Karl R. Popper (Viena, 28 de julio de 1902 – Londres, 17 de septiembre de 1994) fue filósofo, politólogo y epistemólogo. Es uno de los pensadores más brillantes del siglo XX. Hombre de sabiduría extensa, estudió Filosofía en aquella Viena floreciente y cosmopolita de principios de 1900, en tiempos en donde la cultura y la ciencia se reunían mediante sus más conspicuos exponentes. Entre sus aportes, reconocemos aquel que realizó como crítica al Círculo de Viena, al que contrapone su propio criterio de demarcación de la ciencia, basado en el falsacionismo; esto es, son científicos todos aquellos enunciados que pueden ser refutados.
Refugiado en Nueva Zelanda -debido a la inminente invasión Nazi a suelo austríaco, en la que su Viena sería destruida por un nacionalismo violento-, se dedicó a analizar y tratar de entender cuáles eran las verdaderas raíces del totalitarismo que azotaba su época. Se debe agregar que, previamente, de joven, había integrado la izquierda política (La Viena Roja) que profesaba el misticismo y ofrecía el sueño del mundo perfecto. Sin embargo, se dio cuenta de que esas no eran doctrinas, sino mitos que, en la realidad, incitaban a la guerra y la violencia. Estas circunstancias lo alentaron a emprender un profundo estudio de cuáles fueron, o de dónde y cómo surgieron esas ideas filosóficas que sustentan el totalitarismo y nacionalismo, y se propuso combatirlas desde la razón crítica, lo cual será clave para ser considerado un auténtico liberal precursor del individualismo cuya capacidad creadora, a pesar de todo, muchos autores consideran un “socialdemócrata” (Ralf Dahrendorf, por caso).
El método que adopta en La sociedad abierta y sus enemigos había sido desarrollado en su obra anterior: La miseria del historicismo. Allí, Popper criticaba y denunciaba el “historicismo” de ciertos filósofos que creían haber descubierto leyes que regían el acontecer de la historia y así podían profetizar el curso de sucesos futuros. Si analizamos a fondo La sociedad abierta y sus enemigos (1945) comprenderemos el fin o la última ratio de su indagación: cómo y por qué, de pronto, en el Siglo de las Luces, de libertades, espíritu crítico, se impone el oscurantismo y todo se derrumba producto de conflagraciones bélicas apoyadas en ideas utópicas que justifican el totalitarismo y el nacionalismo. De su pensamiento surge que el totalitarismo es reacción a la libertad, porque la libertad provoca el permanente cambio y por tanto debe ser anulada para restablecer el inmovilismo. Así, Popper realiza un recorrido a lo largo de la historia de la filosofía, hurgando con detenimiento los conceptos de Platón, Hegel y Marx, haciendo el ejercicio racional de criticar y desmontar cada una de sus cosmovisiones, acusándolas de pura entelequia y misticismo. Los tres filósofos intentan “recobrar el mundo perfecto de felicidad”. En primer lugar, Platón pretende retornar al tribalismo como manera de recuperar la “felicidad del cuerpo social”, manifestando un particular odio por el individuo por subvertir a la tribu, sosteniendo que toda evolución (Teoría del Cambio, de Heráclito) constituye un alejamiento de la perfección de las ideas (esencia), lo que conlleva una decadencia. La creencia en lo sobrenatural constituye una especie de racionalización del miedo a cambiar la rutina, por lo que queda descartada toda tentación tribal a la introducción de evolución.
En segundo lugar, Popper desarrolla el análisis de las ideas de Hegel, que sostiene que “El Estado es todo y el individuo nada, ya que todo se lo debe al Estado, incluso su existencia”. Esta adoración hegeliana del estado se inscribe en la corriente historicista. A diferencia de Platón, Hegel cree en la evolución del mundo y la causa final y superior es “el mundo perfecto” mediante la dominación y la lucha. De este modo, Hegel justifica al nacionalismo entendiendo que la raza superior elegida está destinada a la dominación del mundo. Recordemos que este filósofo dedicó sus pensamientos para servir a Federico Guillermo III de Prusia, como herramienta de justificación, en tiempos en que las monarquías feudales advirtieron el peligro del Renacimiento y de la lucha por las sociedades abiertas con las ideas de la Revolución Francesa de 1789.
