Los súper ricos no se sientan sobre montones de dinero como un dragón que acumula oro. Lo gastan e invierten.
¿Por qué los cubanos son tan pobres? Les ha ido muy bien en los Estados Unidos, donde los emigrantes del país en perpetuo receso han subido a lo más alto en los deportes, los negocios y la política. Sin embargo, en su propio país, los cubanos son desesperadamente pobres.
La pregunta anterior es obviamente retórica. Sabemos por qué los cubanos en Cuba son pobres. Porque el gobierno tiene un control casi total sobre la economía. El Estado es dueño de casi toda la producción, junto con los ingresos que provienen de la producción. Por supuesto que los cubanos son pobres. Eso se da cuando la tasa de impuesto sobre la renta es básicamente del 100%.
La libertad funciona
Lo interesante de todo esto es que mientras que seguramente hay algunos resentimientos socialistas congénitos entre nosotros, la mayoría en los EE.UU. ahora reconocen que el socialismo y el comunismo no funcionan. Los resultados económicos del control estatal son más que horribles. El siglo XX reveló de manera sangrienta (y continúa revelando en países como Cuba hoy) lo que sucede cuando los gobiernos se vuelven demasiado poderosos, de tal manera que la libertad económica y personal son sofocadas. La libertad funciona, y funciona muy bien. Fin de la historia.
Excepto que no lo es. A pesar del casi perfecto promedio de bateo de la libertad cuando se trata de impulsar el bienestar individual y el crecimiento económico, siempre hay quienes están ansiosos por lograr algún tipo de equilibrio entre la libertad y el control estatal. Aunque el Estado fracasa de forma asesina cuando tiene un control total sobre nosotros, algunos están extrañamente dispuestos a aceptar un poco o un montón de lo que nos mata de hambre y nos mata cuando su poder es absoluto.
Lo anterior es cómo se consideran idealmente los impuestos y el gasto público. Los gobiernos son sólo personas, y cuando cobran impuestos o piden prestado nuestros dólares se agarran el control sobre lo que ya hemos producido. El Estado no es una especie de categoría de «inversión alternativa» que compite por el derecho de dirigir los preciosos recursos a su mayor beneficio; más bien, el Estado añade perjudicialmente su papel y control sobre la economía cuando impone impuestos o pide prestados «dólares», «euros», «yenes», «yuanes», etc.
Los gobiernos no quieren tanto los dólares como lo que pueden cambiar por dólares y otras monedas; piense en los bienes del mercado como el espacio de oficina, el acceso WiFi, las computadoras, los camiones de reparto y, lo más importante de todo, las personas. La gente es siempre y en todas partes el motor del progreso económico, pero a medida que aumenta el control del gobierno sobre la economía, también aumenta su control sobre las personas que nos impulsan hacia adelante. Para algunas pistas sobre cuál es el resultado final del control total, hay que ver a Cuba una vez más.
Y aunque Cuba es un ejemplo extremo, no es que las leyes de la economía se suspendan cuando los gobiernos sólo controlan una parte de la economía. La mala asignación de preciados recursos es igual de grande, es igual de asfixiante para la economía, pero no es tan visible ya que el control estatal no es absoluto. Aún así, el daño es real.
Lo sabemos porque es un hecho que cada día las grandes y pequeñas empresas compiten vigorosamente por el acceso a los recursos. Su febril búsqueda por los dólares es sólo una frenética búsqueda de recursos; una vez más, espacio de oficina, acceso al WiFi, computadoras, camiones de reparto, gente. Cuanto más gravamen y gasto de los gobiernos, menos recursos están disponibles para las empresas que buscan sacarle provecho a la satisfacción de nuestras necesidades.
