Las fuerzas del terruño y el tiempo; el peso de la historia y, principalmente, de la geografía, atentan contra los intereses particulares de una nación como Uruguay. En un contexto de complejidad internacional y particularmente, regional, las posibilidades de comercio bilateral entre una nación como Uruguay y el gigante asiático China se encuentran en serias dificultades.
Como es sabido, Luis Lacalle Pou es la oveja negra de un grupo de presidentes latinoamericanos que se encuentran en las antípodas de su pensamiento. Con una retórica fuertemente pro comercio, el mandatario uruguayo siempre ha movilizado acciones y discursos en pos de una apertura comercial nacional y a nivel Mercosur. Últimamente, lo más conocido ha sido la disputa para la aprobación del tratado Mercosur-Unión Europea.
Sin embargo, más allá de este tratado entre ambos bloques, lo cierto es que por las sombras, los Lula, los Alberto Fernández y otros, no están de acuerdo con las disposiciones personales del presidente Lacalle Pou con China. Uruguay venía avanzando con el líder del comercio mundial hace varios meses en la búsqueda de un Tratado de Libre Comercio. Sin embargo, este encontró varias oposiciones dentro del Mercosur, lo cual pone de manifiesto la importancia de las relaciones comerciales y geográficas dentro de la región.
Por un lado, muchos sostienen que la postura pro occidental, democrática y republicana de Uruguay no es compatible con el comercio chino, percibido como propio de los gobiernos progresistas latinoamericanos. En su estructura de pensamiento axiomático, no conciben que la libertad de comercio de individuos, empresas y un país pueda variar entre diferentes naciones, sin excluir a China o Estados Unidos.
Por el otro, pese a que el Mercosur esté a años luz de distancia de la Unión Aduanera que implica a los países del primer mundo, también consideran que toda acción comercial debe pasar por las manos de la “Patria Grande”.
Al igual que con la mayoría de los países del mundo, China es el principal socio comercial de Uruguay. A pesar del estrecho vínculo que Argentina y Uruguay poseen con Brasil, Lacalle Pou comprende que, siendo China su principal comprador es menester mejorar los términos de intercambio, cuando por los mismos productos Australia y Nueva Zelanda poseen muchos menos aranceles que el país rioplatense. Del mismo modo, Lula, como político pragmático que es, decide utilizar cualquier herramienta y número a su favor expresado retóricamente como un enojo y avasallamiento de los supuestos “derechos” que el Mercosur posee antes que las negociaciones bilaterales. Lula posee razón en algo: el peso demográfico del mercado brasileño es notoriamente mayor al uruguayo, con lo cual cualquier negociación con China puede incluir la importación de productos del país asiático que, por la cantidad de población, tendrían más asidero que en Uruguay; en este punto, Lula utiliza esa arma poblacional como elemento discursivo contra el país rioplatense.
En este complejo entramado, la importancia geopolítica del Mercosur es mayor que la que podría parecer en un comienzo. Pongamos en contextos regionales: Oceanía es un continente occidentalizado con fuerte comercio con China, Europa es el hogar de las democracias occidentales capitalistas y América del Norte encarna el imaginario capitalista actual; África es el continente en donde China lleva a cabo su plan de expansión más agresivo.
¿Y América Latina? El contexto regional no es para nada fácil para las dos potencias que dominan el orden hegemónico bipolar actualmente: Estados Unidos y China. A diferencia de otras regiones, aquí existen países fuertemente vinculados con China -como Argentina con el tópico actual respecto a la problemática de dólares y la financiación en Yuanes- y otros que rechazan de plano a Beijing. De hecho Paraguay posee relaciones diplomáticas con Taiwán.
En este punto, el problema para Uruguay – pero también para un hipotético acuerdo que encabece Lula – es cómo coordinar estas alianzas en este complejo escenario; ésto puede perjudicar a Lacalle Pou porque la cantidad de esfuerzo aplicado a este punto puede complejizar las relaciones regionales y, a su vez, hacer que sean truncos en términos comerciales cualquier tipo de iniciativa. Es probable que, incluso, por años sea difícil llevar a cabo otra iniciativa de esta magnitud para Uruguay, que será todavía más compleja si se plantea en términos de Mercosur.
De esta manera, Lacalle Pou intentó llevar la lanza principal de este acuerdo al que, según sus pretensiones debían sumarse el resto de los aliados del Mercosur. Pero Lula prefiere llevar, dada la importancia de Brasil, un ejército de personas detrás de él para conseguir estos beneficios en términos de Mercosur. No solamente se vuelve complejo para Uruguay este revés en su política comercial con el país asiático, sino que además pone en jaque el ya de por sí endeble entramado de poder regional.
La búsqueda de tratados comerciales debería considerarse siempre una iniciativa justa. Pero en un la lógica populista de amigo/enemigo, Lula y Alberto no toleran que un Otro ideológico tenga también una relación con China.
Va de suyo que la iniciativa de Lacalle Pou es positiva y valiosa para el Uruguay. Empero, debemos remarcar lo que enunciamos al comienzo: las fuerzas del terruño y de la historia, las fuerzas del tiempo y de la geografía. Hay que tener una clara comprensión del contexto y donde se desarrollan las iniciativas que llevan adelante los países.
En una región acomplejada por las disputas de las potencias, agravar las tensiones geopolíticas no parece el mejor panorama para Uruguay. No obstante, aunque la apuesta uruguaya no reciba los beneficios que planeaba en un principio, ahora es el tiempo de utilizar la lógica discursiva y retórica para plantarse de frente a un Brasil muy complejo y una Argentina que está a punto de cambiar de rumbo. Pese a los escollos transitorios, la meta debe ser el libre comercio.
* Nicolás Pierini es actualmente Pasante de la Fundación Internacional Bases
Fuente: Fundación Internacional Bases