El potencial del fascismo está de vuelta con la pérdida de frenos y contrapesos
México y su gobierno están coqueteando peligrosamente con la ruptura de su sistema de contrapesos, cosa que no pasó de la noche a la mañana. Sus inicios se dieron con la llegada de AMLO al poder en el año 2018 disparando a mansalva discursos polarizadores y políticas destructivas al estado de derecho, pero la masa crítica se dio en pleno 2024.
A finales del año pasado, la última acción del expresidente Andrés Manuel López Obrador (y el último giro de la tuerca), fue la reforma al poder Judicial que buscaba la elección de jueces y magistrados por medio de los mecanismos de elección popular en las urnas (BBC News Mundo, 2024).
Dicha reforma al poder judicial se aprueba a la par de la llegada de la nueva presidenta Claudia Sheinbaum y que en palabras del filósofo holandés Rob Reimen da un panorama particular (Hiriart, 2025):
“México coquetea peligrosamente con el fascismo, justo como lo hizo Franco, Hitler o Mussolini”.
México, su reforma judicial y la aplanadora democrática
Esta reforma busca más que solo reducir salarios y cambiar la duración de mandato de los magistrados del poder Judicial, sino también, buscaba someter al poder judicial al sistema de elección popular, dicho de otra manera, “la democratización del poder Judicial para eliminar la corrupción”.
El grupo político en el poder, que no ha perdido su empuje electoral y con la misma estrategia de AMLO y ahora con Sheinbaum, lograron que se aprobara la reforma judicial (Gobierno de México, 2024) por medio del control mayoritario del poder legislativo y bajo el discurso de la actual presidenta:
“La defensa de México por la justicia, la honestidad, la honradez y por erradicar la corrupción”. – Claudia Sheinbaum
Esto no quedará solo en discurso y México tendrá campañas electorales para escoger a 881 cargos con la ridícula cantidad de 4,224 candidatos que básicamente son desconocidos para el grueso de la población en posibilidad de votar (El Financiero, 2025).
La potencia de la aplanadora llamada Morena (en conjunto de sus aliados) logró pasar en Fast Track la reforma al poder judicial con una extraña votación en el poder legislativo y a pesar de los paros laborales, amparos y demás protestas, se llevará a cabo.
Lo peligroso de dicha reforma, es que México ha perdido casi todos sus frenos y contrapesos en contra de la voluntad del líder en turno, amparado por la voluntad popular y el discurso democratizador, lo que para algunos sería <<democratizar>> la justicia, para la división de poderes, es cooptación política.
Democraticemos todo
En tiempos recientes, palabras como democratizar o voluntad popular, han logrado permear en el lenguaje político de prácticamente cualquier rincón de América Latina.
¡¡¡Hay que democratizar el poder!!! – Cualquier político en turno que quiera aumentar su poder
Es aquí donde la palabra democracia se puede convertir en un arma letal para minar los cimientos del estado de derecho de cualquier país en nombre de la voluntad popular.
Es importante señalar que ha sido en nombre de la “Democracia” y sus mecanismos, que diferentes países han desequilibrado su distribución de poder e incluso se han generado las mayores atrocidades por medio de las decisiones políticas que una mayoría “relativa” ha aceptado, y que además han sido empoderadas <<legal y legítimamente>>, esto allanó el terreno para el populismo autoritario de principios del siglo XX.
Googlea: “Democracia”
Una rápida búsqueda en internet nos mostrará que básicamente todas las naciones del mundo se reconocen como democracias al igual que México, con algunas excepciones (como Arabia Saudita, Afganistán, entre otras islas de menor tamaño) que no cambian el panorama general de un mundo democrático.
Tras las grandes guerras, el mundo se configuró en un sin fin de democracias y aunque se denominen como tal, en la práctica, las cosas suelen ser distintas, incluso la propia democracia ateniense que ha sido romantizada por distintos políticos en turno y académicos tuvo sus propios claroscuros.
El historiador griego Tucídides, relata que básicamente los griegos llegaron a la conclusión de que cuando el derecho permitía al demos (el pueblo) hacer y deshacer leyes a su gusto y modo, el gobierno de las leyes se diluía y arribaba el gobierno de los hombres, y por esta razón la falta de equilibrio de poderes terminó con las míticas democracias griegas en 200 años.
Fue el barón de Montesquieu quien vaticinó que los frenos y contrapesos eran necesarios para evitar la inclinación de la balanza de un poder sobre otro e incluso evitar que alguna persona consiguiera hacerse con más poder en la superestructura del Estado, que en sí mismo es una entidad coercitiva.
Secondat en 1748
Charles Louis de Secondat escribiría el Espíritu de las leyes en 1748 (Montesquieu: Teoría de la distibución social del poder, 2011) con el objetivo de equilibrar y separar los poderes del Estado, evitando que se concentre el poder o la capacidad coercitiva del mismo en una sola persona o en un grupo restringido de personas.
