Entrevista de Roberto Mansilla Blanco al filósofo italiano Renato Cristin, profesor de hermenéutica filosófica en la Universidad de Trieste (Italia) e impulsor junto a Vladimir Bukovsky de la campaña internacional «Llamamiento por un Núremberg para el comunismo», enfocada en juzgar los crímenes históricos del comunismo. (Fuente: Venezuelaviva.ga, 4 de mayo 2020).
1. ¿En qué momento nace la iniciativa “Appeal for Nuremberg Trials for Communism” que usted y el disidente soviético Vladimir Bukovsky han venido impulsando?
Esta iniciativa nació en el verano de 2019, pero tiene una larga gestación, que puedo brevemente contar. Durante un congreso del 2005 dedicado a la memoria de los totalitarismos, que organicé cuando dirigía el Instituto Italiano de Cultura de Berlín, Vladimir Bukovsky me habló de su idea de instituir un «Núremberg para el comunismo» que pudiera llevar a un juicio histórico y moral de condena, análogo al que justamente ha condenado y definitivamente excluido al nazismo del mundo civilizado. Algunos años después, un conjunto de expertos, profesores, investigadores y políticos de los Países Bálticos retomaron la idea desarrollando unas jornadas o encuentro de carácter histórico, pero luego de eso la iniciativa no encontró una manera de concretarse; hasta que en el verano de 2019 le escribí a Bukovsky proponiéndole que la impulsáramos con un llamamiento que pudiese funcionar como base para una iniciativa internacional, a partir del trigésimo aniversario del derribamiento del Muro de Berlín. Aunque debilitado por su enfermedad, él aceptó con entusiasmo, porque veía la posibilidad de dar por fin una forma a su idea. Así fue que escribimos el texto del Llamamiento y decidimos preparar su lanzamiento con una recolección de firmas para presentarlo en público con motivo de la fecha simbólica del 9 de noviembre. Desgraciadamente, el 27 de octubre Bukovsky falleció, dejando un vacío enorme en todas aquellas personas que, en todo el mundo, compartiendo sus razones y objetivos, habían aplaudido su longeva batalla contra el comunismo, pero dejándonos además como legado, al mismo tiempo, su compromiso a que esa intención se realice, también a través de nuestra nueva iniciativa.
2. ¿Cuáles son las principales peticiones establecidas en esta iniciativa?
Se trata de una iniciativa necesaria tanto para que las masacres y genocidios de los varios regímenes y movimientos comunistas puedan ser sometidos formalmente a un enjuiciamiento que hasta ahora no ha tenido lugar, como para depurar la conciencia histórica colectiva de las toxinas que la ideología comunista ha esparcido por todas partes, como así también para reequilibrar la conciencia moral del mundo occidental, de ese mundo libre que demasiadas veces, por pereza o mala fe, esconde la verdad del comunismo, ocultando la criminógena esencia de una ideología aún activa y letal.
En lo concreto, se trata de desarrollarla en tres niveles, estrechamente entrelazados e interconectados: una línea específicamente cultural (historiográfica, filosófica, sociológica, politológica, geopolítica); una línea jurídica (con el objeto de examinar las posibilidades concretas de avanzar por vías del derecho penal, tanto en cuanto a casos específicos como en cuanto al crimen de genocidio por el que muchas de esas masacres se han caracterizado); una línea política e institucional, que deberá ser elaborada tanto junto con Gobiernos sensibles a la idea de obtener una condena política y moral del comunismo, como con el Parlamento europeo, con el fin de completar la resolución que equipara el comunismo al nacionalsocialismo, aprobada en el mes de septiembre de 2019.
En estas semanas la emergencia sanitaria global causada por el coronavirus –un tema que tiene muchas implicancias, no sólo de carácter económico y social sino también político, sobre las que no voy aquí a detenerme–, produjo una contingencia que nos ha obligado a reprogramar las acciones concretas que habíamos empezado a elaborar y que retomarán su curso no bien la situación se estabilice, imagino después del verano europeo. Seguimos avanzando en la recolección de firmas de adhesión al Llamamiento, que puede ser leído y firmado en su página web: https://appeal.nurembergforcommunism.org/.
