Hace ciento veintiún años atrás, el 8 de mayo, Friedrich August von Hayek nació en Viena, Austria. Se ha convertido casi en un cliché decir que sus ideas son ahora más relevantes que nunca. Yo mismo he escrito tanto en varios artículos de la FEE, incluyendo uno publicado hace exactamente un año. Y sin embargo, en la época del coronavirus, es crucial escuchar a este hombre que vivió su propia cuota de crisis, incluyendo dos guerras mundiales y la Gran Depresión, y no obstante siguió siendo uno de los más firmes defensores de la libertad en el siglo XX.
Para ser claro, Hayek vio razones para que los gobiernos se volvieran más activos en tiempos de tremendas emergencias, «cuando, pero sólo cuando, se trata de preservar la libertad a largo plazo», como escribió en The Constitution of Liberty.
Sin embargo, también argumentó que los políticos rara vez son los únicos en los que se puede confiar para resolver estas cuestiones. Escribió que, «en vista de la dificultad de estimar las ventajas, a menudo intangibles, de la acción pública y de la notoria tendencia del administrador experto a sobrestimar la importancia del objetivo particular del momento», es importante dejar el mayor poder posible en manos de los particulares.
Esa humildad política es precisamente lo que ha faltado en esta crisis por parte de nuestra clase política, que en cambio ha aprovechado la oportunidad para realizar el experimento de ingeniería social y económica más radical en tiempos de paz.
Y este problema puede durar más que la presente crisis, porque siempre que se dan poderes de emergencia al gobierno, es difícil deshacerse de ellos de nuevo, sobre todo porque los ciudadanos pueden querer permanecer en un estado de semi-servidumbre, temerosos de las consecuencias de la libertad o convencidos de que las medidas intervencionistas «nos salvaron».
La obra más famosa de Hayek, El Camino de la Servidumbre, fue una advertencia contra tales acontecimientos. Mientras la gente en Gran Bretaña y los Estados Unidos argumentaban que la planificación económica de la guerra de principios de la década de 1940 debía continuar ad infinitum, Hayek respondió con una vigorosa defensa de la libertad. Existía un gran riesgo de que el intervencionismo de emergencia fuera «pegajoso», ya que los responsables políticos se mostraban cautelosos de dejar el poder y devolver la toma de decisiones al pueblo.
Hayek temía que una «creciente veneración del Estado» y «el entusiasmo por la ‘organización’ de todo (ahora lo llamamos ‘planificación’)» dominaran.
Siguiendo el ejemplo de Hayek, hoy en día debemos resistir las medidas de emergencia temporales que se convierten en «la nueva normalidad» y evitar caer en una manía permanente de planificación. Tal virus mental sería «peor que el de Wuhan», como afirmó Lawrence Reed.
Ahora es el momento de insistir en la reapertura de la sociedad y el retorno de las libertades individuales. En palabras de Hayek, «la libertad individual no puede ser reconciliada con la supremacía de un solo propósito al que toda la sociedad está permanentemente subordinada» (énfasis añadido).
Todos necesitamos redescubrir nuestro valor para luchar por la libertad. Como dijo Hayek, «Debemos eliminar los obstáculos con los que la locura humana ha obstaculizado recientemente nuestro camino y liberar la energía creativa de los individuos».
Estamos en una encrucijada. Si no nos dirigimos hacia el camino de la libertad en un mundo post-coronavirus, pueda que nos encontremos mucho más avanzados en el camino hacia la servidumbre de lo que jamás imaginamos .