Hace casi cien años, más precisamente en 1930, el autor José Ortega Gasset escribía una de sus obras póstumas, la rebelión de las masas. Durante ese periodo, Europa atravesaba la avanzada de los nacionalismos y marxismos. En España, donde al autor le tocó vivir, se vio embretado en el avance del franquismo español, mientras en otros lugares como en Alemania luego de la crisis del 30, personajes como Adolf Hitler comenzaban a tener mayor relevancia en el escenario social de la época.
Ya para 1930, en tiempos cuando el libro fue publicado, José Ortega y Gasset supo vislumbrar lo que sucedería con el “Duce” (Benito Mussolini) y como la masa, que no era más que las deshumanización de los individuos (donde dejaban de ser seres libres e independientes para pensar y llevar a cabo su plan de vida) se convertían en una, valga la redundancia, masa que seguía órdenes y creían en un líder que desde la esfera más alta del monopolio de la fuerza podría dirigir sus vidas.
Pero… ¿Qué tiene que ver esta pequeña introducción con la Argentina?
Resulta obvio. Desde la avanzada fascista del 43, la Argentina abandonó aquellas ideas que durante la constitución de Alberdi, hasta la caída del gobierno de Irigoyen, la habían hecho rica (cabe resaltar que durante el gobierno del Peludo, ciertas ideas marxistas comenzaban a tener presencia en nuestro país). Pero es desde el golpe del GOU en 1943, cuando la masa comenzó a tener un cierto enamoramiento hacía las ideas de un Estado elefantiásico, que todo lo puede y todo lo ve. Así la deshumanización del individuo con el tiempo se hizo cada vez mayor. Frases como el “Estado te cuida” se hicieron eco de la opinión pública, a pesar del gran peligro que representa para la libertad de los habitantes del país.
¿Qué sucedió en los últimos años con la masa?
A mediados del 2017, en Argentina hubo un cambio ideológico generacional donde el liberalismo volvió a resurgir del fango de donde había quedado estancado desde hace 70 años, gracias a la aparición de varios intelectuales que comenzaron a mostrar las ideas de la libertad, no sólo como cuestiones económicas y complejas, sino como la simpleza de vivir en Libertad, dando fuerza a ese individuo deshumanizado por la masa y las herramientas necesarias para darse cuenta que es uno quién puede ser el dueño de su vida, aceptando sus aciertos y desaciertos. Así, muchos entendieron que el Estado no es un papá que debe cuidarte y dirigirte la vida, poniendo entonces por encima al individuo y no al colectivo. Como bien señalaba Adam Smith en su obra magna “La riqueza de las naciones”: «No es de la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero de donde obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses». Entendiendo que la única manera de vivir mejor en una sociedad liberal es sirviendo a los demás con bienes de mejor calidad a un mejor precio, generando así la cooperación social existente en el liberalismo, es como las sociedades progresan gracias al intercambio voluntario de los individuos.
¿Dónde notamos este cambio de ideas en la sociedad?
Lo notamos principalmente en los jóvenes, quienes ven a las ideas de la Libertad como el empuje para poder vivir de la mejor manera posible, entendiendo que la “masa” podrá progresar siempre y cuando los individuos que la comprendan entiendan que son ellos quienes deben progresar por sus medios, sin la intervención de un Estado que debe hacerse cargo de sus proyectos de vida.
Por eso, en conclusión, creo que nuestro país está atravesando un florecimiento de las ideas del sentido común, donde la población comprendió que el individuo está por encima del colectivo y que este colectivo (masa), no es la solución a los problemas, sino que es el ancla que durante más de 70 años nos dejó sin poder progresar.
Fuente: Fundación Internacional Bases