Cuando Jorge Lanata fundó Página en 1987 era un diario interesante. Siempre orientado hacia la centroizquierda, el periódico, que comenzó con solamente 12 páginas, por los altos costos del papel en el mercado (que Clarín y Nación conseguían subsidiado mediante Papel Prensa), era digno de ser leído. Uno puede no compartir la línea editorial de un medio y reconocer su calidad. Por aquellos días, y durante la primera parte de los noventa, Página mostraba tapas entretenidas y columnistas diversos, que a veces no coincidían entre ellos a pesar de la sintonía ideológica. Siempre dentro del campo socialdemócrata/progresista, el diario se ganó un lugar entre los medios de referencia en Argentina.
La llegada del kirchnerismo y nuevos capitales con vinculaciones al sindicalismo hicieron que el sofisticado e inteligente medio progresista se convierta en una cloaca berreta.
Aunque uno se lamente por la nulidad conceptual y la pobreza argumental de los rivales ideológicos, ya que su miseria intelectual nos desmotiva en el esfuerzo a la hora del debate, hay que reconocer una cosa: el panfleto kirchnerista no puede tener contenido sólido. Por definición, el órgano comunicacional K debe ser superficial y banal. La ideología del kirchnerismo carece por completo de principio alguno y se amolda a las necesidades políticas de la coyuntura. Un día Jorge Bergoglio puede ser el maldito cómplice de la dictadura militar y al otro día el gran Francisco, el papa del pueblo y los humildes.
Las contradicciones k son demasiadas como para contar con un órgano comunicacional medianamente doctrinario. Lo que hay que reconocer que duele es ver a un importante sector de la población, absolutamente lobotomizado, repetir el discurso que baja la jefa según sus intereses de corto plazo. Este fenómeno es digno de estudio y no pasa ni en Cuba, donde la gente en su mayoría cuando no es espiada ni observada dice lo que piensa del régimen. El kirchnerismo dio en la tecla con el discurso del resentimiento goebbeliano contra un enemigo imaginario, complementado con una rebeldía inocente y mal entendida, generando un ejército de zombies que repiten mandatos que deberían horrorizarlos, incluso desde una perspectiva supuestamente progresista.
La justificación aberrante sobre el caso del padre que no pudo despedirse de su hija, enferma terminal de cáncer, por la cuarentena burocrática de Alberto Fernández fue el colmo. Se han convertido en insensibles fascistas que aprueban y “militan” todos los delirios autoritarios con la excusa de que se deben evitar las críticas al Gobierno, ya que “le hacen el juego a la derecha”.
Página 12 es la bajada de línea sobre lo que hay que decir y, haciendo justicia a la solidez del argumento kirchnerista, el nivel es paupérrimo.
Desde el artículo titulado “El profeta del caos que no se cumple” el investigador del Conicet, economista e historiador, Julián Zicari demostró que no investiga, que es un pésimo economista y que de la historia que escribe no la conoce ni un poquito.
“Sobre fines de la década de 1980 Javier Milei desarrolló su carrera profesional como arquero en el club de fútbol Chacarita Juniors. Sin embargo decidió cambiar de rubro, abandonar el deporte y abrazar la economía. A partir de allí, como economista ya no atajó un solo pronóstico más”, comienza la nota en un pobre intento de generar clima. La tesis que desarrolla en las siguientes líneas apunta a achacarle el supuesto fracaso de la crisis y la hiper que no llega, a criticar con falsos argumentos a las influencias de Milei y a esbozar un pobre argumento marxista de la supuesta ignominia proletaria que tenemos los liberales, por la supuesta complicidad con los capitalistas que nos explotan y defendemos. Lamentablemente, a veces es necesario tomarse unos minutos para responderle a estos pequeños personajes grises, que aunque se hacen los rebeldes, son los peones del statu quo corrupto actual que los usa como profilácticos.
¿Se equivocó Milei con la crisis?
La tesis de Zicari sobre el presagio que no llega es más que discutible. El autor del artículo recuerda que Milei viene hablando de un colapso y una hiperinflación que hasta el momento no se ha visto y utiliza el argumento para señalarlo como un peligroso referente para la juventud por su “discurso violento”.
Si lo que se viene es una hiper o una inflación de tres cifras, si tendremos “Rodrigazo” o “Rodriguito” puede ser materia de debate. Lo que no debería serlo para un economista serio es la existencia de la bomba de tiempo en la economía argentina que sigue haciendo unos tic-tacs, que podrían ser los últimos en cualquier momento.
La gran falacia de Zicari es aceptar este momento particular como absolutamente natural. Hay un control de cambios extremo (que se podría endurecer), hay prohibición de despidos, regulación de precios y tarifas y toda una serie de distorsiones que siguen metiendo presión a la olla. El escenario es similar al del Rodrigazo, que no fue otra cosa que el destape de la olla en cuestión. Para que los amigos que nos leen del exterior se den una idea, las distorsiones en la economía argentina son tales, que una persona no puede retirar su sueldo del banco. Solamente puede extraer una porción diaria y utilizar la tarjeta de débito. Cuando no gobernaba el peronismo se le decía “corralito”. Ahora se le dice “restricción por la pandemia del coronavirus”.
La emisión monetaria es record, el sobrante de pesos en la economía es garrafal, los comercios que no pueden abrir ni despedir quiebran todos los días y se siguen declarando “de bien público” los servicios para que no aumenten la tarifa. El único escenario donde no se cumpla lo que anticipa Milei es la continuidad perpetua de este modelo sostenido en prohibiciones y restricciones, que nos dejaría en una descapitalización de nivel cubano o venezolano en el mediano plazo. Si en algún momento queremos corregir el rumbo tendremos que enfrentar la purga y el sacudón, aunque nos duela. Si será de la gravedad que anticipa Milei o no, está por verse (los antecedentes le dan la derecha). Lo que es inadmisible es aceptar el escenario actual como medianamente normal para justificar un supuesto error de cálculo del economista liberal. Todas las señales de la economía están tapadas y pisoteadas por la fuerza más bruta e improvisada. Mientras más se demore la salida de esta locura, más grave será la crisis que ya es inevitable.
