Uno de los tres galardonados con el Premio Nobel de Economía en este 2021 ha sido David Card. El motivo de tal recompensa han sido sus contribuciones empíricas al campo de la economía laboral.
¿Y cuáles son esas contribuciones empíricas? Pues acaso las conocida sea un muy famoso estudio que firmó en 1994 (junto con Alan Krueger, tristemente fallecido en 2019) y que demostró que la subida del salario mínimo decretada en Pensilvania en 1992 no había tenido efectos negativos sobre el empleo dentro de los restaurantes de comida rápida. Es decir que, en contra de lo que se pensaba mayoritariamente hasta entonces, elevar el salario mínimo (SMI) no tiene por qué dañar a los trabajadores afectados.
Desde entonces hemos acumulado mucha más evidencia a ese respecto, tanto a favor como en contra de las subidas del SMI, y el asunto permanece lejos de haber sido zanjado dentro de la academia. Pero, en términos muy generales, podríamos decir que hoy se considera que los efectos sobre el empleo de las subidas del SMI son menos negativos de lo supuesto antes de los 90 por dos razones.
Por un lado, hay más mercados laborales monopsónicos de lo originalmente imaginado –si el mercado laboral es monopsónico, subir el SMI puede llegar a crear empleo– y, por otro, las empresas recurren a otros mecanismos de ajuste ante la subida del SMI –reestructuración empresarial, subida de precios, intensificación de la carga laboral…–.
Card y Krueger contribuyeron a revitalizar este debate y a reorientarlo hacia la empiria, de modo que gran parte de nuestro conocimiento actual sobre esta materia se lo debemos a su impulso inicial: de ahí que el Nobel sea merecido. Por desgracia, parte de nuestra izquierda no ha podido resistirse a la tentación de instrumentalizar a David Card para hacerle decir algo que no ha dicho.
Por ejemplo, Pablo Echenique escribió ayer en Twitter: “Premio Nobel a David Card, que demostró que subir el salario mínimo no destruye empleo. Un mal día para los economistas neoliberales que disfrazan de ‘argumentos técnicos’ la crueldad. Un mal día para la CEOE y para los asesores neocon de Ayuso y Casado”. Algo rematadamente falso, puesto que Card y Krueger únicamente demostraron que subir el SMI en New Jersey en 1992 no destruyó empleo dentro de los restaurantes de comida rápida. Imprudente extraer conclusiones universales y atemporales de un único experimento, máxime cuando el Banco de España, empleando la misma metodología que David Card en su famoso estudio, concluyó que la subida del SMI aprobada en 2019 provocó la pérdida de hasta 170.000 empleos en nuestro país.
Celebremos el Premio Nobel pero, por respeto, evitemos manipularlo.
Fuente: El Cato