En 2020 Argentina, abundante en recursos naturales y con un extraordinario potencial de capital humano, va a caer en más del 10% y el desempleo fue cercano a los niveles del 2004. No obstante, no es nueva la historia, solo constituye una nueva temporada de un relato que viene alarmante desde hace diez años.
Hace una década que nuestro país no crece y el sector privado no crea empleo. La raíz del problema es el déficit fiscal, cuyas políticas para financiarlo provocaron distorsiones en toda la economía.
Este problema se profundizó durante el kirchnerismo y no fue resuelto por la gestión de Cambiemos. Es más, si analizamos lo que fue el inicio de la gestión de Mauricio Macri vemos que con un déficit fiscal cercano al 4% del PBI, decidió incrementar la cantidad de ministerios de 15 a 21. Cuando en 2018 comenzaron los primeros destellos de implosión, pareció que iban a cambiar de rumbo hacia una mayor austeridad fiscal y es ahí cuando bajan la cantidad de ministerios de 21 a 10. No obstante, el cambio fue muy magro y si vemos que, si bien la cantidad de ministerios se redujo, las unidades administrativas dentro de ellos, no lo hicieron. Fue el ejemplo claro de que en toda la gestión no tomaron consciencia de la gravedad de un problema que habían heredado de la gobernanza anterior.
Desde el 2003 el gasto público consolidado en relación al PBI pasó del 25,6% al 39% en 2009, luego al 41,3% en 2013 y al 45,6% en 2016. Sí, luego en 2019 bajó al 41,4% pero seguía siendo casi 15 puntos porcentuales superior al del 2003.
Dicho crecimiento se explicó por 4 factores: i) más empleados públicos; ii) más jubilados y pensionados; iii) más planes sociales; y, iv) más subsidios a servicios de energía y transporte.
Entre el 2003 y el 2015, el número de empleados públicos subió en 2,0 millones y se mantuvo hasta nuestros días. Si comparamos 2003 vs 2018 vemos que la cantidad de empleados públicos se incrementó en un 55% a nivel Nacional, 117% a nivel municipal y 77% a nivel provincial.
Además, hubo 3 millones de personas que no habían aportado y se jubilaron por la moratoria previsional; lo que profundizó un importante déficit dentro del sistema previsional. Además, hay que agregarle la suba de los haberes mínimos jubilatorios.
Asimismo, se generó un incremento de los planes sociales que se convirtieron en un instrumento de captación política. Por último, cuando en 2002 se gestó la devaluación, se congelaron las tarifas y éstas se retrasaron.
Obviamente, éste déficit que pasó del 1,4% del PBI en 2011 al 3,8% en 2015 había que financiarlo de alguna forma. El único camino que no hubiese resultado recesivo habría sido el de bajar el gasto público, pero se escogió por subir impuestos, emitir y tomar deuda.
Hoy las empresas deben afrontar una crisis de liquidez y solvencia; luego de 9 meses en las que vieron sus actividades restringidas. A esto se le suma los problemas que tenían siempre de regulaciones laborales estrafalarias e impuestos altos.
La legislación y la regulación laboral en nuestro país es uno de los factores que explican la falta de inversión y competitividad. Altas regulaciones son sinónimos de bajo salarios reales, más desempleo e informalidad. Los altos impuestos son otras de las trabas que deben afrontar las empresas en nuestro país. Los impuestos son los más altos del mundo, hoy una PYME de 60 empleados paga un 106% por sobre su ganancia neta. La presión impositiva supera el 35% del PBI. Son números que no se registran en otras partes del mundo. Es casi imposible que se pueda concebir un crecimiento económico ante este escenario.
Para que la Argentina salga de la actual crisis y vuelva a crecer, debe llevar adelante una serie de reformas estructurales como una baja del gasto, el tamaño del Estado, una reforma del sistema previsional, una baja impositiva, una modernización del mercado laboral, una apertura comercial y una reforma educativa. De otra forma, el camino va a ser bastante tumultuoso para todos en los próximos años.
Fuente: El Cato