3. ¿Cuál ha sido la aceptación internacional a esta iniciativa? Especialmente desde la opinión pública, mundo académico, sector político, etc.
Hasta hoy el Llamamiento ha sido apoyado por la firma de más de 1500 personas, las cuales, como se puede ver por la lista que aparece en la página web, provienen de muchos países, están correlacionadas con numerosas instituciones y con los más variados ámbitos profesionales, académicos e institucionales. Un artículo en italiano, que se remonta al pasado mes de noviembre, presentaba algunos de los nombres que aparecen entre los primeros signatarios.
La iniciativa ha podido contar desde el principio con gran aceptación de parte de aquellas personas y comunidades, también exiliadas, que al comunismo lo vivieron, desde Europa del Este hasta Latinoamérica. Cuenta incluso con la valentía, enormemente apreciable, de muchas firmas que, apoyándolo, aún hoy se exponen, y también con la aprobación (corroborante y vigorosa) por parte de intelectuales sobre todo liberales, o liberalconservadores, en defensa del mundo libre.
En Italia fué presentada en el Senado con el apoyo de los partidos de centroderecha, pero en verdad se trata de un llamamiento super partes, que apuntando a la necesidad de marginar los extremismos, traza un camino de razonabilidad que tiene que ver con una visión equilibrada e incluso humanitaria (porque algunos de los crímenes cometidos en nombre de esa ideología todavía se siguen cometiendo y sigue habiendo nuevas víctimas). Es una iniciativa internacional de carácter ético aun antes que político, histórico y cultural.
El apoyo de los primeros signatarios, algunos de los cuales ayudan además con la promoción del documento, está siendo inestimable. Entre ellos hay miembros del Parlamento europeo y de algunos Parlamentos nacionales, exponentes del mundo empresarial, de los medios, de la ciencia, de la cultura y de la religión, profesores universitarios, economistas, artistas y escritores, personalidades del deporte, profesionales de los más diversos sectores, responsables de think tanks, y representantes de muchas instituciones dedicadas a la memoria de los crímenes del comunismo diseminadas por todo el mundo.
Destaco el apoyo de personas que han sufrido persecuciones de parte de diferentes regímenes comunistas europeos del Siglo XX (entre las cuales quiero mencionar a un gran amigo de Bukovsky, el escritor y disidente soviético Arkady Polishchuk), y de las que las están sufriendo aún hoy bajo regímenes análogos: exiliados y disidentes cubanos, opositores venezolanos, personas que han visto por experiencia directa cuáles pueden ser las devastadoras consecuencias de dicha ideología, en cualquiera de sus variantes. Quisiera mencionarlos a todos, uno por uno, ya que por todos tengo un sentimiento que va más allá de la gratitud por el respaldo y que llega a la amistad.
Varias van siendo además las organizaciones que manifiestan su compromiso a colaborar para que la iniciativa prospere y que ya están de hecho empezando a hacerlo concretamente, como por ejemplo la Platform of European Memory and Conscience (Praga), la Victims of Communism Memorial Foundation (USA), la International Freedom Educational Foundation (USA), la Corneliu Coposu Foundation (Romania), el Estonian Institute of Historical Memory (Estonia), el Club de los Viernes (España), la Fondazione Lepanto (Italia), la Fondazione Farefuturo (Italia), por citar solo algunas entre muchas otras. Contamos con el inapreciable apoyo de los presidentes o directores de innumerables organizaciones, entre las cuales el David Horowitz Freedom Center (USA), la Union of Councils for Jews in the Former Soviet Union (USA), el Westminster Institute (USA), la Mannkal Economic Education Foundation (Australia), el Liberty Memorial to the Victims of Communism (Canada), el National Museum of the Holodomor-Genocide (Ucrania), el Directorio Democrático Cubano (Cuba-USA), la House of Terror (Hungary), la International Commission for the Evaluation of the Crimes of the Nazi and Soviet Occupation regimes in Lithuania, la Internationale Assoziation ehemaliger politischer Gefangener und Opfer des Kommunismus (Alemania), el Grupo de Estudios Estratégicos (España), el Movimiento por España, el Institute for Democracy, Media and Culture (Albania), la revista The New Criterion (USA), la revista PanAm Post (Colombia-USA), la New English Review (USA), la revista Jihad Watch (USA), el diario Libertad Digital (España), el diario L’Opinione delle libertà (Italia), y muchos más. Para un recorrido exhaustivo, que por razones de espacio no puedo completar aquí como me gustaría, remito a la lista de signatarios que se puede leer en el sitio del Llamamiento.
