La reciente maniobra del presidente Nicolás Maduro de implementar la aplicación VenApp para que los ciudadanos denuncien «de manera confidencial» a quienes han «atacado al pueblo» inaugura un capítulo sombrío en la crónica de la represión en Venezuela. Lo que comenzó como una herramienta diseñada para reportar incidencias con los servicios públicos se ha transfigurado en un dispositivo de delación que amenaza con desmantelar la confianza y la solidaridad en el tejido social venezolano.
Nada resulta más despreciable que la delación. Nadie es más infame que el delator. Y uso el término «infame» sin reservas. Porque encarna todas las vestiduras del colaborador del totalitarismo encarnado. Es comparable a una polilla que corroe los cimientos de la estructura social y socava la cooperación, que es un pilar esencial del orden social.
La delación es una práctica abominable, empleada por los regímenes totalitarios a lo largo de la historia. Siempre es factible explotar la miseria humana; siempre es viable utilizarla como una herramienta para erradicar la disidencia. Esa «justicia popular» ni es justicia ni es popular. Es simplemente una pieza de la maquinaria del terror utilizada por las tiranías para aplastar el pensamiento libre.
Cuando los ciudadanos son incitados a espiar y denunciar a sus vecinos, amigos e incluso familiares por supuestas desviaciones políticas, ideológicas o cualquier comportamiento percibido como una amenaza para el régimen, se desatan los intereses malsanos, la confabulación de la envidia y el ajuste de cuentas. Esta práctica no sólo destruye las relaciones humanas y socava la moralidad individual, sino que también perpetúa un estado de terror y control absoluto por parte del poder central.
La delación implica la traición de la confianza y la solidaridad entre los individuos, fomentando un ambiente de desconfianza y miedo que erosiona las bases de una sociedad libre y democrática. Donde la delación se utiliza, no hay libertad. Es Leviathan jugando al gato y al ratón. Al fomentar la desconfianza y la vigilancia mutua, se busca mantener a la población en un estado de sumisión y temor constante, impidiendo cualquier forma de disidencia o resistencia.
¿Por qué se recurre a la delación? Para consolidar el poder de una élite gobernante a expensas de la libertad y dignidad de los ciudadanos. La delación es éticamente repugnante. Constituye una flagrante aberración de la moral que invalida los valores fundamentales de la dignidad humana, la libertad individual y la justicia. La delación no solo corrompe al individuo que denuncia a sus semejantes, sino que también contamina al propio sistema que la promueve, convirtiéndolo en una entidad represiva y deshumanizada.
Todos los ciudadanos deberían estar atentos y rechazar, denunciar y combatir cualquier forma de delación que amenace la integridad moral y la libertad de los individuos en una sociedad. La verdadera fortaleza de un sistema político radica en su capacidad para garantizar la justicia, la libertad y el respeto a los derechos humanos, no en la opresión y el control mediante el miedo y la traición.
* José Alberto León es Project Director en la Fundación Internacional Bases, así como Senior Fellow de los think tanks CEDICE Libertad y Fundación Ciudadano Austral. Anteriormente, asistente de investigación y contenidos de la Fundación Para el Progreso. Coautor del libro «Después del Socialismo, Libertad». Estudió Derecho en la Universidad Central de Venezuela.
Fuente: Fundación Internacional Bases