«Esconder» el dinero
Todo lo cual nos lleva a una reciente exposición de Scott Shane, Spencer Woodman y Michael Forsythe en el New York Times (?). Sus reportajes fueron sobre las «transacciones financieras en el extranjero de algunas de las mayores corporaciones y personas más ricas del mundo». Los lectores pueden imaginar la naturaleza sesgada de la información. De hecho, el deseo de los ricos de proteger la riqueza de las manos de los políticos fue escrito a modo de capa y espada. «Cómo los titanes de los negocios, las celebridades y la realeza esconden su riqueza» fue el titular. En el mismo periódico, unos días después, Gabriel Zucman, profesor de Cal-Berkeley, dijo a los lectores de manera desanimada que los Estados Unidos «pierden» cerca de «70 mil millones de dólares al año en ingresos fiscales debido al desplazamiento de las ganancias corporativas a los paraísos fiscales».
Excepto que la riqueza no está de ninguna manera escondida, o perdida. La broma es para los periodistas y el profesor. En su enfoque sobre Appleby, una prominente firma de abogados en Bermuda con un negocio enfocado en ayudar a clientes ricos a proteger su riqueza de las manos de los políticos, los reporteros del Times y Zucman revelan sin querer por qué los esfuerzos para mover el dinero «en el extranjero» equivalen a esfuerzos para hacer lo opuesto a «esconder» la riqueza.
De hecho, los clientes de Appleby pagan altos honorarios por los servicios prestados por la firma. Tengan la seguridad de que no le pagan a Appleby o a los asociados con el bufete esa cantidad de dinero para simplemente almacenar su riqueza. El dinero que fluye hacia el exterior casi instantáneamente vuelve al interior en forma de inversión. Declarando lo que es obvio, pero lo que aparentemente Shane, Woodman, Forsythe, y Zucman no entienden, es que cuando los superricos se esfuerzan por evitar los impuestos, no son sólo los superricos los que se benefician.
Verdaderamente, todos nos beneficiamos, y por razones obvias. Lo sabemos porque conocemos por lo que los empresarios y los negocios compiten a diario y de manera agresiva: dólares que son intercambiables por verdaderos recursos. Cuando los ricos «esconden» su riqueza de los políticos eso significa que están revelando su riqueza a un sector privado que está desesperadamente en busca de recursos para crecer. A la izquierda le encanta hablar de empleos y oportunidades (como lo hace una derecha frecuentemente confundida), pero ninguna conecta lo que son simples puntos: las empresas y los empleos son siempre y en todas partes un efecto de la inversión. Siempre. Lo que el gobierno federal «pierde» (el odioso descriptor de Zucman) lo ganan los actores privados deseosos de convertir las ideas en negocios, y los negocios existentes en otros mucho más prósperos. Gracias a Dios por quienes «esconden» su riqueza de tal manera que los gobiernos «pierdan» lo que nunca fue su dinero para empezar.
Además, un dólar gastado por los políticos nunca puede ser visto como un dólar. De manera más realista, el gasto del gobierno tiene cualidades multiplicadoras. Cuando los políticos tienen más dinero para gastar, su imaginación se desborda. Sueñan con nuevos programas que, una vez en funcionamiento, ganan electorado. Lo que comienza como un programa de 3 mil millones de dólares (Medicaid) pronto se convierte en un programa de un billón de dólares (anualmente) en el 2020 (Medicaid).
Lo que se ve es que Medicaid todavía no puede cumplir su objetivo de cincuenta años de cobertura médica para los pobres, pero lo que no se ve es todos los grandes avances (incluidos los mercados privados destinados a satisfacer las necesidades médicas de las personas mayores) que nunca llegaron a su punto de partida gracias a las interminables cantidades de despilfarro del gobierno. Para ser claros, el dinero no viene de Plutón, sino que esos dólares llegan al gobierno federal y al mismo tiempo, todos tenemos menos riqueza, perspectivas de ingresos reducidas y menos posibilidades de que las versiones modernas de Amazon, Apple y Wal-Marttrabajen febrilmente para atender nuestras necesidades.
Por supuesto, eso es lo que Shane, Woodman, Forsythe, y Zucman eligieron por pasar totalmente por alto. Siempre preocupados de que los políticos tengan menos dinero para gastar en programas fallidos, compinches y guerras, olvidaron informar sobre a dónde va el dinero cuando los políticos tienen menos de nuestra riqueza para gastarla de tal manera que los creadores de la misma tengan más.