Sólo agrego que desde Latinoamérica en especial, el Llamamiento cuenta con la valiosa adhesión de la Fundación Libertad y Progreso (Argentina), que ha publicado en su portal una gacetilla invitando a firmarlo, la Fundación Bases (Argentina), la Fundación Libertad (Argentina), el Centro de Estudios LIBRE (Argentina), el Human Action Studies Institute (Perú) y la Fundación Libera Bolivia, entre otras. Y específicamente de Venezuela, contamos hasta ahora con alrededor de cuarenta adhesiones, entre las cuales resaltan la de un ex-Presidente de la Nación, el Movimiento Libertario de Venezuela, el Movimiento Rumbo Libertad, además del medio digital “Qué Vaina!” que ha publicado esta entrevista.
4. ¿Podría ilustrarnos sobre la figura del disidente soviético Vladimir Bukovsky? ¿Qué papel histórico ha tenido Bukovsky dentro de la iniciativa de impulsar un juicio mundial contra los crímenes del comunismo?
Adversario acérrimo del régimen soviético y convencido promotor de la necesidad de instituir un juicio mundial para los crímenes de la ideología comunista, Vladimir Bukovsky ha sido, de los disidentes soviéticos, el que ha logrado dar mayor visibilidad política a la tesis de que la ideologia comunista no debiera ser dejada proliferar, ni antes ni después del colapso de la URSS y sus satélites. (Puede verse la semblanza publicada en PanAm Post).
Si de esa masacre escondida que fue el Gulag soviético, Solzhenitsyn ha sido el más grande y nunca lo suficientemente apreciado narrador, del anticomunismo Bukovsky ha sido el más grande teorizador, conocido también por sus investigaciones sobre los entretelones de la dictadura, de los cuales su libro Judgment in Moskow es una auténtica obra maestra.
5. Desde una perspectiva de juicio histórico, ¿cómo califica usted al comunismo?
La historia entendida como flujo de hechos ha mostrado a plena luz los daños que esa ideología produjo en el plano económico y social. A partir de ahí se puede llegar a la condena, que el Llamamiento sostiene y propone, del comunismo como historia de un fracaso no sólo económico-social, sino político, moral, espiritual, cultural y como historia de una aberración antropológica confirmada por cada uno de los intentos de imponer un hombre nuevo: soviético, maoista, castrista, chavista o de cualquier otro tipo. Pero puesto que tal ideología permanece aún activa y produce todavía hoy sus efectos devastadores, tanto con respecto a la libertad y a la dignidad de las personas, como con respecto al sistema social y económico que a esa libertad y esa dignidad las salvaguarda, el «Llamamiento por un Nuremberg para el comunismo» no vale solamente hacia el pasado, sino que tiene que servir también para el presente, y para el futuro, para impedir que esa ideología se propague ulteriormente, y para evitar que siga intoxicando a las futuras generaciones.
En fin, esta iniciativa vale para condenar tanto el comunismo que realmente se concretó, en los regímenes pasados y en los actuales, en sus diferentes variantes (entre las cuales China, Corea del Norte, Laos, Vietnam, Camboya, Cuba, Venezuela, Nicaragua, Mozambique, Eritrea), como la ideología totalitaria que los ha parido y que sigue actuando en todas las áreas del planeta, inclusive dentro del mundo occidental, bajo forma de partidos políticos, de movimientos revolucionarios, de grupos subversivos, de organizaciones tercermundistas, antioccidentales o adversas al sistema socioeconómico occidental.
