El reciente anuncio de Uber respecto de su deseo de ofrecer sus servicios en la ciudad de Rosario (Argentina) no fue bien recibido por las autoridades municipales. Según distintos medios de la ciudad, “la Municipalidad aclara que de ningún modo permitirá el funcionamiento de empresas que violan la normativa vigente”.
Uber es una empresa tecnológica que brinda una plataforma de movilidad urbana. Nació de la conjunción de posibilidades que brindan las redes celulares, las aplicaciones, el posicionamiento global en dispositivos móviles y el emprendedorismo de sus creadores. De hecho, la empresa nacida en San Francisco, tiene sus orígenes en la disconformidad que uno de sus fundadores, Garrett Camp, tenía con el servicio de taxis local.
Uber es una respuesta innovadora al problema del transporte en las ciudades. La innovación, como tal, nunca puede estar contemplada por las regulaciones vigentes. La regulación siempre llega después.
Excesos regulatorios
Nuestros legisladores municipales, provinciales y nacionales parecen ignorar el hecho de que sus normativas no pueden prever la novedad de una innovación. Por eso, muchas veces cometen el grosero error de intentar forzar la normativa vigente a un producto o servicio que jamás previó. Algo así como aplicarle la regulación de carretas a caballo a los automóviles.
El fervor regulatorio de la administración Javkin presenta otro problema, tan o más grave que el anterior.
Es cierto que empresas como Uber, en tanto no pueden ser previstas por los reguladores, nacen en lo que podríamos llamar un “vacío regulatorio”. Ahora bien, esto de ninguna manera significa significa que no estén “reguladas”.
Todas las plataformas de economía colaborativa como Uber o Airbnb, por mencionar las más famosas, se encuentran autorreguladas. La interacción entre plataforma, prestador de servicio y usuario es directa y transparente. Por ejemplo, quien se sube a un vehículo de Uber sucio o en mal estado tiene herramientas para reportar y penalizar dicha situación inmediatamente. También puede en segundos solicitar un reintegro o denunciar una falta grave por parte del conductor.
Así, Uber presenta un triángulo de autocontrol basado en incentivos y normas que surgen de la interacción entre usuarios y proveedores. El orden que brinda una app que quiere que la experiencia del usuario sea placentera. También de choferes que saben que sus oportunidades aumentan mientras mejor traten a sus pasajeros. Y los pasajeros, por su parte, saben que no pueden hacer cualquier cosa porque ellos también serán calificados.
Ya sea por prejuicios ideológicos, ignorancia, defensa del status quo o una combinación de las tres, las autoridades anti-Uber no llegan a ver que la tecnología y la innovación nos han dado herramientas que hacen obsoleta la necesidad de tener autos pintados de amarillo y negro supuestamente regulados por el estado para poder trasladarnos dentro de una ciudad.
Realidad y ficción
Un problema adicional es que, incluso si creyéramos ingenuamente que la regulación va a solucionar el problema, la realidad nos muestra lo contrario.
A propósito del posible desembarco de Uber, la Municipalidad de Rosario aprovechó para informar sobre los alcances de su regulación de taxis. Según explicaron las autoridades, “los conductores atraviesan un periodo de formación, cumplen determinados requisitos y deben contar con carnet profesional, los vehículos se controlan permanentemente, se evalúa su higiene, mecánica y todo aquello que afecte a la calidad del servicio”.
Tanto en redes sociales como en comentarios en portales de noticias, el sentimiento público parece indicar que los usuarios perciben que prácticamente ninguna de esas condiciones se cumplen.
Quien haya estado recientemente en Rosario sabe que el parque automotor del taxi es lamentable. Vehículos vetustos, incómodos, diminutos, de gama baja, no funcionales y en mal estado son la regla más que la excepción.
Innovación vs corporativismo
Sin embargo, el intendente Pablo Javkin aún está a tiempo de rectificar el rumbo. Sería muy triste que termine emulando las políticas corporativistas de su par porteño Horacio Rodríguez Larreta.
Autoproclamado progresista, el intendente rosarino tiene la oportunidad de abrazar la innovación. No sólo debería abrirle las puertas a Uber sino a toda empresa o emprendedor que quiera traer soluciones innovadoras a la ciudad. ¿Por qué no usar esta oportunidad para convertir a Rosario en la capital de la innovación sin permisos? En lugar de poner palos en la rueda y defender el orden establecido, dejar que sean los ciudadanos quienes libremente decidan qué servicio, producto o modelo de negocios adoptan. Sin prohibiciones, sin uso de la violencia, sin anquilosadas regulaciones.
El Sr. Javkin debería aprovechar la oportunidad del desembarco de Uber para derogar las anacrónicas normativas vigentes y generar un ámbito abierto para la innovación en la movilidad urbana.
Hacer esto no sólo es lo correcto. Posiblemente le traería réditos electorales. Pues tal como mostró la encuesta de opinión internacional realizada por Somos Innovación, el 79 por ciento de los argentinos (y 84 por ciento a nivel de LatAm) cree que las empresas como Uber o Cabify no deben ser restringidas ni prohibidas ya que proporcionan una mayor comodidad y precios más bajos para los usuarios, y oportunidades laborales a los conductores.
Rosario merece que el verdadero progreso y la innovación ganen.
* Federico N. Fernández es Director Ejecutivo de la Red Latinoamericana Somos
Innovación
Fuente: Somos Innovación