De esta manera, Montesquieu estaría reinterpretando a Locke, separando los poderes teorizados con anterioridad en: legislativo (creador de leyes), uniría al ejecutivo y el federativo, y además, estaría dando independencia al poder judicial que estaría fuera del ámbito de acción del poder ejecutivo.
Así la tendencia democrática crecería entre los siglos XVIII y XIX, durante ese período, la cosa se complica, ya que varios países y territorios pasarían por conflictos intestinos, incluyendo independencias y guerras civiles.
La configuración de los nuevos países tras los conflictos utilizaría los check and balances de la fórmula tripartita de Montesquieu en un sistema reconocido como Liberal, con sus respectivas tropicalizaciones y adecuaciones como son los casos de México, Estados Unidos o la propia Francia.
Cuando la ley la ejecutó la voluntad popular (el Jacobino y su cuchilla)
Este sistema liberal que se logró desarrollar a principios del siglo XVIII, dio inicio a las democracias liberales modernas. La división de poderes era algo plasmado en las nacientes constituciones, y además se desarrollaron sistemas de controles y contrapesos para evitar la concentración de poderes, y a pesar de que parecía una época pródiga, no duraría.
En Francia, tras la revolución, se intentó llevar a cabo el experimento de una monarquía constitucional y con una naciente Asamblea Nacional de diputados (divididos en su mayoría en Jacobinos y Girondinos) que asumieron las funciones ejecutivas y legislativas, sin contar con un poder judicial independiente.
Las presiones del pueblo francés y la inconformidad de Luis XVI llevaron al radicalismo a la asamblea nacional, que terminó ejecutando a los monarcas. Eliminado el rey, se proclamó la República Francesa, pero sin división de poderes, a pesar de ser prácticamente una democracia.
El gobierno eventualmente cayó en manos de los radicales jacobinos, entre ellos, El Incorruptible Robespierre, quién es recordado en la historia por su temible uso de la aplicación de la ley, ejecutando a miles, pero siendo legitimado por la soberanía popular y la guillotina de los franceses.
Pronto la república se volvió un régimen unipersonal autoritario, ¿la justificación? “El pueblo no puede limitarse a sí mismo” por lo que los diputados de la Asamblea Nacional (entre ellos Robespierre) asumieron todas las funciones políticas y ejecutoras de ley, dado que contaban con la soberanía del pueblo para actuar.
Así la soberanía del pueblo se convirtió en la soberanía de ellos y en particular, en la voluntad de Robespierre y así se vivió uno de los lúgubres pasajes de Francia “llenos de sangre y terror”. La democracia había fallado una vez más como en la antigüedad, convirtiéndose en demagogia.
El régimen del jacobino Robespierre fue breve, pero sangriento y lleno de la voluntad popular, a lo que John Stuart Mill nos recordaría:
“La voluntad del pueblo, significa en realidad, la voluntad de la porción más numerosa o de aquellos que se hicieron aceptar como la mayoría”.
El recordatorio de Robespierre a los mexicanos (y a cualquier democracia)
Traer el fantasma de Robespierre podría parecer exagerado, pero la realidad es que cuando la voluntad popular se “refleja” en alguno de los sistemas de elección popular, nos encontramos con un clima potencialmente peligroso a largo plazo, porque puede generar desequilibrios en los poderes y dar paso a prácticas fascistas.
Lo anterior es debido a que cualquier sistema de elección popular funciona como un embudo de necesidades sociales, donde básicamente el grupo más grande y que más concuerde en optar por un candidato, partido o las promesas de campaña que tenga, obtendrá respaldo y podrá decir que cuenta con el apoyo del “pueblo”.
Sin importar lo iluso e ilógico que puedan sonar las demandas sociales del grupo en turno, el candidato contará con el apoyo de una importante cantidad de personas para legitimar su voluntad, siempre y cuando este pueda sustentar a sus grupos de interés, además de que suele ser un individuo que busca expandir la capacidad de acción del Estado para conseguir sus fines.
“La última persona en la que confiar el poder, es alguien que se muere por tenerlo”. – Thomas Sowell
Cuando las democracias liberales avanzaron y se popularizaron en la mayoría de los países del mundo, el riesgo más latente, siempre fue el de los mecanismos de elección de los poderes que conforman cada Estado y posteriormente el crecimiento del Estado mismo en la economía, además de su accionar en cuanto a políticas públicas sin ningún freno.
Así que, cuando el sistema de elección popular avanza en todos los ámbitos de la división de poderes, el peligro (al igual que con Robespierre) es que se ejecuten las leyes arropándose de la voluntad popular sin ningún freno o contrapeso.
* Jorge Alberto Ruiz Meza es asociado de proyectos de la Sociedad Tomás de Mercado. Anteriormente ha participado con diferentes organizaciones liberales (CATO, Instituto Acton, Caminos de la Libertad, FPP y FEE). También cuenta con un Master en Gestión Pública por el Instituto Tecnológico Latinoamericano y estudió Economía y Finanzas en la Universidad del Valle de México. Actualmente es Research Fellow de la Fundación Internacional Bases.
Fuente: Fundación Internacional Bases