6. ¿Cree usted que la valoración histórica que se la dado a esta ideología ha sido la adecuada?
El juicio histórico entendido como juicio de la historiografía sobre el comunismo, muestra evaluaciones diferentes dependiendo de la perspectiva teórica y política desde la cual los historiadores han considerado al comunismo según su forma ya sea ideológica ya sea estatal: de aquí que haya una disparidad de opiniones, pero hoy en día nadie puede ya más negar, salvo algunos personajes nostálgicos o ideológicamente deformados, la realidad de los crímenes perpetrados por los varios regímenes a lo largo de los años. Por eso muchos van por el camino de la diferenciación entre intenciones y resultados, afirmando que el comunismo sería una idea buena, una hipótesis de emancipación de la humanidad, y que su fallida realización se debe a las imperfecciones de las personas que la han adoptado, y que por lo tanto también las consecuencias catastróficas, incluidas las masacres, se deben no a la idea sino a las personas; mientras que otros, con una distinción aun más venenosa y más cínica, afirman que para la realización de un ideal tan grandioso, incluso las masacres se justifican, legitimando así una criminal ecuación entre finalidades y medios, y logrando mantener íntegro el núcleo ideológico del comunismo en sí para las generaciones futuras.
Está claro que el justificacionismo es tan nocivo como el negacionismo.
7. ¿Cómo observa actualmente a la izquierda a nivel mundial? ¿Cree que ha realizado una autocrítica sincera sobre lo que han constituido los crímenes del comunismo en la historia?
La izquierda mundial se encuentra hoy en una condición paradójica. Por un lado es heredera del naufragio histórico del proyecto social-comunista, y está por lo tanto en evidente inferioridad con respecto a la validez del proyecto que, para simplificar, defino liberal-capitalista, o sea de esa visión del mundo que se ha afirmado en la civilización occidental y que hoy se extiende a todos los países que avanzan inspirándose en ella. Por otro lado, sobre todo en esos países, tal ideología, de varias maneras transformada o bien oportunistamente modificada según el caso, está rebrotando como lo que Bukovsky definía «un cáncer en el cuerpo de la raza humana», se está adaptando a las nuevas circunstancias geopolíticas y se está reorganizando y hace pasar por nuevo y por bueno un proyecto social que, al contrario, produjo nada más que miseria y devastación.
Inmersa en esta paradoja, la izquierda ha encontrado el atajo para escapar del callejón sin salida en el que la historia la había acorralado, gracias a algunos sucesos históricos contingentes y gracias a algunos aliados, antiguos y nuevos. Tales fenómenos contingentes son, por ejemplo, los cambios climáticos vendidos como aspectos de una crisis ecológica planetaria; la presión migratoria que desde África y Asia amenaza a Europa y que la izquierda ve como una oportunidad de revancha contra el capitalismo y como posibilidad de realizar concretamente ese tercermundismo que siempre fue parte de su patrimonio ideológico; las repetidas crisis económicas interpretadas como signos que anunciarían el colapso del sistema capitalista, o sea de todo el sistema socioeconómico occidental. Todos estos fenómenos son aprovechados por la izquierda mundial para ganar espacio político y para adquirir consensos en la opinión pública.
Paralelamente, puede contar con aliados poderosos: amigos históricos como gran parte del mundo de los medios, en su mayoría tradicionalmente embebido de ideología social-comunista y antioccidental (aunque sin vergüenza de sacarles plata a los magnates del detestado capitalismo), y alineado con las posiciones del tercermundismo y del progresismo radical; aliados institucionales, como por ejemplo la ONU y todos sus organismos, de la FAO a la UNESCO, desde el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados hasta la Organización mundial de la salud; y un aliado nuevo e inesperado, la Iglesia católica guiada por el actual Papa o, para ser más precisos, esa parte de la Iglesia que sigue la teología política de Bergoglio, la cual se inspira en la Teología de la Liberación, ese catocomunismo que ya tenía muchos adeptos en el mundo y que hoy se ha vuelto mayoritario en el clero y, temo, también entre los feligreses. Por la autoridad de su rol, y por la objetiva irrelevancia de los jefes de la izquierda actual, el actual pontífice bien puede ser considerado como el líder carismático que la izquierda hoy necesita para seguir alimentando el imaginario colectivo de sus adeptos.
