«El trigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín nos ofrece una ocasión valiosa. No solo podemos hacer una contribución muy necesaria a la memoria histórica, sino que también podemos desarrollar y apoyar una cultura antitotalitaria de amplio alcance y mirando al futuro, con el objetivo de lograr un juicio al comunismo que tenga el mismo sentido y valor que los Juicios de Núremberg.
El Tribunal de Núremberg de 1945-46 juzgó y castigó los crímenes del nacionalsocialismo y sus líderes, sentenciando así la definitiva condena judicial, moral y política de ese totalitarismo. Dejó claro ante el mundo entero que el nazismo era maligno, destructivo para su propio pueblo, y que nunca más volvería a ser aceptado en ningún lugar. El comunismo, que ha causado aún más muertes y sufrimiento masivo que el nazismo, y durante mucho más tiempo, nunca fue obligado a rendir cuentas ante un tribunal internacional como el de Núremberg.
Las diferentes dictaduras comunistas o socialistas desde 1917 hasta hoy han causado en todo el mundo más de cien millones de muertes. No solo son responsables de la extensa supresión de libertades individuales y de la incitación al odio de clase, sino que los crímenes del comunismo se caracterizan por el genocidio y los asesinatos en masa, repetidos sistemáticamente bajo tales regímenes. Como sabemos, los genocidios y masacres son reconocidos universalmente como crímenes contra la humanidad.
Hoy, tras las catastróficas experiencias del llamado «socialismo real» y de todas las demás dictaduras que en diferentes formas se basaron y aún se basan en la ideología comunista (como por ejemplo las que todavía existen en lugares como Cuba o Venezuela), tanto el pasado como el presente requieren una evaluación histórica igual de categórica, no solo un veredicto sobre las acciones de los individuos sino también un juicio político y moral, sobre las inevitables consecuencias esa ideología. Los crímenes del comunismo contra la humanidad deben ser conocidos y castigados.
El comunismo no cayó con el Muro de Berlín. Esa ideología sigue viva en el mundo, en Estados y partidos que se declaran abiertamente comunistas, y en un pensamiento político y cultural que minimiza e intenta borrar los crímenes del comunismo, como si se tratara de una buena idea que coincidió solo accidentalmente con un régimen brutal tras otro, a través de las décadas y los continentes.
Para contrarrestar esas influencias apologéticas, instamos a realizar un Núremberg del comunismo, un juicio global que muestre los crímenes muy reales de esa ideología, establezca su responsabilidad política e institucional, condene su degeneración moral, y deje claro a todos la intrínseca inhumanidad del comunismo y su incompatibilidad con las sociedades libres.
Somos bien conscientes de las dificultades prácticas y límitaciones jurídicas con las que esta iniciativa podrá encontrarse, y aun así creemos que estos obstáculos no pueden impedir que tenga lugar ese enjuiciamiento histórico y político, ético y cultural, que la conciencia histórica misma nos impone como un deber para con la humanidad.
En nombre de los millones de exterminados en el pasado, y para salvaguardar a futuras generaciones de que vuelva a repetirse, un juicio de Núremberg al comunismo debe comenzar lo antes posible».
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