¿Quién es el esclavo cómplice?
En otro segmento interesante del artículo, el autor acusa a Milei de valiente contra la clase política, pero supuestamente complaciente con “el poder concentrado”, al que no cuestionaría y del que sería un peón comunicacional. Si existen poderes y capitales concentrados en la economía argentina estos son los hijos del modelo estatista que sufrimos hace años. En las economías más libres, los diez ricos más importantes del país forman una lista cambiante permanentemente. Los países más regulados muestran una casta político empresaria sindical que permanece de la mano de la más impúdica sociedad. Este enjambre parasitario se ve de primera mano en los medios de comunicación kirchneristas. Canales como C5N tienen en su plantel varios comunicadores que, antes de ser tentados con suculentos contratos, decían todo lo contrario. Notorios críticos al kirchnerismo se han transformado en lamebotas sin dignidad del poder político a cambio de dinero. Estos son los verdaderos peones que defienden intereses económicos violentos.
Milei se pone nervioso, insulta, grita y todo lo que ya sabemos a la hora de defender sus ideas. Ok. Ahora ¿Dónde está la violencia? ¿Dónde están los peones del poder? En un economista que vive de su profesión o en el Grupo Octubre, propietario de Página 12 y C5N que debe su poderío económico al sindicato de encargados de edificio, que utiliza la coerción e impide contratos libres y voluntarios fuera de su organización. La enormidad de recursos provenientes de los aparatos sindicales beneficiados por legislaciones fascistas, terminan comprando medios de comunicación, donde periodistas que hasta ayer decían lo contrario van a dejar su dignidad y trayectoria a cambio de un billete. ¿De estos medios se habla de “poderes reales”, “concentración”, “grupos económicos” y “voceros de intereses”? Parece joda.
Los aristócratas austríacos
Para no extenderme demasiado, ya que cada línea del artículo es una falacia refutable, quisiera terminar esta reflexión con la crítica a Fredrich Hayek y a Ludwig von Mises. Probablemente en este segmento, el autor hace más gala que nunca de su improvisación y falta de contenido. Para Zicari, los economistas en cuestión eran “parte de la élite aristocrática, de estatus nobiliario, que con marcado desprecio clasista, desarrollaron ideas para combatir a los sindicatos, el socialismo y la izquierda”. La verdad que tenía ganas de escribir este artículo ayer, pero la risa que me generó la ignorancia supina de este personaje me duró aproximadamente 24 horas.
Hayek, como se comentó en más de una oportunidad, no tenía mucho interés en su título, y como sus trabajos lo demuestran, el “von” fue dejado de utilizar por el mismo autor. El historiador y economista, que no sabe ni de historia ni de economía, debería estar al tanto que el título nobiliario viene parte de un bisabuelo o un tatarabuelo (no recuerdo bien y contestarle a este personaje secundario no amerita investigación ni googleo) que, en lugar de chuparle las medias a los poderes políticos, como hace él, hizo otra cosa: fundó dos fábricas textiles a finales del Siglo XVIII en Moravia, actual República Checa. El antepasado del economista se ganó el “von”, según los documentos de la época por dos cuestiones concretas: crear empleo e incrementar la base fiscal, otorgando más recursos impositivos para el Estado.
Hablar del “aristócrata clasista” de von Mises es otro dislate absurdo. Por judío, liberal, antinazi y consecuente con sus ideas, el autor de La Acción Humana tuvo que escapar de la Europa de Hitler y salvó su vida casi de milagro. Llegado a Estados Unidos, en un ambiente keynesiano y dirigista, Mises fue considerado como un fósil viviente de las ideas de otras épocas y nunca tuvo el reconocimiento que mereció. Casi que sobrevivió gracias al favor y la caridad de sus amigos, que confiaron y valoraron sus aportes académicos. Con la humildad de toda la vida, von Mises hizo cientos de seminarios, como se diría en Argentina, “por la camiseta”. Es decir, por el compromiso con sus ideas, a las que quería difundir. En la primera etapa en Viena, la universidad le permitió dar seminarios fuera del cronograma oficial, lo que le permitió cierta libertad. Aquellos cursos fueron absolutamente gratuitos. Esa inversión personal le dio la oportunidad de sacar de las sombras del colectivismo al “oligarca clasista” de Hayek, que por entonces era un joven seguidor de las ideas socialistas fabianas. Ya en Nueva York, sus “seminarios privados” eran prácticamente “a la gorra”, con aportes económicos pequeños, que le permitieron a Mises subsistir en un ascetismo austero que no se le ve ni a un funcionario de cuarta línea del kirchnerismo.
La escuela austríaca, gracias al esfuerzo de Mises y Hayek entre otros, nos enseñó que cuando no hay precios no hay asignación correcta de recursos. Por lo tanto, si el programa es socialista y dirigista extremo, colapsa de la peor manera. Si los países como Argentina siguen con inflaciones monetarias constantes, desconociendo los precios libres, destruyendo la libertad de asociación y agrandando la burocracia gubernamental que impide el trabajo decente de las personas, tarde o temprano, de forma total o parcial, ocurrirá lo que dice Milei. El economista libertario lo sabe porque los leyó a Mises y Hayek. El autor de la nota de Página 12 no tiene idea y por eso manifiesta las sandeces que escribe.
Fuente: PanamPost