Fundación Bases
Desde la Fundación Bases repudiamos enérgicamente la medida propuesta por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner de bloquear las importaciones de alimentos. La administración Kirchner amenaza nuevamente con aplicar medidas que atrasan más de medio siglo y parecen sacadas de la Italia fascista en la que Juan Domingo Perón se inspiró para gobernar nuestro país durante sus dos primeros mandatos y que dejó una impronta imborrable en el esquema de poder del Partido Justicialista.
Si bien resulta imposible comprender la lógica que siguen los burócratas de turno al llevar adelante medidas de corte mercantilista en un mundo multilateral, creemos es clave desterrar algunos de los mitos que llevan a una parte de la población nacional a mirar con simpatía tal medida.
1) «En la Argentina existe capacidad ociosa»: esto es completamente inconsistente con un escenario de alta inflación y crecimiento económico. Como producto de años de crecimiento a «tasas chinas» sin inversiones de magnitud, la matriz económica nacional está trabajando a niveles alarmantes de capacidad instalada, generando presión inflacionaria como consecuencia de las inyecciones de dinero constantes por parte del gobierno.
2) «La sustitución de importaciones es buena para la industria nacional»: la sustitución de importaciones no es sustentable en el mediano y largo plazo y constituye una política del tipo «pan para hoy, hambre para mañana». En el caso particular de la industria agro-alimenticia argentina, la situación roza el ridículo de la injustificación. Nuestro país se caracteriza por tener una industria alimenticia y un complejo agrícola ganadero de los más productivos del mundo, capaz de competir de igual a igual con los países desarrollados. No es casual que, a pesar de los niveles confiscatorios de impuestos que soporta este sector, aún pueda seguir siendo rentable.
3) «El bloqueo es bueno porque va a crear puestos de trabajo»: en términos prácticos, el mejor escenario posible es que la medida tenga efectos neutros a nivel de empleo a nivel cuantitativo. Sin embargo, fiel a la tradición Austriaca, es clave reconocer la falacia que existe en suponer que todos los trabajos son iguales y que los factores se reacomodan de manera automática e inmediata. Los supuestos Keynesianos de homogeneidad han sido refutados extensamente a lo largo de la historia. Seamos claros, el bloqueo de productos importados no significa solamente que ahora “doña Rosa” en lugar de tomar café instantáneo Dolca (que se produce en Brasil) va a tener que tomar un café instantáneo de producción nacional. El bloqueo tal como está pensado, implica que cientos de negocios de “Delicatessen” -por caso- van a dejar de tener sentido, destruyendo valor en la economía y borrando miles de puestos de trabajo. Más aún, los supermercados de grandes superficies van a dejar de tener sentido.
Es importante destacar que muchos de los productos que se importan desde países socios del Mercosur y otros lugares del mundo, colaboran para mantener las, ya alarmantes, tasas de inflación “en caja”. Estos productos son importados, entre otros motivos, porque se pueden vender a un precio que es menor que los productos nacionales. En consecuencia, cualquier restricción de la oferta de productos extranjeros va a tener un impacto en el nivel de precios.
Por último, no es descabellado pensar que el fin último de esta medida sea que los productores nacionales pierdan la capacidad de exportar y se vean obligados a volcar sus saldos exportables en el mercado interno. Incluso en caso de que ésta fuese la (oscura) motivación, el gobierno ha elegido, una vez más, el camino más conflictivo y destructivo. De haber querido los burócratas de turno bloquear las exportaciones, podrían haberlo hecho sin violar absolutamente todos los tratados internacionales de comercio que suscribió la Argentina durante los últimos 50 años. No es casual que hoy por hoy sean los socios comerciales del Mercosur y los países de la Unión Europea (ninguno de ellos necesariamente amantes del libre comercio) quienes han presentado reclamos respecto de la medida propuesta por Cristina Kirchner.
Una vez más, el matrimonio gobernante, a través de su implacable lacayo Guillermo Moreno, ha mostrado los dientes y su capacidad de destruir por su ciega ambición de poder a través de la “caja”.