Paradójicamente, ha habido en la izquierda más autocrítica en el periodo anterior o en los años inmediatamente posteriores a la caída del Muro de Berlín, mientras que hoy ésta ha superado esa fase y abandonado toda actitud autocrítica, volviéndose cada vez más soberbia y agresiva. Un autoexamen serio, que con coherencia saque consecuencias de tal análisis, obligaría a cualquier persona racional a abandonar esas posiciones, por lo que no les queda otra que buscar salidas teóricas y prácticas, sofismas que, como ya observé, permitan preservarle, a la idea comunista, ese halo de misticismo que se ha vuelto imprescindible para que alguien pueda todavía creer en ella.
8. ¿Considera que estamos ante el advenimiento de opciones más radicales y populistas desde la izquierda?
En el mundo occidental, la izquierda tiene necesidad de avanzar según dos diferentes registros o velocidades: uno de bajo perfil ideológico, que pueda asegurarle la calificación de idónea para gobernar y que no asuste al electorado de sistemas liberaldemocráticos que no tolerarían virajes radicales; y otro, de tenor ideológico más agresivo, que pueda hacer hincapié en las contingencias (especialmente de crisis económica y cambio climático) para caldear los ánimos de los más jóvenes, para presionar en dirección del inmigracionismo afroasiático en Europa, para aislar al Estado de Israel y favorecer a sus adversarios (ya sea palestinos o iraníes), para fomentar levantamientos subversivos en América Latina, como hemos visto hace unos meses, o para alimentar en Europa movimientos sediciosos que puedan interceptar el malestar social y alimentar disturbios.
9. ¿Cómo califica usted ideológicamente al chavismo? ¿Lo considera un heredero de las tesis comunistas?
A mi manera de ver, Chávez fue el principal exponente de un populismo latinoamericano que, juntando el marxismo-leninismo con el nacionalismo, tuvo gran aceptación en todo el continente (la Alianza Bolivariana ha sido un resultado nefasto pero objetivamente conspicuo), no porque tuviese una gran capacidad teórica, sino porque había conquistado el poder en uno de los principales países productores de petróleo. Es gracias a las reservas petrolíferas de Venezuela, y no sobre la inteligencia política de Chávez, que se ha podido formar y consolidar ese movimiento que se define chavismo y que sigue aun hoy detentando el poder en Venezuela. El hilo del petróleo liga, en efecto, a países que en apariencia tienen pocas afinidades entre sí: Rusia, Irán y justamente Venezuela, con Cuba, más como residuo ideológico que como actor en paridad de condiciones, dada su irrelevancia económica.
Recuerdo claramente como, en 2007, Chávez y el entonces presidente iraní Ahmadinejad firmaron la alianza de hierro entre sus dos países; tengo fresco el recuerdo de sus intercambios de visitas, la llegada triunfal del iraní a Caracas, para pasar luego por Cuba a rendir homenaje al agonizante ayatolá Castro, y afianzando un vínculo que veía perfilarse una alianza mundial entre el nazismo islámico y el comunismo, con el objetivo compartido de destruir a la potencia estadounidense y a Occidente en general (incluido Israel, obviamente). Con esa alianza, a la que más tarde se sumó también Rusia, se delinearon proyectos delirantes, como el socialismo del Siglo XXI: pura locura, inéditos escenarios estratégicos, pero sobre todo nuevas energías ideológicas y, lo más inquietante, militares. La guerra contra Occidente había encontrado ya desde 2007 un eje de fuerte penetración geopolítica.
