En ocasiones, la democracia y la libertad parecen ser incompatibles: ante la crisis inmersiva en la que nos encontramos se juegan intereses maximalistas o radicalizados en pos de la libertad o igualdad.
Esta dicotomía surge al cuestionar si la búsqueda de una mayor igualdad puede socavar el funcionamiento liberal de una sociedad. Desde los planteamientos clásicos hasta la actualidad se tiene claro que el gobierno de la voluntad de las mayorías puede coartar la libertad de los individuos debido a los abusos del Leviatán.
Decisiones incoherentes o insensatas pueden surgir cuando una mayoría decide por otra o cuando la minoría intensa decide por mayorías. Juan González Calderón, jurista argentino, señaló la falacia en la ecuación mayoritaria: 50% + 1 =100% y 50% – 1 = 0%.
Lo cierto es que una ecuación debe resolver las decisiones políticas para no tener incertidumbre temporal en la toma de decisiones públicas. La principal regla en discusión (o el primer tema de debate) en una ley o en un nuevo contrato social es precisamente la definición de cuál es la mejor regla de decisión.
Por esto, la enraizada creencia en la capacidad de planificar y controlar los sistemas complejos de la sociedad mediante la intervención del gobierno en la vida cotidiana de los ciudadanos –creencia a la que Hayek se refiere como fatal arrogancia– se deriva de esta falacia cuantitativa. De este modo, libertad e igualdad, la vida democrática en definitiva, podría desnaturalizarse si no hubiera un régimen de equilibrios y contrapesos.
De las Bases a la Sociedad Abierta y sus Enemigos
Si tenemos que buscar y comparar a dos pensadores como Alberdi y Popper, es posible encontrar similitudes en sus obras más destacadas sin perjuicio de sus épocas, lugares de vida e intereses vitales. Pero ambos coinciden en que la democracia es el mejor sistema para defender los derechos fundamentales de las personas. Popper ve el derecho como un proceso de evolución continua, mientras que Alberdi sostiene que el derecho natural es la base del orden jurídico y que las leyes positivas deben estar en consonancia con él para ser legítimas y justas.
Alberdi en sus «Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina» y Popper en su «La Sociedad Abierta y sus Enemigos» concluyen de modo semejante: la democracia es el mejor sistema pero no es perfecta. Alberdi, como liberal clásico, defiende el sistema de pesos y contrapesos para proteger los derechos fundamentales. Karl Popper sostiene, con su perspectiva
más contemporánea, que la democracia está constantemente en riesgo debido a la manipulación política por diversos medios y a los mayores riesgos inherentes a la sociedad compleja en que vivimos.
Derribando mitos en relación a la democracia
Para clarificar entonces: la democracia no iguala per se no es sólo una cuenta, implica mucho esfuerzo y razonabilidad en cada acto individual. Por eso, se acrecienta el riesgo presente cuando vemos a muchos defensores de la democracia “a secas”que sostienen que es justo quitarle al que más tiene para darle al que menos posee tal como señaló Hayek en su ensayo titulado «El Atavismo de la Justicia Social». Es una visión sesgada y que compromete los derechos individuales.
La idea de la redistribución como vértice de la democracia viene atada a visiones tribales o artificiales que no dan cuenta del avance institucional y tecnológico que permitió el único efecto multiplicador real en bienes y servicios conocido a la fecha y que fueron explicitados en su debido tiempo por Adam Smith y Joseph Schumpeter.
En conclusión, los ciudadanos deben estar siempre vigilantes para defender sus derechos y propiedad frente al poder gubernamental y para ello deben ocuparse de lo propio y preocuparse de lo público ejerciendo sus derechos políticos en su resguardo, como bien expresó y posteriormente como haría en su famosa frase Thomas Jefferson: «El precio de la libertad es su eterna vigilancia».
La pérdida de libertades individuales en países como Turquía, Venezuela muestra que descuidarla o peor aún, que nos la arrebaten, es el comienzo de un fin de la modernidad cívica y plural preanunciada
La democracia, de carácter liberal y republicana, es el mejor régimen para que la libertad y la propiedad no sean objeto de la manipulación de relativas y momentáneas mayorías y actos arbitrarios que atenten contra los propios creadores: los individuos concretos y sus diversos intereses y estilos de vida.
* Jeremías Rucci es Project Manager de la Fundación Internacional Bases. Actualmente estudia Derecho en la Universidad Nacional de La Plata. Es también SFL Alumni, y Co-compilador del libro homenaje de 65 autores: «Al Maestro Dr. Alberto Benegas Lynch (h)».
Fuente: Fundación Bases