Escribir sobre Václac Havel será siempre una ansiosa misión que todo amante de la libertad quiera asumir en aras de rendir tributo a uno de los personajes más emblemáticos del siglo XX.
Tratándose de un escritor, ensayista, dramaturgo, pero además de un activista y político clave en un periodo histórico definitorio, cualquier reseña corre el riesgo de quedar corta y opacar el auténtico brillo de un hombre que hizo de los valores y de los principios su sentido de vida.
Sin embargo, para quienes quisiéramos aventurarnos a la tarea de, cuando menos, expresar un sencillo homenaje y acercarnos a Havel de manera cuidadosa, conviene recurrir a Michael Žantovský y abordar un viaje profundo a su obra: ‘Havel. Una vida’ (Editorial Galaxia Gutenberg, 2016).
El esfuerzo de Žantovský merece un aplauso aparte, y ciertamente ese es el propósito de este texto.
Se sabe que emprender una biografía implica una investigación fidedigna, una estructura cronológica, un esquema narrativo adecuado y una serie de exigencias que se someten al juicio y examen de estrictos lectores sedientos de veracidad.
Si esta es la demanda, el libro que ofrece Žantovský supera la rigurosidad del género, porque en este caso el autor fue partícipe de las circunstancias, fue amigo del artista, fue compañero del político, fue parte de los procesos que destellaron en los grandes momentos que pusieron a Havel en el púlpito del éxito, como también en la oscuridad de un injusto presidio.
Dicho esto, los siguientes párrafos son un reconocimiento al trabajo del biógrafo en tanto que su voz es un genuino relato de quién vivió de cerca la vida del personaje y tuvo la maestría de contar la historia como quien entrega un tesoro hecho memoria… Las páginas del libro recorren desde la infancia hasta los últimos días de Havel.
El orden cronológico es impecable y exhaustivo, aunque lo más exquisito está en que cada capítulo enmarca episodios esenciales para la construcción del líder que encabezará la Revolución de Terciopelo, y que también será el último presidente de la República Checoslovaca y el primero de la República Checa.
Reseñando su producción intelectual, Žantovský menciona algunas de las principales obras de teatro, como Una fiesta en el jardín (1964), Los conspiradores (1971), El descanso de la montaña (1974); de igual modo repara en ensayos políticos fundamentales como El poder de los sin poder (1978), y también refiere a notables pasajes de Cartas a Olga (1989), un compendio epistolar que pudiera leerse como el diario personal de Havel mientras estuvo en la
cárcel.
Elabora alrededor de estos textos relacionando tramas del contexto y de los momentos particulares en los que fueron escritos. En tono cuidadoso y elegante concede anécdotas que revelan esa cercanía del amigo (quizás en su calidad de psicólogo), quien pareciera navegar en la mente del a veces introvertido y melancólico Havel.
Ese conocimiento profundo del sujeto, permite a Žantovský afirmar que “los dos principales temas de Havel fueron la verdad y la responsabilidad”, así como atreverse a retratar su sentido moral: “Havel se dio cuenta de la importancia de reafirmar su identidad y renovar su sensación de vivir en armonía con sus propias ideas y sus propios valores”.
Hay que destacar el carácter documental de la obra, ya que con autoridad en la materia, el biógrafo aclara eventos históricos, por ejemplo la Primavera de Praga. Se supondrían que Havel se destacó de principio; no obstante, Žantovský comenta que en realidad asumió un papel precavido… “no se identificaba ni con el proceso de reformas de la Primavera de Praga de su país ni con el rechazo radical a las normas sociales del que fue testigo en Occidente”.
Señala más bien que, en coherencia con su talante pacifista y su sentido de orden y armonía, Havel no contrajo batallas como sí lo hizo en la “única revolución en la que llegó a involucrarse directa y memorablemente” en 1989.
