Varios economistas y comentaristas han sostenido que las leyes de distanciamiento social impuestas por el gobierno deberían flexibilizarse más pronto que tarde: Las brutales restricciones gubernamentales han llevado a un colapso de la producción, a un aumento vertiginoso del desempleo y a largas filas para recaudar los beneficios sociales financiadas por la creciente deuda del gobierno.
Discutiendo el crecimiento económico
La respuesta a este argumento, en algunos círculos, ha sido de repugnancia. Después de todo, ¿qué clase de persona arriesgaría la vida de la gente en nombre de la economía? Pero aquí es donde la discusión se ha convertido en una falsa dicotomía. La idea de que este debate trata de un compromiso entre salvar vidas y salvar las cifras del PIB representa un malentendido generalizado y frustrantemente trágico de por qué es importante el crecimiento económico. La primera razón, entre muchas, es que el crecimiento económico es la forma en que salvamos más vidas mañana de las que podemos salvar hoy.
Una economía en crecimiento significa que, con el tiempo, la comunidad disfrutará del aumento de los ingresos reales. A medida que los ingresos crezcan, la gente gastará una menor parte de su dinero en necesidades y una mayor parte en su bienestar y salud personal. Esto, a su vez, fomenta una mayor inversión de capital en la salud y una mayor proporción de la fuerza laboral puede pasar a la enfermería y la medicina.
Por lo tanto, si nuestra economía crece rápidamente, una mayor parte de nuestra riqueza se redirigirá hacia el sistema de salud. La creciente demanda de servicios de salud fomenta la innovación, el espíritu empresarial y la investigación médica, lo que significa que se salvarán más vidas mañana, al día siguiente, al año siguiente y en los años venideros. Por el contrario, si el crecimiento económico se derrumba, sabemos que más gente morirá en el futuro. Un menor crecimiento hoy significa que se salvarán menos vidas el año que viene.
Contracción del 3% del PIB
El FMI prevé que la economía mundial se contraerá en un 3% este año como consecuencia de la pandemia en curso y de las respuestas políticas de los gobiernos nacionales (leyes de distanciamiento social). Una contracción del 3% significa que el mundo pierde aproximadamente 9 billones de dólares. Según un informe de 2019 de la actualmente difamada Organización Mundial de la Salud, aproximadamente el 10% del PIB mundial se gasta en salud.
En otras palabras, una contracción del 3% del PIB mundial significa que los servicios sanitarios del mundo perderán 900.000 millones de dólares. ¿Cuántas vidas podríamos haber salvado con 900.000 millones de dólares adicionales? ¿Cuántas vidas no se salvarán porque la industria sanitaria va a perder 900.000 millones de dólares? Las recesiones económicas cuestan vidas. No sólo hoy, sino en los años venideros, ya que la tecnología médica que se habría desarrollado permanece en incubación y los seguros médicos que habrían sido asequibles habrán aumentado en precio.
Esta línea de razonamiento ni siquiera tiene en cuenta el sufrimiento real infligido por la pérdida de empleos y el desempleo contínuo. No considera el costo humano de no poder pagar el alquiler o los pagos de la hipoteca. No considera los problemas de salud mental y de abuso doméstico exacerbados por mantener a la gente adentro. Gran parte del sufrimiento humano creado por estas leyes de encierro es casi imposible de cuantificar.
Para ser claro, no estoy argumentando que los gobiernos deban relajar todas las medidas de distanciamiento social de la noche a la mañana. Un documento reciente de los economistas del Banco de la Reserva Federal de Nueva York ha encontrado pruebas que sugieren que algunas disposiciones de bloqueo pueden ser realmente mejores para la economía a largo plazo que permitir que COVID-19 se extienda por toda la población. Mantener ciertas leyes de bloqueo durante los próximos meses puede ser la mejor opción política.
Mi punto es que, en términos de salvar vidas, no está nada claro qué opción es superior. Sacrificar el crecimiento económico en el nombre de detener la propagación de COVID-19 llevará a muertes. Dar prioridad al crecimiento económico sobre la desaceleración de COVID-19 también llevará a muertes. Ambas opciones son horribles. El reto es averiguar cuál de ellas matará a menos personas y no es una ecuación sencilla de resolver. Afirmar que la mejor opción política es obvia es simplificar demasiado un mundo muy complejo.