Venezuela está en medio de un colapso económico sin precedente. El petróleo, que es como el oxígeno de Venezuela, está siendo mal manejado por Petróleos de Venezuela (PDVSA), la empresa petrolera estatal del país. Frente a una caída de ingresos por parte de PDVSA, el gobierno ha dependido de su banco central para financiar su gasto público. Para satisfacer estas demandas, el Banco Central de Venezuela se ha volcado a las impresoras, y, así como la noche viene después del día, la hiperinflación ha asomado su fea cabeza nuevamente.
En total, hay solo alrededor de 62 episodios de hiperinflación en la historia. Venezuela, junto con Líbano, es uno de los dos países actualmente experimentando hiperinflación. Hoy, la tasa anual de inflación de Venezuela es de 2.275 por ciento, la más alta del mundo.
¿Cómo podría ser? Después de todo, Venezuela tiene las mayores reservas comprobadas en el mundo. Con 303.810 mil millones de barriles, estas son incluso superiores que las de Arabia Saudita, que se encuentran en 258.600 mil millones. Considerando la magnitud de los recursos del país, podría parecerle a muchas personas sorprendente que la hiperinflación está relacionada con el mal manejo de PDVSA, una empresa estatal. Pero PDVSA domina la economía venezolana y constituye 99 por ciento del ingreso de divisas extranjeras del país. En cierto sentido, PDVSA es la economía venezolana, e incluso según los estándares de las empresas estatales, la empresa está muy mal manejada.
Bajo la dirección de Luis Giusti en el periodo de 1994-98, la producción de PDVSA se disparó. Esta tendencia cambió en 1999, cuando Hugo Chávez se convirtió presidente e introdujo el Chavismocomo la doctrina económica reinante en el país. La producción petrolera de Venezuela empezó a estancarse, una situación que empeoró todavía más después del intento de golpe en abril de 2002. Chávez respondió con purgas masivas de los empleados de PDVSA, reemplazándolos con manos “confiables” —aquellas leales al régimen socialista de Chávez.
Luego del colapso de la producción en 2002-03, la producción petrolera de Venezuela se recuperó temporalmente. Sin embargo, con la muerte de Chávez y la llegada de Nicolás Maduro a la presidencia en marzo de 2013, se inició otra caída de la producción. Esta tendencia ha dejado la producción de Venezuela drásticamente por debajo del nivel en que se encontraba cuando Chávez llegó al poder en 1999 (ver el gráfico abajo).
Además de la reducción en la producción de petróleo crudo de PDVSA, su capital físico ha sido consumido a una tasa veloz e insostenible, con gasto de capital muy por debajo del valor de equipos que están siendo consumidos cada año por la depreciación y amortización.
También ha habido una caída en el stock y la calidad del capital humano de PDVSA. En 2017, el Presidente Nicolás Maduro nombró a un general de la Guardia Nacional Manuel Quevedo, como líder de PDVSA, a pesar de que no tenía experiencia alguna en la industria. Quevedo pronto fue removido por Asdrubal Chávez, un primo de Hugo Chávez, a fines de abril de 2020 a pesar de que el nuevo líder tiene una reputación a nivel internacional como líder de un cártel de drogas.
No sorprende que el crónico mal manejo de PDVSA ha venido acompañado de un reciente colapso en el número de torres de perforación móviles para petróleo operativas en el campo (ver el gráfico abajo). De hecho, se ha reportado que, desde agosto de 2020, PDVSA no tiene torres de perforación operativas.
Si todo eso no fuese suficientemente malo, las averías de equipos y las crecientes tasas de accidentes han contribuido todavía más a largos periodos de producción parada y declives en la producción. Desde el 1 de octubre de 2020, PDVSA había reportado 42 accidentes e incidentes desde 2003, costándole a la empresa estatal aproximadamente 580 días de producción. Debido a muchos de los problemas de PDVSA no son reportados, y muchos de los incidentes de mal manejo (tales como el hundimiento de la torre de perforación de gas natural “Aban Pearl”) no pueden ser cuantificados en términos de días perdidos, el verdadero número de días en los que la producción de PDVSA ha sido socavada debido al mal manejo es sin duda mucho más alto que las cifras reportadas.
La producción disminuida de PDVSA no se debe a las disminuidas reservas petroleras, sino más bien debido a la capuda en su tasa de agotamiento. La tasa de agotamiento —la tasa según la cual las empresas petroleras están agotando sus reservas comprobadas— provee la clave para entender la economía de una empresa petrolera y el valor de sus reservas.
Esto tiene notables implicaciones económicas. Debido a la preferencia positiva de tiempo y al descuento, el valor de un barril de petróleo producido hoy es más alto que el valor de un barril de petróleo producido en el futuro, considerando que el precio del petróleo siga siendo el mismo. Dada la tasa sumamente baja de agotamiento de Venezuela, sus reservas esencialmente carecen de valor porque se quedan bajo el suelo demasiado tiempo. Para poner la tasa de agotamiento de Venezuela en perspectiva, considere a Exxon, uno de las empresas petroleras más importantes del mundo. A fines de 2019, la tasa de agotamiento de Exxon era de 6,53 por ciento al año —comparable a aquella registrada por la mayoría de las principales empresas petroleras. Esa tasa implica que tardaría 10,25 años para que esta empresa agote la mitad de sus reservas. Eso es 559,16 años antes de que PDVSA hubiese llegado a agotar la mitad de sus reservas. Si descontamos a un 10 por ciento, el valor medio de las reservas de Exxon es de 37,65 de su valor de boca de pozo (el valor que el productor recibiría si el petróleo fuese vendido en la boca del pozo y no distribuido más hacia abajo en la cadena)— no cero, como es el caso para PDVSA.
Gracias a la implementación del socialismo y el Chavismo en Venezuela, PDVSA probablemente ha destruido más valor económico que cualquier institución en la historia mundial. Esto nos recuerda la notoria expresión del Presidente George W. Bush de que “este tonto podría caer”. No debería sorprender que el clero se está preparando para darle los últimos ritos a PDVSA.
Fuente: El Cato