La mayoría de las escuelas del país han cerrado para mitigar la propagación del COVID-19 y no hay ninguna certeza de que vuelvan a abrir para el próximo año escolar.
En este sentido, ahora todos somos educadores en casa.
El efecto de la pandemia en la educación está forzando a millones de familias a reconsiderar las escuelas de sus hijos y los méritos de la educación en casa. Quizás, por esta reconsideración, los monopolistas de la educación estatal están atacando la educación en casa – cuando todos lo están haciendo.
Para algunos enemigos de la libertad educativa, el problema fundamental yace en quién está en la mejor posición para decidir cómo se deben educar los niños.
Una de las principales tendencias en la crítica a las alternativas de las escuelas públicas –desde escuelas privadas hasta la educación en casa –es la creencia de que las familias, especialmente aquellas de bajos ingresos, son de alguna manera incapaces de tomar buenas decisiones para sus hijos y, por lo tanto, esas decisiones deben estar en manos del estado.
Por ejemplo, en un artículo reciente que pedía la prohibición de la educación en casa, Elizabeth Bartholet de la Universidad de Harvard, afirmó lo siguiente: “muchos padres sencillamente son incapaces de educar a sus hijos”.
No obstante, la creencia de que el estado tiene mejor criterio que las familias está profundamente errada.
Los padres son los guardianes legales de sus hijos y tienen la responsabilidad de su bienestar.
La naturaleza de la relación entre padre e hijo, que incluye la cantidad de tiempo que pasan juntos, brinda a los padres un conocimiento superior sobre sus hijos. Además, los padres reciben gran parte del crédito cuando los niños se crían bien, de la misma manera que pagan una sanción social cuando los niños no están bien educados o se portan mal.
Se asume, con razón, que los padres son los responsables de la educación de sus hijos; por lo tanto, tienen incentivos fuertes para hacerlo bien, incluso cuando la crianza es un desafío.
La Corte Suprema reconoció este punto en el caso de Pierce v. la Sociedad de Hermanas en 1925, un caso que no solo debilitó el monopolio del estado en la educación, sino que estableció el derecho constitucional de los padres. Escribiendo para la Corte, el juez James Clark McReynolds afirmó: “El niño no es una mera criatura del Estado.”
Los padres no son perfectos y argumentar que tienen mejor conocimiento e incentivos que los burócratas educativos no quiere decir que las familias nunca van a cometer errores. Sencillamente, las familias tienen más probabilidades de hacerlo bien y están en una mejor posición de aprender y responder cuándo se equivocan.
En el reino de la educación, vemos estas ideas presentarse de numerosas maneras. Lo primero es el énfasis en la libertad de elección de los padres. La educación en casa, o incluso la educación privada formal, podrían no ser la mejor opción para cada niño. Más bien, el punto es que cada familia está en la mejor posición para decidir la estructura educativa más adecuada para sus hijos.
Esto podría explicar por qué consistentemente la evidencia más rigurosa muestra que los estudiantes en casa obtienen mejores resultados académicos y sociales que sus compañeros en similares condiciones que asisten a escuelas estatales.
El cierre de las escuelas debido al coronavirus está forzando a los padres a decidir si la educación en el hogar puede funcionar mejor que la educación estatal.
De hecho, una nueva encuesta de Ed-Choice-Morning Consult realizada a 510 padres de niños en edad escolar encuentra que el 56% de los padres informaron tener una visión más favorable de la educación en el hogar, mientras que solo 26% informó tener una visión menos favorable de la educación en el hogar, como resultado del COVID-19.
Los padres no son perfectos, pero generalmente saben lo que es mejor para sus hijos. Desafortunadamente, la arrogancia del establecimiento educativo de pensar que un burócrata distante sabe más que un padre probablemente continuará condenando a muchos niños a seguir teniendo una experiencia educativa sub-óptima.
La pandemia del coronavirus y la recesión económica podrían obligar a los estados y distritos a cambiar sus sistemas de financiación. Brindemos a las familias una oportunidad real de tomar decisiones, permitiéndoles llevar los dólares de educación de sus hijos a donde crean que pueden obtener la mejor educación y el mejor ambiente, ya sea una escuela pública, una escuela privada o la educación en casa.
Financiemos a los estudiantes, no a los sistemas.
Fuente: El Cato