Probablemente tenga que ver con que “En lo político y en lo filosófico, Havel se hizo en los años sesenta, no fue un producto de los años sesenta”. En todo caso, siguiendo la historia, el primer impacto que lo empujó al activismo fue durante aquel otoño, con la invasión de Checoslovaquia por los países que formaban el Pacto de Varsovia.
Aquí el inicio del Havel político, cuya gesta transcurre en los capítulos más intensos del libro pero que ya corresponde al disfrute de cada lector. Otro aspecto a remarcar es el análisis con que Žantovský acompaña los sucesos; por ejemplo el proceso de “Normalización”, un experimento socialista que durante años instaló la censura y aplacó cualquier iniciativa que surgiera desde la libertad de expresión que pusiera nervioso al régimen. “La represión sistemática de todo lo que era espontáneo, original e individual en un país no podía conducir más que a un estado de parálisis que afectaría a las víctimas y a los opresores por igual. En el país había orden, pero no vida.
La aparente calma era «la calma del depósito de cadáveres o de la tumba»”. Siendo éste el clima, Havel, reconocido ya como intelectual y dramaturgo, empezó a destacarse políticamente por empuñar su pluma reclamando por los derechos humanos.
Y fue la Carta 77 el detonante que lo puso en frente del Comité Central del Partido Comunista que lo acusó de subversión, llevándolo cinco años a prisión. Solo entorno a la Carta 77, Žantovský desarrolla todo un apartado pormenorizado de cómo surgió esta declaración que, por cierto, fue producto de todo un movimiento que albergó a una “comunidad libre, informal y abierta de personas con distintos puntos de vista, creencias y profesiones”, y cómo este documento cohesionó los sentimientos de toda una sociedad que años más tarde se animaría a pronunciarlo.
De 1989 en Checoslovaquia, si bien hay mucho qué decir, indudablemente, hay mucho más que leer: el contexto internacional, los nombres clave, las fechas precisas, las reuniones previas, las discusiones, las conjeturas, los riesgos, los obstáculos… ningún detalle ni dato puntual queda fuera de las crónicas que robustecen el trabajo de Žantovský.
No está demás resaltar la emoción con que describe el despertar de noviembre de 1989, cuando manifestaciones pacíficas ocuparon el centro de Praga para poner fin a la era comunista en Checoslovaquia.
“No se rompió ni una botella” y se perpetuó en la historia que el rol de Havel fue crucial para imprimir el temple pacífico de aquella gran revolución. “Havel, al igual que Gandhi y Nelson Mandela, defendía la no violencia no sólo como una cuestión de principio moral, sino como arma de lucha política”.
Cuando Václav Havel fue presidente, Michael Žantovský ocupó funciones como asesor, portavoz y secretario de prensa; también fue embajador de la República Checa en Estados Unidos, Israel y Reino Unido. Acompañó momentos políticos críticos como la separación de Checoslovaquia en República Checa y Eslovaquia; esta disolución fue una decisión polémica para el gobierno de Havel, “pero también fue probablemente uno de los procesos más suaves de división de un país en la historia de la humanidad”.
Credenciales diplomáticas aparte, detrás de la biografía está el testimonio de un colaborador y amigo. Žantovský fue un representante de Havel en el mundo, y su obra honra esa relación de confianza y de respeto mutuo.
Recomendar este libro es, por supuesto, una persuasión a conocer más del Havel político y con él todo el proceso que sembró un célebre ejemplo de paz y libertad. Sin embargo, también es una invitación a acercarse al Havel escritor, al bohemio creativo que hizo del arte su recurso de defensa; es este el perfil que Žantovský revela de manera más íntima.
Finalmente, qué decir de un libro que además de toda esta carga histórica, te incita a buscar la filmografía de Milos Forman, a releer a Kafka, a desenterrar a Milan Kundera, a descubrir las obras de Tom Stoppard o querer visitar el Castillo de Praga; esto y más deja en el lector el exhaustivo trabajo de Žantovský.
Fuente: Visión Liberal
