “la libertad”, tenemos una pista. Pero más claro aún fue su Ministro de Salud, Fernán Quirós, quien sostuvo en diálogo con Ernesto Tenembaum que si bien la cuarentena podía servir para contener la pandemia, también había que mirar otras cosas, como su efecto en la economía, su efecto en la salud mental, y su efecto sobre la libertad.
Increíblemente, lo que unos “locos anticuarentena” sostuvieron desde muy temprano, hoy se ha vuelto parte del discurso oficial.
Ahora bien, ¿qué lecciones se pueden aprender, al menos en el terreno de la economía, tras 120 días de encierro? La respuesta breve es que menor libertad económica es igual a mayor pobreza.
La respuesta más está a continuación.
La falta de la libertad y su impacto en el crecimiento
En una nota que escribí al inicio de este largo período de confinamiento intenté dar una posición liberal acerca de la drástica medida oficial, que exigía que todos nos quedemos en nuestras casas.
Tras repasar algunos escritos de Adam Smith, Ludwig von Mises y reconocerle al estado un rol en la respuesta a shocks tan excepcionales como guerras, terremotos o pandemias, me detuve finalmente en el capítulo económico. Allí apunté:
“… el liberalismo se verá reivindicado una vez más por esta situación.
Es que si hay algo en lo que liberales de todos los colores y vertientes coinciden es en lo siguiente: en la medida que el estado imponga regulaciones que afecten los incentivos, la economía no crecerá.
Es fácil comprender que cuando un gobierno prohíbe la actividad económica con cuarentenas obligatorias, esto afecta los incentivos a invertir y producir. Es que, básicamente, hacerlo implicaría violar la ley.
Ahora lo que se desprende de estas leyes, y que nadie en su sano juicio ha intentado siquiera discutir, es que impondrán costos económicos que pueden llegar a ser enormes.
Y es eso lo que comenzará a discutirse justificadamente en algunos días. Si el costo del frenazo económico es mayor al costo / riesgo de una gran propagación de la enfermedad.
Pero como sea que esa discusión resulte, los liberales que piden un estado chico para promover el desarrollo económico habrán tenido razón nuevamente. Las leyes para prevenir el contagio están contenidas dentro del marco teórico liberal y también lo está el costo económico que esas leyes van a imponer.”
Cuarentena o pandemia
Lo que vino después fue efectivamente lo que se anticipaba. A quienes criticábamos la cuarentena nos decían que estábamos del lado de la muerte. Luego el argumento cambió, y se buscó instalar que la crisis económica no era resultado de la cuarentena, sino de la propia pandemia que metía miedo a la gente y la hacía dejar de consumir.
Sin dejar de reconocer esa obviedad, que la pandemia en sí misma generaría costos económicos, los “anti cuarentena” alertábamos sobre los daños adicionales que esta medida traería aparejados.
Recientemente un estudio de la Universidad de Chicago echó algo de luz sobre este debate. El trabajo encontró que de la caída en el tráfico de consumidores -que fue de 60% promedio en los estados de EE.UU. que se analizaron- solo una porción estaba explicada por las exigencias gubernamentales de “quedarse en casa”. En concreto, solo 7 sobre 60 puntos serían responsabilidad del gobierno. El resto es culpa del miedo.
No obstante, sí encontraron que la cuarentena tuvo efectos significativos en cambiar la dirección del consumo. Por ejemplo, encontraron que todo lo que cayó el consumo en gimnasios, teatros, bares y confiterías, lo ganaron el supermercado y las tiendas de ramos generales.
A la luz de estos datos, podemos decir que si bien ese 7% puede parecer poco, para algunos negocios puede ser la diferencia entre la supervivencia o el cierre definitivo. Por otro lado, también podemos afirmar que muchos negocios de algunos sectores específicos cerrarán para siempre sus puertas exclusivamente como consecuencia de la cuarentena.
En el caso argentino, además, existen datos que muestran que efectivamente la cuarentena fue decisiva para que la debacle económica ocurriese.
Durante el mes de marzo, cuando la cuarentena ocupó solo los últimos 10 días del mes, la caída de producción anual fue del 16,5%. En abril, cuando ésta fue total para todo el mes y para todo el país, la caída fue de 33,4% (el doble). En mayo, sin embargo, con un menor cumplimiento del decreto, y con algo de flexibilización en algunas provincias, la caída fue menor, del 26,4%.
Lo mismo puede corroborarse si se miran los números de recaudación tributaria, producción de autos o el estimador mensual de actividad económica. Al respecto de este último, también se observa una correlación entre la magnitud de la caída en Argentina, y caídas menores en Chile o Brasil, donde el confinamiento fue menos exigente.
Más libertad, más progreso
Con la evidencia en la mano, fue el propio gobierno el que decidió pasar a una fase donde el cuidado contra el COVID recaiga más en la responsabilidad individual que en medidas tan restrictivas.
La lección que hasta ellos parecen haber aprendido es que si no hay libertad para trabajar, emprender y producir, la economía no solo no crece, sino que puede llegar a derrumbarse como nunca antes en la historia.
Pero hay algo más por aprender: que la cuarentena no es la única traba con la que se enfrenta la economía. De hecho, la cuarentena es un ejemplo de la máxima traba posible que se pueda imponer a un conjunto de agentes económicos. Pero lo cierto es que existen muchas otras restricciones, especialmente en Argentina, que detienen su crecimiento, como altos impuestos, regulaciones, trámites burocráticos, habilitaciones y barreras comerciales.
La lección que debemos llevarnos de este largo período de confinamiento, entonces, es sencilla. Sin libertad no hay crecimiento económico. Y para que crezca la economía, el fin de la cuarentena es solo el primer paso.
Fuente: Los Mercados