En un artículo de la revista Atlantic titulado “Los estadounidenses no tienen idea de lo que realmente es una cadena de suministro”, escribe Amanda Mull, “Los estadounidenses frecuentemente no están en sintonía con la el aparato masivo y profundamente humano que nos provee básicamente todo en nuestras vidas”.
De hecho eso es correcto, y podríamos decir que esa es la belleza de una economía de mercado que funciona bien: no necesitamos saber cómo funciona. Sabemos nuestro pequeño pedazo —cómo son los salarios en nuestra comunidad, y lo que podríamos hacer para ganar más; lo que los clientes suelen pedir en los días de trabajo y durante los fines de semana; lo que está pasando con los precios de los condominios y viviendas de una sola familia en nuestra zona. Pero realmente no necesitamos saber por qué.
Los economistas, especialmente de la variedad austriaca o de procesos de mercado, muchas veces han señalado algo similar. En su ensayo clásico “El uso del conocimiento en la sociedad” el Premio Nobel F.A. Hayek escribió acerca del trabajo del empresario:
“Casi todo lo que sucede en cualquier ámbito podría tener alguna repercusión en la decisión que debe adoptar. Pero puede ser que no necesite conocer ni todos los sucesos ni todas sus posibles repercusiones. No le interesa saber por qué en un momento dado se necesitan más tornillos de un tamaño que de otro, por qué las bolsas de papel abundan más que las de lona, o por qué operarios cualificados en el manejo de determinada maquinaria son más o menos accesibles en un momento dado. Lo significativo para él es cuánto más o menos difíciles de obtener se han vuelto en comparación con otras cosas con las que también está implicado, o con cuánta mayor o menor urgencia son requeridas las otras cosas que produce o utiliza. Se trata siempre de una cuestión de importancia relativa de las cosas concretas que le afectan, y las causas que alteran su importancia relativa no tienen interés para él más allá del efecto que producen sobre esas cosas concretas de su entorno”.
Entonces, ¿cómo los empresarios obtienen la información que necesitan? Ciertamente, puede que lean periódicos y publicaciones especializadas, hablan con sus clientes y proveedores, ellos observan. Pero en gran medida el sistema de precios comunica la información esencial. Hayek agregó, “No es una simple metáfora describir el sistema de precios como una especie de maquinaria para registrar el cambio, o como un sistema de telecomunicaciones que permite a los productores individuales, a través de la mera observación del movimiento de unos pocos indicadores, y del mismo modo en que un ingeniero observaría las manecillas de algunos instrumentos, ajustar sus actividades a cambios de los que puede ser que nunca lleguen a saber más que lo que se refleja en el movimiento de los precios”. La dueña de una tienda realmente no necesita saber por qué las naranjas se están volviendo más costosas; puede que haya una helada en Florida, quizás está aumentando la demanda de los consumidores, quizás es la inflación. Pero cuando el precio sube, ella y sus clientes pueden realizar ajustes.
Leonard Read también ilustró este punto en su famoso ensayo, “Yo, el lápiz”. Él señaló, en la voz del lápiz, que “ni una sola persona sobre la tierra sabe cómo hacerme”. Muchas personas involucradas en la fabricación del lápiz, desde el que sembró el árbol hasta el minero de cobre, no tienen idea de que su trabajo terminará en un lápiz. Pero cada uno de ellos persiguiendo su propio interés está liderado por el sistema de precios hacia la producción de lo que otros necesitan.
Ahora, ciertamente, es un problema para nuestra economía política cuando las personas están totalmente inconscientes de la maravilla que el sistema de mercado es y cuán fácilmente la intervención estatal puede reducir la abundancia que este produce. Así que es algo bueno que al menos unas cuantas personas estudien economía. Y si en efecto desea saber más acerca de las cadenas de suministro y por qué parecen estar fallando estos días, puede leer a la señorita Mull en Atlantic o a Scott Lincicome en el sitio Web de Cato.
Fuente: El Cato