Hace un par de semanas la CNN publicó una nota sobre los supuestos beneficios que el cuckolding le puede traer a una pareja. ¿De qué se trata, pues, esta práctica? Nada más y nada menos de fantasear con que tu mujer se acueste con otro… y llevarlo a la práctica. Cuernos, como se dice por estos lados, pero buscados, consentidos y hasta promovidos.
El artículo de la cadena informativa norteamericana incluso detalla como la práctica del cuckolding entraña para el hombre que, por decirlo de alguna manera, comparte a su mujer, una necesidad de humillación y degradación.
No creo que haga falta aclararlo, pero la apología de la CNN respecto de esta práctica se volvió un blanco universal de chistes y sorna.
En cualquier caso, todo esto me vino a la cabeza tras una conversación con un taxista sobre ciertos desarrollos inmobiliarios en la ciudad de Rosario. El chofer, muy ofuscado, los señalaba mientras nos acercábamos a ellos y los denunciaba como supuesto fruto de la evasión impositiva.
De manera alguna me pareció que el taxista fuera, en sus ratos libres, inspector impositivo o funcionario gubernamental. Por lo tanto, me extrañó su fanatismo por la fiscalidad. Sobre todo, porque me estaba llevando a la zona que denunciaba como consecuencia de la evasión. No sé qué beneficios le traerán los impuestos que recauda la AFIP. Pero puedo asegurar que el lugar al que me llevó le proporcionó, al menos, dos viajes: el mío y el de la persona que abordó el taxi inmediatamente después que yo me bajé.
Desgraciadamente, este tipo de actitudes son más generalizadas de lo que parece.
Muchas personas critican a Uber porque, supuestamente, “no paga impuestos en la Argentina”.
Las sociedades off shore son también blanco de ataques semejantes. Para estos militantes de los impuestos, el mayor problema mundial son los paraísos fiscales y no los mucho más abundantes infiernos fiscales.
Me ha tocado también escuchar gente literalmente celebrar que los mínimos del impuesto a las ganacias no eran actualizados, de forma tal que el impacto sobre el sueldo de muchos trabajadores era brutal.
De hecho, la presión fiscal argentina es altísima. Tal como afirma esta nota de Infobae:
“La carga fiscal del país se ubica en el 32% del PBI, superando en un 40% el nivel promedio de América Latina y el Caribe (que se ubica en 22,8%). Y al mismo tiempo es un nivel parecido al de los países más desarrollados del mundo que integran la OCDE (34,3%). Queda confirmado con evidencia científica un dicho popular: en la Argentina se pagan tantos impuestos como en Europa, pero para recibir servicios del tercer mundo”.
A ver, entiendo perfectamente que Ricardo Echegaray o Alberto Abad estén absolutamente comprometidos con el cobro de impuestos a los ciudadanos y empresas. Es una ocupación triste y vacía a mi modo de ver. Pero es su trabajo.
Lo bizarro es que tipos de a pie, quienes aparentemente no viven del estado y que, muchas veces, se ven perjudicados por la exorbitante presión tributaria argentina, sean militantes de la fiscalidad, solía dejarme absolutamente perplejo.
Pero aquí es donde el tema del cuckolding entra como posible explicación de la patología de los militantes tributarios.
Al igual que los hombres que buscan amantes para sus mujeres, estos cornudos fiscales experimentan algún tipo de goce masoquista al ser expoliados por el estado ineficiente y corrupto. La rapacidad fiscal del estado que los humilla y degrada los lleva al placer perverso.
En el fondo, son víctimas que han transformado su sufrimiento en placer masoquista. Y no les basta con que un tercero se apodere de lo que no le pertenece, en el colmo de la autoflagelación, se vuelven hinchas de su explotador.
El cornudismo fiscal es una práctica aberrante. Ningún hombre de bien puede regodearse de cómo él mismo y sus vecinos son explotados por un estado salvaje y voraz.
* Federico N. Fernández es Presidente de la Fundación Internacional Bases (Rosario, Argentina) y Senior Fellow del Austrian Economics Center (Viena, Austria).
Fuente: La Opinión Incómoda (https://medium.com/la-opinión-incómoda)