En tercer lugar, Marx, en su materialismo histórico, concibe a los actores humanos en la escena de la historia como marionetas movidas por la fuerza irresistible de los hilos económicos, sobre los que carecen de control. Pero llegará el día en que las marionetas destruyan ese sistema para alcanzar el “reino de la libertad”, expone, en argumento profético acerca de la lucha de clases, conocida como la revolución social del proletariado que determinará inexorablemente la apropiación de los medios de producción y la dictadura del proletariado, la victoria final de los trabajadores y una sociedad sin clases.
De la breve síntesis de los tres pensadores que expone extensamente Popper en la obra citada, surgen líneas que son transversales: odio a la razón, a la libertad, aniquilación de derechos individuales, promesa de liberar de responsabilidad individual y reemplazarla por la responsabilidad colectiva, planificación, restauración del mito, de la utopía y del sueño de que ese mundo prometido es el paraíso, es el mundo de la plena felicidad. Estos conceptos dejan entrever la idea de tutelaje, de un colectivo protector, de la sumisión al infantilismo, de la regresión a la “placenta” donde hallar seguridad, pero siempre bajo la tutela y dominación de un “Alguien”, de una superioridad política, de un mito. Por ejemplo, Platón busca la utopía mediante el historicismo en el pasado; Hegel y Marx la buscan en el futuro.
Una curiosidad: cuando Popper describe a Hegel, no disimula su crítica profunda y lo denomina “charlatán y verboso”; cuando desarrolla Platón, acepta su buena intención; y, cuando escribe sobre Marx, se convence de que dicho pensador se sintió movilizado por el deseo de ayudar a los oprimidos.
Karl Popper se muestra antihistoricista y antiperfectista. En esta línea argumental el futuro está abierto y de ninguna manera puede estar determinado o ser factible de predicciones osadas y simplistas, pues la sociedad se construye en virtud del dinámico devenir de los tiempos, donde participa la libertad individual, sin intervención de la metafísica, el dinamismo social y la aplicación de la racionalidad, de la ciencia, de la crítica y del cuestionamiento, y siempre de forma pacífica. Entiende a la libertad no sólo como una libertad económica, generadora de riqueza, sino también en un sentido más amplio: la libertad es la única forma pacífica de convivencia entre los hombres. Y por ello necesita de una constante defensa; la libertad es un valor que se puede perder (no debemos olvidar al Padre Fundador de los Estados Unidos, Thomas Jefferson, y su implacable sentencia “El precio de la libertad es su eterna vigilancia”).
Por otra parte, en los tiempos actuales no debemos sorprendernos de la presencia de precursores de las ideas de las “sociedades cerradas”, a pesar de la caída de la URSS y del Muro de Berlín en 1989. Los nacionalismos en España, los fundamentalismos y terrorismos religiosos que azotan los países occidentales, los “caudillos” en toda América Latina, -haciendo un rápido repaso: Castro, Chavez, Kirchner- encarnados en el populismo, que claramente se apropian de los Estados con promesas místicas de pseudo-derechos, que más que asegurarles felicidad lo que hacen es someterlos para perpetuarse en el poder, con el voto fácil, el voto cautivo, con la nueva manera de conquistar y moldear las mentes mediante la educación y la propaganda, privándolas del espíritu y pensamiento críticos.
Para concluir, podemos observar el recorrido del pensamiento histórico efectuado por el pensador vienés, que comienza con la Antigua Grecia, lugar donde se gestó la civilización occidental; la civilización occidental, que dio lugar a teorías antitéticas ya enunciadas en Atenas y Esparta (sociedad abierta – sociedad cerrada); y en los siglos XIX y XX se manifestaron, por un lado, en las ideas racionalistas franco-germanas (Hegel, Rousseau) que justificaron a los totalitarismos y nacionalismos (sociedades cerradas); y por otro, las ideas anglosajonas de Locke y Hume, que justificaron la Revolución Industrial, el constitucionalismo que se inicia en EEUU; todas estas, ideas que trajeron progreso, bienestar y libertad para los pueblos que la adoptaron (sociedades abiertas).
Texto adaptado de la exposición brindada por el Dr. Sawula en el Conversatorio Homenaje a Karl Popper, organizado por el Club de la Libertad.
* José Edgardo Carballo Sawula es Abogado y Director la Fundación Club de la Libertad.
Fuente: Fundación Internacional Bases