Venezuela, una vez más sumida en la sombra de una elección espuria, enfrenta una debacle de legitimidad sin parangón. En una confabulación que socava los cimientos de la democracia, los poderes públicos han adulterado los resultados electorales, autoproclamándose vencedores y pisoteando el debido proceso que debería garantizar la voluntad popular. Este ultraje ha desencadenado una oleada de protestas a lo largo y ancho del país, con partidos políticos exigiendo la publicación íntegra de todas las actas de votación para efectuar un recuento transparente y verificar los resultados. Esta demanda, crucial para preservar la paz social y la estabilidad política, debe ser atendida de inmediato.
A tal efecto, los ciudadanos, en un clamor unánime por transparencia y claridad, han tomado las calles exigiendo el escrutinio público de las actas, para así garantizar una decisión justa y verificable. El derecho de los venezolanos a exigir respuestas del Consejo Nacional Electoral es inalienable, y este organismo tiene la obligación ineludible de satisfacer tales demandas. De igual modo, la comunidad internacional, con escasas excepciones, se une al clamor por la transparencia, exigiendo un proceso electoral libre de manipulación y acorde a los estándares democráticos. No obstante, la paz depende de la entrega inmediata de las actas, y lamentamos profundamente el menoscabo de las relaciones con los países vecinos, situación que agrava la ya precaria condición de los venezolanos que conformamos la diáspora.
Aunque la historia de Venezuela parezca un ciclo recurrente de crisis y conflictos, es importante entender que cada momento histórico es único e irrepetible. Como afirma el filósofo Erik del Bufalo, no hay círculos, sino espirales. Cada vuelta nos lleva a un punto similar, pero en un nivel diferente de conciencia y evolución. Esto significa que, aunque enfrentemos desafíos similares a los del pasado, tenemos la oportunidad de aprender de nuestros errores y construir un futuro diferente. La crisis actual no es simplemente una repetición de lo que ya vivimos. Es una nueva oportunidad para que los venezolanos demostremos nuestra madurez política. No podemos permitir que la desesperanza y la frustración nos lleven a repetir los errores del pasado. Debemos aprender de ellos y utilizar ese conocimiento para forjar un futuro mejor. La espiral de la historia nos ofrece una nueva oportunidad. Aprovechémosla para construir un futuro en el que la represión sea reemplazada por la libertad y la desesperanza por la esperanza.
Por ende, debemos evitar la vorágine del consecuencialismo. En ocasiones, el atajo es una trampa. Reflexionar sobre nuevos métodos, construir consensos y considerar el largo plazo es crucial para enfrentar este desafío social. En este contexto, la demolición de las estatuas de Hugo Chávez, erigidas en contra de su voluntad tras su muerte en 2013, trasciende el mero acto vandálico. Se convierte en un símbolo poderoso del rechazo popular al régimen que él instauró y que ha gobernado Venezuela durante más de dos décadas. Estas estatuas, imponentes y omnipresentes, representaban la figura de Chávez como un líder omnipresente y paternalista, perpetuando su imagen y legado político. Al derribar estos monumentos, los venezolanos expresan su repudio al autoritarismo, la corrupción y la crisis económica que han marcado este período. La caída de las estatuas es una metáfora visual de la caída del régimen en el imaginario colectivo, un acto de desafío y liberación que busca romper con el pasado y abrir paso a un nuevo futuro para el país. Este gesto simbólico también pone de manifiesto el desencanto de la población con sus sucesores. Al destruir estas representaciones físicas de su figura, los venezolanos buscan desmantelar el mito y la narrativa oficial que lo presentaba como un líder infalible y salvador de la patria.
La situación actual en Venezuela encuentra un eco histórico en la célebre Batalla de Las Queseras del Medio, donde el General José Antonio Páez, con una pequeña tropa de lanceros, logró una victoria sorprendente contra un ejército español mucho más numeroso. La clave de su éxito fue la astucia y la táctica del “¡Vuelvan caras!”, una maniobra que simulaba una retirada para atraer al enemigo y luego contraatacar con fuerza.
Esta batalla, más allá de su relevancia histórica, ofrece una lección valiosa para la oposición venezolana actual. A pesar de ser mayoría desde hace más de una década, la oposición no ha logrado capitalizar esta ventaja numérica para alcanzar un cambio político real. Al igual que Páez, la oposición debe aprender a utilizar su fuerza, pero también su astucia y capacidad de adaptación para enfrentar a un adversario que controla las instituciones y los recursos del Estado. El desafío actual radica en encontrar nuevas estrategias y tácticas que permitan a la oposición superar los obstáculos y lograr sus objetivos. No se trata simplemente de ser mayoría, sino de saber cómo utilizar esa mayoría de manera efectiva. La astucia, la creatividad y la capacidad de adaptación son fundamentales para enfrentar un régimen que ha demostrado ser experto en manipular las reglas del juego político.
La Batalla de Las Queseras del Medio nos recuerda que la victoria no siempre se logra con la fuerza bruta, sino con la inteligencia y la estrategia. La oposición venezolana debe aprender esta lección y encontrar su propio “¡Vuelvan caras!” para guiar al país hacia la libertad y la democracia.
En el momento de escribir este artículo, la confirmación por parte de Human Rights Watch de la muerte de 20 personas en las protestas post-electorales pone de manifiesto la gravedad de la crisis política y social que atraviesa Venezuela. La comunidad internacional, alarmada por la escalada de violencia y la falta de transparencia en el proceso electoral, ejerce presión sobre el gobierno de Nicolás Maduro para que garantice un recuento claro y transparente de los votos. La credibilidad del régimen está en entredicho, y la falta de respuestas satisfactorias a las demandas ciudadanas solo alimenta la desconfianza. Las tensiones internas amenazan con desbordarse, y la violencia podría escalar aún más.
A pesar de los desafíos y las adversidades que enfrentamos, no debemos sucumbir al desaliento. Mantener la esperanza viva y la mirada fija en el horizonte es fundamental para resistir los embates de la tiranía. La desesperanza y la resignación son armas poderosas en manos de quienes buscan perpetuar el poder a cualquier costo. Los cambios de conciencia, aunque a veces imperceptibles en el corto plazo, son irreversibles a largo plazo. El “Vuelvan Caras” de hoy es un llamado a la acción, a la unidad y a la perseverancia. No podemos permitir que el miedo y la desesperanza nos paralicen. Debemos unirnos como nación, trazar estrategias inteligentes y luchar incansablemente por nuestros derechos y libertades. Solo así podremos romper las cadenas que nos oprimen y construir un futuro de libertad, justicia y prosperidad para todos los venezolanos.*
José Alberto León es Project Director en la Fundación Internacional Bases, así como Senior Fellow de los think tanks CEDICE Libertad y Fundación Ciudadano Austral. Anteriormente, asistente de investigación y contenidos de la Fundación Para el Progreso. Coautor del libro «Después del Socialismo, Libertad». Estudió Derecho en la Universidad Central de Venezuela.
Fuente: Fundación Internacional Bases