Solamente para seguir en Sudamérica: todos conocen el triángulo de la frontera entre Argentina, Paraguay y Brasil, que ya se ha vuelto de hecho zona extraterritorial, una enclave sustraída a la legalidad por parte de la mafia del comercio de droga y utilizada como puesto de avanzada para la yihad en Occidente, como espacio logístico para el fortalecimiento económico-militar de grupos terroristas de los que todos conocen la existencia pero que nadie quería desbaratar, que Chávez había fomentado y, después del pacto con Irán, financiado. Para pagarles a los militantes de Hezbollah y de Hamas en Medio Oriente y a otras células en varias partes del mundo, Irán no tenía necesidad del dinero chavista, y aun así Chávez, que con su obscena retórica hacía que Simón Bolívar se revolviese en la tumba, no quiso quedarse atrás al momento de sostener la entonces ambicionada revolución comunista-islamista mundial.
La ideología chavista-madurista, que sigue consistiendo en poquísimas ideas y contando con muchos apoyos internacionales, es una de las adaptaciones del comunismo (en este caso a la realidad sociocultural venezolana), una odiosa forma de prevaricación ideológica culminada en dictadura.
10. ¿Cómo observa usted la situación de Venezuela?
Maduro es un presidente abusivo, que no solamente ha usurpado el cargo, sino que, con la instauración de un sistema de nomenclatura corrupto, con un uso contundente de la demagogia y con el apoyo hasta hoy tal vez total de la cúpula del ejército, ha llevado la miseria a su pueblo (a todo el pueblo: también los que salen a la calle a manifestar para sostenerlo sufren de hecho la escasez provocada por la política económica chavista). Un déspota que se ha encerrado en el fuerte del poder sin ningún respeto por la democracia y sin la menor piedad, siquiera, por sus compatriotas que están casi literalmente muriendo de hambre y, cosa ésta no menos grave, padeciendo la injuria de la privación de la libertad.
Sólo ideólogos marxistas, políticos cínicos o exponentes eclesiásticos bergoglianos pueden seguir sosteniendo esa dictadura o declarándose equidistantes entre Maduro y la oposición. Exceptuando tales tipologías, debería haber un apoyo incondicional al empuje democrático y de libertad desplegado por la oposición. El Parlamento europeo ha reconocido ya desde la primavera de 2019 la legitimidad del presidente de la Asamblea Nacional venezolana, como han hecho más de sesenta países, con Estados Unidos en primera línea (Italia lamentablemente no forma parte de ese grupo, a causa de la postura filomadurista del «Movimento 5 Stelle» que gobierna; y tampoco el Vaticano, que insiste en la tesis capciosa y criptosocialista de la equivalencia entre dos facciones que, sin embargo, no son comparables). Pero la presión política resulta a estas alturas insuficiente para derrocar al directorio de Maduro. El eje con Rusia, Irán y hoy además con China, está apuntalando un régimen putrefacto pero todavía en condiciones de sofocar a la oposición. Hace falta por lo tanto un forzamiento que, apoyado también desde el exterior, ayude a doblegar ese régimen cada vez más despiadado.
Un acto de imputación internacional podría ser una vía intermedia entre la presión política (casi siempre demasiado lenta y poco eficaz) y la intervención militar (no deseable, porque causaría víctimas entre los civiles, ya exhaustos por la pobreza madurista): en tal sentido habría que dar amplio impulso internacional al mandato de captura contra Maduro, emitido por Estados Unidos y ordenado por el presidente Trump, pero para lograr este objetivo se necesitan una clara voluntad y gobiernos que quieran afirmar el principio de libertad sin hipotecas ideológicas.
Es de esperar por lo tanto que dicha voluntad encuentre un conducto que realice sus intenciones. Todos los que la comparten deberían por lo tanto actuar en sus respectivos ámbitos para que los gobiernos occidentales tomen una decisión que cada día se vuelve más urgente. No podemos ser demasiado optimistas, porque conocemos la orientación ideológica y la cobardía de muchos de los partidos que hoy gobiernan en Occidente (Unión Europea incluida), pero podemos tener confianza en la energía de las ideas y en la fuerza de la libertad, que pueden movilizar a la opinión pública para que ejerza esa presión a que los gobiernos no pueden escapar si quieren realmente ser (y no meramente autodefinirse) liberaldemocráticos.